El 24 de febrero de 1905 se erigió en Cuba una estatua en homenaje a José Martí en el Parque Central de La Habana.
A las nueve de la mañana y con el detonar de 21 cañonazos, comenzaba el acto para develar la imagen, que una vez descubierta le fue confiada a Juan Ramón O’Farrill, alcalde de la capital cubana.
La estatua tiene una altura de 2,75 metros, y con el pedestal, un total de 7,78 metros, fue realizada por el escultor habanero José Vilalta de Saavedra, quien ejecutó la obra en su propio estudio de Roma.
Una flotilla del portaviones estadounidense Palau, junto a los barreminas Rodman, Hobson, Jefferson y un remolcador con más de mil 200 efectivos habían arribado a La Habana. La visita tenía como fin disfrutar de la droga, prostitución y actividades ilícitas propias de los gobiernos de turno.
Durante la noche del 11 de marzo de 1949, los marines yanquis sargento Herbert Dave White y George Jacob Wagner, de paseo en La Habana, totalmente ebrios proferían burlones gritos ante la estatua de José Martí, a tal blasfemia se le unió un tercer marino quien llego a sentarse sobre la cabeza y la uso como urinario.
Fernando Chaviano aficionado al arte fotográfico tomó la imagen del marino sentado en la cabeza de Martí. Al día siguiente fue publicada por la prensa nacional provocando irritación y rechazo en la población por tan infame acto.
La indignación creció aún más cuando los marinos fueron juzgados según las leyes norteamericanas.
La Federación Estudiantil Universitaria (FEU), el movimiento obrero y organizaciones de izquierda fueron las que estuvieron a la vanguardia en los actos de repudio a tal traición, exigiendo la devolución de los marinos para que fueran juzgados por los tribunales cubanos. Entre los jóvenes allí presentes estaba el estudiante de Derecho, Fidel Castro Ruz.
Enrique de la Osa, el 20 de marzo de 1949, escribió:
“Pocas veces —tal vez nunca— se había visto en la Isla una reacción tan súbita y unánime. De todas las provincias, de todos los ámbitos de la capital llovieron sobre las redacciones de los periódicos y las estaciones de radio telegramas y declaraciones. Veteranos, obreros, campesinos, intelectuales, mujeres, asociaciones de toda índole, dieron constancia de su protesta y pidieron condigna sanción para los escarnecedores”.
Esta ofensa sirvió para demostrar los sentimientos patrióticos y antimperialistas de la juventud cubana y el pueblo en general.