
Rememorar el reencuentro de Fidel y Raúl Castro Ruz, en Cinco Palmas, el 18 de diciembre de 1956, es viajar a una cumbre de la epopeya de los expedicionarios del yate Granma, escrita con letras de oro en el cielo de la Patria, y volver a otra nota impresionante en la historia del pueblo cubano.
La hazaña de los 82 navegantes, incluidos cuatro extranjeros, floreció aquel día, fertilizada, decisivamente, por el heroísmo de centenares de hombres y mujeres que arriesgaron sus vidas al auxiliar a los revolucionarios.
Unos organizados por la heroína Celia Sánchez Manduley y otros espontáneamente, los ayudantes contribuyeron a salvar a los principales jefes del Ejército Rebelde y de la primera Revolución socialista del continente.
La historia no ha podido precisar importantes aspectos del plan de desembarco, ni de los preparativos para la recepción, y le será cada vez más difícil, porque, como es lógico, la mayoría de las precisiones y decisiones finales no fueron escritas.
Tampoco era bueno que todos los participantes tuvieran información exacta de lo previsto, y nadie puede negar la necesidad de que, en una empresa de tanto riesgo, hubiera varias alternativas o se pensara adoptar soluciones sugeridas por las circunstancias de cada momento.
Aún así, es innegable que Celia organizó una red humana, hasta donde era posible, lógico y prudente, para ayudar a los héroes que arribaron el 2 de diciembre de 1956 al punto costero Los Cayuelos, del cuartón Las Coloradas, barrio de Belic, municipio de Niquero, provincia de Oriente.
Lo contrario impediría explicar la presencia de grupos de hombres informados y entrenados en Campechuela, Media Luna, Niquero, El Plátano, Ojo de Agua de Jerez, Purial de Vicana y otros lugares de la actual provincia de Granma.
Debían ser grupos pequeños, porque la primera necesidad previsible era guiar el desplazamiento rápido de revolucionarios desconocedores del terreno.
Si no existiera la red, ¿cómo se entiende que algunos implicados supieran que la finca El Salvador, de Ramón (Moguito) Pérez Montano, estaba prevista para punto de concentración, tras la posible dispersión? o ¿cuál es la razón de que varios disgregados traten de contactar con Celia?
Los hechos no sucedieron como estaban diseñados o esbozados: el levantamiento armado en Santiago de Cuba precedió al desembarco; la llegada de los navegantes no ocurrió por donde los esperaban y, tres días después de tocar tierra, solo habían caminado 22 kilómetros en su lenta marcha hacia la Sierra Maestra, y fueron dispersados.
Esto último constituye el gran reto para la mencionada red humana, que, con mayoría de personas no previstas, ayudó a salvar a los principales jefes del grupo armado y los condujo a sitios intrincados del lomerío, donde comenzaría la Guerra de Liberación Nacional (1956-1958).
Decisivas resultaron las contribuciones de hombres y mujeres de las familias García Frías, Pérez Montano, Pérez Zamora y Fajardo Sotomayor, indiscutiblemente contactados y liderados por Celia.
Varios de ellos se sumarían a la naciente guerrilla en medio de aquella dispersión que estuvo a punto de liquidar a la empresa liberadora.
También es verdad que algunos grupos organizados no intervinieron en la ayuda, por residir lejos del lugar de los hechos, porque hubo sospechas de penetración enemiga o debido a otras razones.
Es meritoria la participación espontánea de campesinos y campesinas que no estaban previstos, pero honraron el principio de hacer bien sin acatar a quién, además de exhibir la estirpe mambisa de muchos de ellos.
En este caso fue numerosa la cantidad de familias implicadas, y en la historia escrita faltan datos de algunas, como la de apellido Hidalgo.
Tras la sorpresa en Alegría de Pío, los dos primeros bohíos donde recibe ayuda el grupo de Fidel pertenecen a los hermanos Daniel y Atilano Hidalgo Hidalgo, en La Convenencia Abajo, y el tercero es el de Vicente Hidalgo, quien es tío de Daniel y Atilano y vive en El Copal.
Mientras, el grupo de Raúl empieza a tener auxilios en la finca de Antonio (Neno) Hidalgo, hermano de Vicente y tío de Daniel y Atilano.
En esta finca, perteneciente a la intrincada comunidad de Ojo del Toro, los expedicionarios son ayudados por Neno, su esposa, hijas, yernos y otras personas, incluido Arsenio Hidalgo Cuello, sobrino de Neno y Vicente.
Arsenio anda repetidamente alrededor de 10 kilómetros, desde El Copal, para inyectar al joven perseguido Ernesto Fernández, quien permanece algunos meses en Ojo del Toro, debido a la imposibilidad de caminar.
En fin, la inmensa hazaña de Fidel Castro, Raúl Castro, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida, Ramiro Valdés, Efigenio Ameijeiras y demás navegantes, se abraza con una brillante historia de humanismo y valor, en la que sobresalen hombres y mujeres nativos de la provincia que hoy lleva el nombre de la nave.
Entre los centenares de granmenses alumbrados por el Granma estuvieron Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley; los esposos Adrián García Viltres y Elba Frías Gallardo, sus hijos Guillermo, Domingo Silo, Francisco y Lorenzo; Pablo García Fuentes y Lilia García Verdecia, primo y sobrina de Adrián; Eutiquio Naranjo, marido de Lilia y compadre de Guillermo, y Profelia Carrillo (La China), mujer de Guillermo.
También, los hermanos Crescencio, Ramón y Eduviges Pérez Montano, sus primos Ricardo Pérez Montano, César Montano, Luis Linares Montano, Augusto y Eustorgio Cabrera Pérez; Sergio e Ignacio, hijos de Crescencio; Baurel, vástago de Eduviges; Teresa Vargas y Severo Pérez Fernández, compañera y cuñado de Ramón; Omar Pérez, hijo de Severo; Mercedes Zamora, pareja de Augusto, tía de Ignacio y Sergio e “hija de crianza” de Crescencio.
Otro clan destacado fue el ya mencionado de Vicente y Antonio (Neno) Hidalgo, sus sobrinos Daniel, Atilano y Arsenio; Jacinta Torres Aguilar, mujer de Neno; cuatro hijas de este matrimonio: Feliciana (Buru), Blasa (Carioca), Esther (Ninín) y Catalina, y los respectivos yernos: Baldomero Cedeño Tamayo, Juan Bautista Cuello (Bao), Tomás Rosabal (Lorenzo Frómeta) y Crescencio (Chencho) Amaya; Mario (Rey Vicente), hijo de Vicente; Vitaliana Torres Aguilar, esposa de Atilano y hermana de Jacinta, y Clotilde (Cota) Cuello, compañera de Daniel.
Ellos, junto a otros muchos, se suman en la travesía hacia la Sierra Maestra, para no bajar jamás de la historia grande de Cuba.