
Luis Andrés Castillo Ramírez integra ya la lista de los jubilados y su andar por el pueblo se hace cotidiano en las colas del pan, los productos de la canasta básica, el detergente o con su presencia en el círculo de abuelos Alegrías de vivir, patrocinado y atendido por el Inder en Campechuela.
Este hombre de piel trigueña, escasos pelos en la sien, pero aún con porte y andar seguro tiene una historia que contar en un sector con gran incidencia en la vida económica de esta costera localidad granmense y el país.
Los recuerdos
“Comencé a trabajar en 1959, con solo 14 años, como suplente en el área de limpieza (basculador-molinos) en el Central agroindustrial Francisco Castro Ceruto, de Campechuela, hasta 1964, cuando fui llamado a cumplir con el Servicio Militar Obligatorio.
“Me trasladaron hacia La Habana, y en la unidad donde estaba hice una especialización para impartir clase a los demás soldados, de ahí que en vez de tres, estuve cinco años en el cumplimiento de mi deber.
“Al regresar a mi pueblo, en 1969, vuelvo a trabajar al central Francisco Castro Ceruto en las llamadas grúas de pie, o sea con cadenas se sacaba la caña del camión y se tiraba a la llamada piscina.
“A finales de ese mismo año, entran las grúas soviéticas y me adiestro en esos equipos, laborando en ese oficio más de 30 años, aunque era un trabajo que no todos escogían”.
El oficio hace al gruero…
Una vez Gaspar Suao, soldador, hizo una apuesta de que yo con los ojos cerrados cogía el bulto de caña y lo ponía en el basculador.
-“Hice una apuesta de una caja de cerveza”, me dijo con plena seguridad marcada en el rostro.
” Los dos rivales subieron conmigo a la grúa me taparon los ojos y comencé a manipular las palancas. En fin… moví cuatro bultos de forma excelente. El perdedor quedó boquiabierto y los presentes querían cargarme en brazos…
Días más tarde, el apostador Gaspar me manda a buscar a su casa para tomarnos la caja de cerveza… Cosas que se hacen y no se deben decir, claro él siempre confió en mis 20 años de experiencias con ese equipo, fue al seguro contra un incrédulo”, remata Luis Andrés y en sus rostro se dibuja esa sensación de felicidad como si estuviera disfrutando de una fría y espumosa.
Anécdotas que marcaron su vida
“Cuando el Francisco Castro Ceruto ganó la emulación nacional de zafra tuvimos la oportunidad de ver de cerca al Comandante Fidel”, dice y los ojos le brillan con el entusiasmo del recuerdo.
“Eso fue en el área al lado de la casa de bagazo, donde se hizo la tribuna. Estaba muy cerquita de nosotros… Solo pensé: grande….grande ese hombre…
“Hubo otra ocasión, cuando llega una guagua cargada de militares al ingenio, como estaba a la entrada, tuve el honor de estrechar la mano de Fidelito Castro Díaz-Balart. Se interesó por mi trabajo, y tuve que encaramarme en la grúa y demostrarle…¨
“No todos aspiran a un trabajo de gruero, se labora ocho horas ininterrumpidas. Se hacía por turnos: Federico Antúnez, Antonio Cabrales, Narciso Batista, Tomás León, Quintín Reyes Leyva, Raúl Castillo Ramírez, todos grueros oficiales que compartíamos enseñanzas y experiencias”.
“Se entraba a las 10:00 ante meridiano y se recibían dos pilas en piscina, unas 80 o 90 mil arrobas de caña. Si en un turno, antes del cambio, había mucha caña en la piscina se movía hacia el basculador, para que el central no moliera caña vieja, y tuviera en piscina siempre caña fresca.
“Ser gruero tampoco era un trabajo para cualquiera, pero me enamoré de ese oficio y me gustaba lo que hacía. Si volviera a nacer y a trabajar, de seguro que vuelvo a ser gruero.
Solidaridad agroindustrial
“Aquellos eran años de aportes y solidaridad agroindustrial. Cuando la zafra terminaba aquí, había centrales que necesitaban grúas y para allá me iba. Recuerdo haber estado en el Roberto Díaz Delgado, en Niquero; Ranulfo Leyva, en Yara; el José Nemesio Figueredo, en Río Cauto; y hasta en el central Paraguay, en Guantánamo. O también nos íbamos para la agricultura. Dábamos nuestro aporte al plan arrocero.
“Claro, no todo era trabajo y trabajo, mire usted, dice, cuando el central ganó el acto nacional de la emulación de zafra a todos los trabajadores nos dieron una semana en Varadero, con la familia y gastos pagados.
“También tuve el honor de encabezar la lista de los beneficiados por una vivienda otorgada por la empresa. Mi casita de tierra, piedra y guano fue sustituida por una de mampostería y fibro. Eso, gracias a la Revolución.
Al cerrarse el CAI Francisco Castro Ceruto, fuimos vinculados a la escuela de superación y luego paso al Enidio Díaz Machado, de Ceiba Hueca, en las zafras 2003-2004 y 2004 -2005.
Lloré cuando cerró el central. Se me iba una vida de trabajo allí. En el Enidio fuimos de apoyo. Luego, en el 2006, me jubilé en octubre, con más de 40 años de trabajo.
A los jóvenes les digo que todo es enamorarse de lo que uno hace, hacerlo con amor… que traten por todos los medios de cumplir con la producción de azúcar, el país lo necesita”.
Luis Andrés Castrillo Ramírez ostenta la distinción Jesús Suárez Gayol, por más de 25 años en el sector azucarero, y un sinnúmero de reconocimientos por su abnegado trabajo. Fue delegado, en 1984, a la Asamblea municipal del Poder Popular en Campechuela, por la circunscripción No. 13. Una vida entera dedicada a no pedir y si mucho dar.
Me mira y la fortaleza de su examen da sentido a sus palabras: “Trabajar es la única forma de mantener el legado de Fidel”.