La ilusión de una vida

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 15 junio, 2024 |
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Foto cortesía de Delio Orozco González

Pocos le conocen como Luis Francisco Ignacio. Nació en Manzanillo, el 30 de julio de 1884, y fue la figura más importante dentro de la narrativa del siglo XIX en Cuba.

De pequeño, conoció el duro trabajo de nuestros campos. No obstante las dificultades de su infancia, sintió gran interés por escribir y publicar en los periódicos: El Porvenir e Información y en las revistas El Fígaro, Carteles, Alma Joven, Orto, Letras, Social y Bohemia.

Su vida estuvo llena de tropiezos económicos, envidias e incomprensiones y no fueron pocos los intelectuales que lo tildaron de simple autodidacto.

Deslumbrado por el posmodernismo y tras superar una etapa de influencia vanguardista, se desenvolvió con soltura en la narración breve, en la novela extensa y figuró entre losescritores de su generación que denunciaron la descomposición social del país.

Cultivó con acierto el teatro, y le distinguieron: Contra la corriente, drama en tres actos, cuya acción se desarrolla en los primeros años de la seudorrepública, La comedia delmatrimonio y Turbonada. También escribió ensayos, artículos y brilló como conferencista, de gran porvenir.

LA OBRA

Considerado, por sus relatos, como uno de los precursores del criollismo en las letras hispanoamericanas, fue el primer cuentista de la literatura cubana contemporánea. Publicó La ilusión de la vida (1912), La pascua de la tierra natal (1923), Poemas del corazón amoroso (1924), Cómo opinaba Damián Paredes (1916), La conjura de la Ciénaga (1924), Ciénaga (1937) y Marcos Antilla. Relatos del cañaveral (1937).

Su narrativa desborda la idiosincrasia criolla en las primeras décadas del siglo XX, con títulos como: La Pascua en la tierra, La copa vacía y Marcos Antilla. Relatos del cañaveral, una de sus obras más conocidas, en la cual sobresalen los cuentos Hormiga Loca y La guardarraya .

Con este último obtuvo el primer premio de cuentos cubanos, en el concurso auspiciado por la Revista de La Habana (1930). Siete años más tarde, obtuvo el lauro a la mejor novela, otorgado a Ciénaga.

Múltiples escritos suyos aparecen en antologías nacionales y extranjeras, traducidas al francés, ucraniano, ruso, inglés y eslovaco, y el mayor relieve literario lo alcanzó en narrativa breve, con el cuento Muerte.

La esencia literaria de Luis Felipe Rodríguez llega a nuestros días con el mismo aroma criollo de un tabaco torcido a mano,

acompañado por las historias de Marcos Antilla, Mongo Paneque y la negra Paula Celestina, quienes vienen a felicitarlo en su cumpleaños 140.

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