Trabajar es la única forma de mantener vivo el legado de Fidel

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Por Rodrigo Motas Tamayo | 30 mayo, 2024 |
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FOTO/ Sam

Luis Andrés Castillo Ramírez  integra  ya  la lista  de los jubilados   y su  andar  por el pueblo se  hace  cotidiano  en las  colas del pan, los productos de la canasta  básica,   el detergente  o  con su presencia  en el círculo de abuelos  Alegrías de vivir,  patrocinado y atendido por el Inder en Campechuela.

Este hombre  de piel trigueña, escasos pelos en la sien, pero aún  con porte y andar seguro  tiene  una historia  que contar  en  un sector con gran incidencia  en la vida  económica  de  esta costera localidad  granmense y el  país.

Los recuerdos

“Comencé a trabajar  en 1959, con  solo  14 años,  como suplente en el área de limpieza  (basculador-molinos) en el Central agroindustrial  Francisco Castro Ceruto, de Campechuela, hasta 1964,  cuando  fui  llamado a cumplir  con el Servicio Militar  Obligatorio.

“Me trasladaron hacia La Habana,  y  en la unidad  donde  estaba  hice  una  especialización  para  impartir  clase  a los demás  soldados, de ahí   que en vez de tres, estuve  cinco años  en el cumplimiento de mi deber.

“Al regresar  a mi pueblo,  en 1969,  vuelvo  a trabajar  al central Francisco Castro Ceruto   en las llamadas  grúas  de pie,  o sea   con cadenas  se  sacaba la caña del camión  y se tiraba  a la llamada  piscina.

“A finales  de ese mismo  año,  entran   las  grúas    soviéticas   y   me adiestro   en  esos  equipos,   laborando en ese oficio  más de 30 años, aunque  era un trabajo que no todos escogían”.

El oficio hace al gruero…

Una vez   Gaspar Suao,  soldador,  hizo   una apuesta  de que yo  con los ojos  cerrados   cogía   el bulto de caña  y lo  ponía  en el basculador.

-“Hice  una apuesta de una caja de cerveza”, me dijo  con plena  seguridad marcada en el rostro.

” Los  dos rivales  subieron conmigo a la grúa  me  taparon los ojos  y comencé  a manipular las palancas.  En fin…  moví  cuatro  bultos de forma excelente. El perdedor  quedó  boquiabierto  y los presentes querían cargarme  en brazos…

Días más tarde, el apostador  Gaspar  me  manda a  buscar  a su casa para   tomarnos la caja de cerveza…  Cosas  que se hacen  y no  se deben decir, claro  él siempre  confió  en mis 20 años de experiencias con ese equipo,  fue al seguro contra un incrédulo”,  remata Luis  Andrés y en sus rostro se dibuja esa sensación de felicidad  como si estuviera disfrutando de una fría y espumosa.

Anécdotas que marcaron su vida

“Cuando  el Francisco Castro Ceruto   ganó  la emulación  nacional de zafra  tuvimos la oportunidad  de  ver  de cerca al Comandante  Fidel”, dice  y los ojos le brillan con el entusiasmo del recuerdo.

“Eso  fue  en el área  al  lado  de la  casa de bagazo, donde se  hizo la tribuna.  Estaba  muy  cerquita  de nosotros… Solo pensé: grande….grande  ese hombre…

“Hubo   otra  ocasión, cuando llega  una  guagua  cargada de militares  al  ingenio, como  estaba  a la entrada,  tuve el honor   de  estrechar la mano  de  Fidelito Castro  Díaz-Balart.   Se interesó   por   mi trabajo,  y tuve   que encaramarme  en la grúa y  demostrarle…¨

“No todos aspiran  a un trabajo de gruero, se labora ocho horas  ininterrumpidas. Se hacía por  turnos: Federico Antúnez, Antonio Cabrales, Narciso Batista, Tomás León, Quintín Reyes Leyva, Raúl Castillo Ramírez, todos  grueros   oficiales  que  compartíamos  enseñanzas y experiencias”.

“Se entraba a las   10:00  ante meridiano y se recibían  dos   pilas  en piscina, unas  80  o 90  mil arrobas de caña. Si en  un turno,   antes del cambio,   había  mucha  caña  en  la  piscina  se movía  hacia  el basculador,  para que el central  no  moliera  caña  vieja, y  tuviera en piscina  siempre  caña   fresca.

“Ser  gruero  tampoco era un trabajo para  cualquiera, pero me enamoré  de ese oficio  y me gustaba lo que hacía.  Si volviera a nacer y a trabajar, de seguro que vuelvo a ser gruero.

Solidaridad agroindustrial

“Aquellos  eran  años   de aportes y solidaridad  agroindustrial.  Cuando la  zafra terminaba  aquí, había  centrales  que  necesitaban  grúas  y para  allá me iba. Recuerdo haber estado en el Roberto Díaz Delgado, en Niquero; Ranulfo Leyva, en Yara; el José Nemesio Figueredo, en Río Cauto; y  hasta  en el central  Paraguay,  en Guantánamo. O también   nos íbamos  para la agricultura. Dábamos nuestro aporte  al plan arrocero.

“Claro,  no todo era trabajo y trabajo,  mire  usted, dice, cuando  el  central ganó el acto nacional  de la  emulación de  zafra  a  todos los  trabajadores   nos dieron  una semana   en Varadero, con la familia y gastos  pagados.

“También tuve  el honor de encabezar la lista  de los  beneficiados  por  una vivienda  otorgada por la empresa.  Mi casita  de tierra, piedra y guano fue  sustituida por una de mampostería y fibro. Eso,  gracias  a la Revolución.

Al cerrarse el CAI Francisco Castro Ceruto,  fuimos  vinculados  a la escuela de superación  y  luego  paso  al  Enidio Díaz Machado, de Ceiba Hueca, en las zafras  2003-2004 y   2004  -2005.

Lloré  cuando cerró  el central. Se  me iba  una vida de trabajo allí.  En  el Enidio fuimos de apoyo.  Luego, en el 2006,  me jubilé en octubre, con más de 40  años de trabajo.

A los jóvenes   les  digo   que todo es enamorarse  de lo que  uno hace, hacerlo con amor…  que traten   por  todos los medios de cumplir   con la producción de azúcar, el país lo necesita”.

Luis Andrés Castrillo Ramírez  ostenta la distinción Jesús Suárez Gayol, por más de 25 años en el sector  azucarero, y un  sinnúmero de reconocimientos  por su abnegado trabajo.  Fue  delegado, en 1984, a la Asamblea   municipal del Poder Popular   en Campechuela, por la circunscripción No. 13.  Una  vida  entera dedicada  a no pedir y si mucho dar.

Me mira y la fortaleza de su examen da sentido a sus palabras: “Trabajar  es la única  forma   de  mantener  el legado  de Fidel”.

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