Zamira camina sola por una calle y a menos de 20 metros de distancia hay dos hombres, ambos enfocan a la muchacha, quien por un momento siente temor. Apresura el paso y, al acercarse, escucha a uno de los señores decir: “Ni hablarle, ya es un peligro, viste lo del noticiero, compadre, cadena perpetua”. La joven, para sí, sonríe; algo cambió, aunque no conoce del todo la magnitud del impacto.
El 25 de octubre del presente año, el Noticiero Nacional de la Televisión Cubana informó sobre un caso de feminicidio, la Fiscalía solicitaba la sentencia de cadena perpetua para el acusado, al cual se le imputaban los cargos de asesinato de su expareja y del actual compañero de la mujer.
Las modificaciones del reciente Código Penal señalan a este tipo de delito con severidad, porque, a pesar de los enfoques de igualdad de género, en la práctica, los vestigios patriarcales no son sencillos de borrar en el entorno; si bien un grupo considerable de hombres comprende el valor y las capacidades de las féminas, existen quienes solo las ven como simples amas de casas o seres inferiores.
El machismo tiene varias caras. La violencia física y sexual son dos grandes exponentes, aunque existe, también, la agresión verbal. En nuestro país, los piropos constituyen manifestaciones de la cultura y la tradición; sin embargo, el exceso de vulgaridad en los mensajes hace desagradable la intención, tal vez, de elogio hacia la belleza femenina.
Recuerdo que el artículo de Ciro Bianchi Ross, publicado en Cubadebate, el 27 de noviembre de 2021, Piropos, trajo comentarios polémicos, porque el redactor explica que esta práctica es parte de la identidad y hoy día la llaman acoso. Un porciento de los lectores apoyó al comentarista y otros explicaron por qué lo consideran una falta de respeto.
Desde mi punto de vista, es parte del acoso sexual, unos son más delicados que otros, pero reflejan la agresión al espacio personal. Sería incapaz de negar la acción de piropear a los varones, aunque nunca he visto a una mujer arrimársele a un hombre y decirle en plena calle: “Papi, si te cojo…”.
Granma no escapa a las manifestaciones de violencia contra la mujer. En algunas comunidades, se justifica este hecho con la frase “Entre marido y mujer nadie se debe meter”. Lo triste es cuando no existen expresiones, ni socorro ni denuncias, pero sí huesos rotos, moretones en el rostro u otra parte del cuerpo, incluso funerales, y ellas guardan silencio. Las buenas nuevas llegaron con el avanzado Código de las Familias y sus artículos en defensa de las víctimas.
El desconocimiento genera ignorancia, a veces es necesario escudriñar la ley para no ser intimidadas. Igual, se precisa la compasión y la empatía en el género femenino. Si alguna conocida se encuentra en una situación de constante maltrato, no es porque quiera, a veces no sabe cómo salir de su ambiente abusivo.
La lucha en contra de la violencia hacia las mujeres y las niñas es tarea diaria; sin embargo, se enfatiza los días 25 de cada mes, llamándolo “Día Naranja”. Hoy es una jornada para marcar la diferencia, por eso, ni una menos.