
De acuerdo a las orientaciones recibidas por Frank País García, principal dirigente del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Oriente, el 30 de noviembre de 1956 debían producirse alzamientos en las ciudades de Santiago de Cuba, Guantánamo y Bayamo, entre otros puntos de la región oriental, con el objetivo de apoyar el desembarco de la expedición armada que traería Fidel Castro desde México.
Desde el 25 de noviembre de 1956 Frank realizó reuniones en Santiago de Cuba con los líderes revolucionarios de Jiguaní, Bayamo, Manzanillo y Guantánamo para precisar las acciones subversivas a ejecutar para dentro de cinco días cuando la expedición llegaría por la costa sur de Oriente.
Las instrucciones a los revolucionarios de Bayamo contemplaron el ataque al cuartel Carlos Manuel de Céspedes y la destrucción de los puentes de los ríos Cauto y Bayamo para evitar que tropas del Regimiento no. 7 de Holguín pudieran llegar a Bayamo y Manzanillo por carretera y ferrocarril.
¿QUÉ PASÓ EN BAYAMO EL 30 DE NOVIEMBRE?
El locutor de Radio Bayamo, Julián Ercilio Navarro Coello, integrante de la dirigencia municipal del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, recibió la orientación de parte de Frank País de atacar el cuartel Carlos Manuel de Céspedes y trasmitir un llamado al pueblo para que secundara la lucha antibatistiana. Sin embargo, el coordinador municipal de Bayamo, Cristóbal Guilarte Claramout, conocido por Bichín, alegó que no podía cumplir con estas órdenes militares por carecer de armamentos.
Muchos años después, en octubre de 1982, cuando Eloy conoció mediante un testimonio de Julián Ercilio Navarro, que la dirección del M-26-7 en Bayamo mantuvo en secreto las instrucciones de Frank País traídas por él en sobre sellado, mostró un total desconcierto y comentó:
“No, nosotros en ningún momento conocimos de esas instrucciones. Incluso si sabemos eso de las instrucciones, nosotros ejecutamos las órdenes, aunque no nos den la orden aquí en la jefatura. Si sabemos de las órdenes y lo que decían, nosotros la ejecutamos y si ellos tratan de frenar eso, bueno los hubiéramos ajusticiado. Esa hubiera sido nuestra reacción, porque ya eso se contemplaba en aquel momento, como traición…”
A pesar de las limitaciones con las armas, Gelasio Folgado Ramírez, jefe de Acción y Sabotaje en Bayamo, acuarteló varios grupos de revolucionarios en varios puntos de la ciudad por si se conseguían algunos fusiles y armas cortas.
En el Sindicato de los Trabajadores Eléctricos, en la calle Zenea, esperaban órdenes Julián Ercilio Navarro, Roque Ballabriga González, César Espronceda y otras ocho personas.
En la casa de Cándida Ramírez Duarte, madre de Gelasio Folgado, en la calle Perucho Figueredo, entre Línea y callejón de Gasolina, se agruparon los jóvenes Eloy Paneque Blanco, Luis Seijas, Gilberto Verdecia León, José Yero Rodríguez, Armando Estrada Gallegos (Pelao) y William Selva Álvarez. Para el desarrollo de las acciones sólo contaban con un fusil Winchester, tres revólveres y dos cuchillos.
Un grupo lo hizo en la casa de Jesús Rodríguez Plá (Cuso), sita en la calle José Joaquín Palma, no.1, en la barranca de El Corojo. Allí estuvieron Ana Marina Rodríguez Corona, Walter Vives Vázquez, los hermanos Segundo, Raquel y Lourdes Rodríguez Crespo, Eugenio Polanco, Fidelia Crespo y los hermanos Esteban, Danilo y Álvaro de la Puebla Solano. Para las acciones solamente contaban con tres revólveres.
En la medianoche llegó a esta agrupación la noticia de que el ex-alcalde auténtico Alfredo Marrero tenía guardados unos fusiles en la bóveda de la familia en la Necrópolis local. Danilo y Álvaro de la Puebla salieron a buscarlas, pero el tarea fue infructuosa.
En torno a Gelasio Folgado, en la calle Capotico, estuvieron Elio Guerra Guerra, Juan Olazábal, Paciano Gómez, Pedro Hidalgo, Gerardo Peña Saborit, Amador Acosta Muñoz, Mario Alarcón Martínez y Eutimio Delgado.
En la casa Bilbaín Milán, por la calle Cacique Guamá, estuvieron José y Enrique Escobar, quienes solamente portaban dos revólveres, tres granadas y varios cocteles Molotov.
Un sexto grupo se agrupó en la casa de Manuel Yero, en la calle Zenea, formado por José Manuel Betancourt (Bebo), Antonio de la Rosa, entre otros, los que disponían de cuatro granadas.
Sin embargo, en la mañana del 30 de noviembre no se ejecutaron en Bayamo ninguna de las acciones planificadas por Frank País. El argumento empleado para justificar la falta de iniciativa durante la jornada fue la carencia de buenas armas.
Pero saltan a la luz varios detalles: no se coordinaron las voladuras de los puentes y el ferrocarril con los mineros de Charco Redondo ni los de Minas de Bueycito y faltó la requisa de armas y el debido control de las existentes.
En tanto, los revolucionarios santiagueros protagonizaron el alzamiento de la indómita ciudad con ataques a varias unidades militares de la dictadura de Batista. Por vez primera, Frank País y sus hombres vistieron el uniforme verde olivo y lucieron el brazalete rojinegro. En estas acciones cayeron los jóvenes José Tey, Otto Parellada y Antonio Alomá (Tony), los primeros en verter su sangre en la nueva fase insurreccional.
Los sucesos de Santiago de Cuba inquietaron a los militares de Bayamo, los que reforzaron las postas en el cuartel y los jeeps de la guardia rural y las microondas de la policía recorrían las calles de la ciudad en demostración de fuerza y control.
Pronto los bayameses conocieron por las noticias de la radio del alzamiento revolucionario en Santiago de Cuba y de la represión desatada por la tiranía.
La indicación que trasmitió Cristóbal Guilarte y Gelasio Folgado a los puntos de concentración de los militantes fue que cada quien regresara a su casa porque todo había fracasado.
Ante las noticias del alzamiento de Santiago de Cuba y la caída de varios combatientes. Eloy Paneque propuso reunir los recursos militares disponibles y hacer un alarde de fuerza y luego marchar hacia la Sierra Maestra. Esta idea la apoyaban Armando Estrada, William Selva y Gilberto Verdecia.
A pesar de los lógicos razonamientos, no pudieron convencer a la dirección municipal. Bichín Guilarte se mantuvo aferrado a la tregua pacífica, porque temía que una acción violenta sin las armas adecuadas sería un suicidio y provocaría muertes y persecuciones.
Ante estas últimas disposiciones, el grupo de jóvenes reunidos en torno a Eloy Paneque plantearon a Gelasio Folgado que ellos no podían regresar a sus casas porque serían detenidos por los sicarios del régimen. Ante el fracaso Eloy manifestó: “Bueno, nosotros nos vamos para Julia, a ver qué hacemos.”
De esta manera se fraguó el alzamiento de Cabezada de Julia, el primero en los llanos del Cauto, como sucesión patriótica y digna a los fracasos de las acciones del 30 de noviembre de 1956.