Manuel Corona, uno de los grandes de la trova cubana, falleció en La Habana el 9 de enero de 1950.Había nacido en la ciudad de Caibarién, en la entonces provincia de Las Villas, pero desde muy joven se trasladó hacia la capital del país.
Fue uno de los conocidos como cuatro grandes de la canción trovadoresca cubana, junto a los santiagueros Sindo Garay (autor de La tarde, Perla marina, Mujer bayamesa…), Alberto Villalón (Boda negra, La palma herida, Me da miedo quererte…) y Rosendo Ruiz (Falso juramento, Confesión, Presagio triste…), Aunque quizá de entre todos sea quien más perdure a través de algunas de sus canciones, que conservan el encanto de las viejas postales: Mercedes, Aurora, Santa Cecilia y de manera muy especial la popularísima Longina, de 1918.
El catálogo de Corona se nutre con números como Adriana, Graciella, Confesión a mi guitarra, Una mirada, Las flores del Edén, las guarachas Acelera…
Cultivó el bolero, la criolla, la guaracha, el punto cubano, la romanza y su música se utilizó en la película mexicana La bien pagada.
Jamás lucró con sus composiciones; bohemio impenitente, noctámbulo y rebelde, rechazó cualquier desempeño que representara ataduras a su libre expresión musical o que restringiera su modo de vida.
El rostro enjuto, el color cetrino, el traje desgastado, la mirada perdida, el organismo envejecido por la anarquía completa en cuanto a horarios y el descuido de la salud. Manuel Corona, no fue un ejemplo de la mejor ni más saludable manera de vivir… aunque aun así viviera prácticamente 70 años.
Las canciones suyas, así como las de los primeros autores genuinamente cubanos y populares, permanecen vivas en la acción renovadora de las sucesivas trovas (la nueva, la novísima, la postrova, o cualquier otra), continuadoras de una obra que enriqueció el patrimonio nacional.
En el inhóspito cuarto situado al fondo de un bar de Marianao, en La Habana, entre desoladora miseria, murió el compositor Manuel Corona. El hecho fue noticia de un día, porque pronto dejó de serlo y sólo en el recuerdo de amigos, admiradores e intérpretes de su música sobrevivió la memoria del creador de tan formidables canciones.