Cuba bajo los cinco aros de París

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Por Granma | 4 julio, 2024 |
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FOTO/ Nathional Geographic

Ya se respiran los aires olímpicos a solo días de los Juegos de París-2024, ciudad que, desde el 26 de julio, hará que el mundo viva dentro de sus cinco aros.

Cuba se ha propuesto en la capital francesa otro reto. Su propia exigencia pasa por mantenerse, como lo ha hecho, desde la edición de Munich-1972, entre los 20 primeros países en el medallero final de esta convocatoria.

De acuerdo con cálculos de las autoridades del movimiento deportivo de la Mayor de las Antillas, para refrendar esa propuesta se necesitarían cinco medallas de oro.

Con menos, es decir, con cuatro premios dorados, Polonia, República Checa, Kenia, Noruega y Jamaica se ubicaron entre los puestos 17 y 21, en la cita precedente de Tokio-2020. Con seis, Hungría y Sudcorea ocuparon los escaños 15 y 16, respectivamente.

Por lo tanto, no se trata de un modesto fin sino de una hazaña.

La osada propuesta de la Mayor de las Antillas es aún más engorrosa, porque transita por alcanzarla con una pequeña delegación, la cual estaría cerca de los 60 competidores.

Pero es, incluso, más retadoras, si se tiene en cuenta que el universo de los potenciales podios es hoy menor que en ediciones anteriores.

Las mayores posibilidades se hayan en el boxeo, la lucha y el canotaje. Por supuesto que no son descartables otras oportunidades, por ejemplo, en el atletismo, en el tiro deportivo y hasta en el taekwondo.

Los Juegos Olímpicos están llenos de actuaciones históricas, y muchas de ellas escapan a los vaticinios precontienda. Eso lo han experimentado no pocas naciones, Cuba entre ellas.

Quién iba a pensar que una profesora de matemática de Austria, sin nombre en los principales circuitos profesionales del ciclismo, iba a derrotar a una constelación reunida en los pasados Juegos de Tokio-2020. Sin embargo, Anna Kiesenhofer dejo sin aliento a todo el borde delantero del ranking mundial y se impuso inobjetablemente, con una fuga de casi una hora pedaleando en solitario. Es solo un ejemplo, hay muchos más.

Pero de vuelta al reto cubano, este pasa, y para nada es desechable, por la hostilidad del Gobierno de Estados Unidos contra la pequeña isla.

Otra hubiera sido la situación, de cara a Paris-2024, si el deporte no hubiera tenido que erogar, por causa del bloqueo económico comercial y financiero de esa potencia contra la insula, más de tres millones de dólares; o si las medidas coercitivas, que pasan de 240, de la misma administración, y su falacia de que este es un país patrocinador del terrorismo, no fueran las responsables de dejar de ingresar, por servicios casi cuatro millones.

Tampoco hay que esconderse para decir que algunos objetivos y proyecciones no han sido alcanzados, o al menos no como se esperaba, a pesar de esos flagelos. Entre otras cosas, porque si Cuba no va por ahí justificándose o amparándose en las condiciones que se les impone, tampoco lo hará por sus propias deudas.

No va cediendo espacio, por duras que sean las circunstancias, porque no se resigna ni mucho menos renuncia a continuar desarrollándose.

Además, como en otras esferas, el deporte, sus atletas y la sabiduría de sus entrenadores se han impuesto a todos esos demonios.

La prueba es que aun con grandes obstáculos por delante se plantea lo que muchos países desarrollados ni siquiera pueden soñar.

La historia de Cuba en los Juegos pasa porque es el único país del Tercer Mundo entre los 20 primeros en el medallero histórico de estas encumbradas reuniones multideportivas, concretamente el 16.

Volver a estar a esa altura también forma parte del reto y de la hazaña.

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