Los ancianos, transmisores de sabiduría y experiencias, constituyen una pieza muy importante en la población, beneficiando el entorno familiar y social.Sin embargo, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada seis personas mayores en distintas partes del planeta es sometidos a diferentes formas de maltrato, siendo víctima de injusticias y sufrimiento.
Cerca del 16 por ciento de las personas mayores de 60 años han experimentado abandono, negligencia y abuso financiero, físico, sexual o psicológico, siendo este último el más generalizado.
El maltrato psíquico se manifiesta a través de insultos, humillaciones e incluso restricciones para ver a familiares y amigos. A consideración de los expertos, el menoscabo a las personas mayores ha ido en aumento en los últimos años, relacionado con el envejecimiento poblacional.
Pero, en muchos casos, la violencia a los ancianos es un problema casi invisible, que no siempre se denuncia por miedo o vergüenza, y la cifra real de eventos de este tipo pudiera ser superior a la registrada.
Vejez: divino tesoro
Cada 15 de junio se conmemora en todo el mundo el Día de Toma de Conciencia del Abuso y el Maltrato en la Vejez, fecha que la Asamblea General de las Naciones Unidas instauró oficialmente en el 2006.
Con esto, se pretende promover y proteger los derechos humanos de las personas que han alcanzado la tercera edad. La vejez está referida a la última etapa de vida de los sujetos, que se inicia a partir de los 60 años de edad en los países en vías de desarrollo, y luego de los 65 años en los países desarrollados, según establece la OMS.
El envejecimiento se entiende como un proceso continuo, multifacético e irreversible de múltiples transformaciones biopsicosociales a lo largo del curso vital.
Entre los cambios morfológicos y patológicos que, por lo general, experimentan los individuos al arribar la última época de su vida se encuentran la pérdida de neuronas, disminución de la estatura y de la agudeza visual y auditiva.
También, detrimento de la capacidad psicomotriz, alteración de las facultades adaptativas y empobrecimiento de la memoria. Dichas transformaciones están influenciadas, además, por factores sociales, económicas, ambientales y políticas del entorno en que tiene lugar el desarrollo humano.
En consecuencia, el envejecimiento no sólo comprende los inevitables efectos biológicos y fisiológicos, sino la adaptación paulatina a nuevos roles y posiciones sociales que varían de una persona a otra.
Actualmente, muchas personas llegan a la etapa de la vejez con una calidad de vida bastante precaria y terminan abandonados o sufriendo maltratos de toda índole.
Cuando, tanto hombres como mujeres tienen una edad avanzada, necesitan de ciertos cuidados especiales y demandan, asimismo, recursos, disponibilidad de tiempo y apoyo por parte de su entorno familiar.
Pues, para ellos lo más importante es el amor, comprensión y la tolerancia de sus seres queridos. La vejez debe ser vista, aceptada y vivida como una de las mejores etapas en la vida de los seres humanos y no como una limitación.
Resulta imprescindible que se eliminen los estereotipos y los estigmas sobre el envejecimiento, así como la creación de dinámicas familiares sanas que permitan construir puentes intergeneracionales para eliminar y prevenir el maltrato en la ancianidad.
Un acto de amor En Cuba, por otro lado, se fomenta una cultura de respeto hacia nuestros adultos mayores a fin de que se les garantice una atención integral y se protejan sus derechos.
En la Isla las personas mayores se consideran una parte activa de la población con gran potencial social, económico y cultural. Se fomenta la participación en la sociedad de este sector de la población, con el propósito de promover el envejecimiento activo y saludable.
Esto se realiza a través de centros y espacios de encuentros comunitarios, la Universidad del Adulto Mayor, el desarrollo de programas para actividades de integración social o generando empleos para personas mayores.
Nuestros ancianos tienen acceso a actividades que permitan mejorar su autoestima, la autoconfianza, la estimulación cognitiva y la educación terapéutica. Igualmente, se les proporciona información a las personas mayores sobre sus derechos para aumentar el nivel de su protección y poner a su disposición asistencia legal.
En la Mayor de las Antillas, el Código de las Familias garantiza al adulto mayor una serie de privilegios, entre los que se pueden citar el derecho a la vida familiar con dignidad, libre de discriminación y violencia, su participación e inclusión social y la posibilidad de elegir el lugar de residencia.
A su vez, regula los deberes de las personas adultas mayores para con su familia, estableciendo que en la medida que sus potencialidades físicas y psíquicas se lo permitan, están en el deber de cuidar de sí mismas y de su progenie.
La acción del Estado destinada a las personas adultas mayores, en coordinación con las familias, se materializa fundamentalmente a través de los sistemas de Salud y de Seguridad y Asistencia Social, así como de las instituciones rectoras de la educación, el deporte, la recreación, la cultura y otras que tengan entre sus funciones la garantía de estos derechos.
No obstante, se requieren mayores esfuerzos y programas para que estas personas transiten su vejez con la debida salud física, psicológica y social.