Detuve la bici en la primera parada de Zenea, en Bayamo. Me acerqué al inspector popular de Transporte Luis Ramón Camejo Chávez, solicité un breve espacio de su tiempo y, sin pensarlo, respondió:
-Periodista, vienes por lo del teléfono.
-¿También adivino? -pensé. Ni bola de cristal, ni cartas del tarot en sus manos, solo una tablilla propia del oficio registraba los incidentes cotidianos.
No es músico, tampoco escritor, ni actor dramático. Nada tiene que ver con el arte de la visualidad, el teatro o la danza, pero sobresale en la cultura del detalle y coloca al ser humano en el centro del trabajo. De ahí su presencia en esta columna.
“Ese día, como de costumbre, coincidieron varios viajeros, entre ellos el agente de vigilancia y protección de la Ecoa 20, Octavio Peña Llópiz, un viejo conocido.
“Él se percata de un celular en el área, indaga al respecto y, como nadie se adjudicó la pertenencia, le dije: Déjamelo, estoy seguro de que alguien vendrá a buscarlo.
“Una enfermera, que minutos antes arribó a una ambulancia, regresaba en el mismo vehículo a manifestar el extravío de su móvil, en el que, seguramente, guardaba documentos relacionados con su trabajo, y se lo entregué”.
-¿Solidaridad proletaria?
– Yo no tengo teléfono, pero sí principios humanos. Es una virtud reforzada desde que tenía 18 años de edad. Una conducta que también me acompañó en la República de Angola y luego en la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, a la que pertenezco, y, por supuesto, en mi labor”.
Lo observo con orgullo mientras llegan a mi memoria las palabras del teólogo, sacerdote y profesor brasileño, Leonardo Boff: “Cuidar significa entretejer una relación con la realidad y con cada ser de la creación. Es investir corazón, afecto y subjetividad de esta sensibilidad.
“Son valores que podemos apreciar, símbolos que podemos descifrar. Cuidar significa implicarse con las personas y las cosas, darles sentido, colocarse junto a ellas, sentirlas dentro del corazón, entrar en comunión con ellas, valorizarlas y comprenderlas en su interioridad”.
-¿Es la primera vez que asume un protagonismo como este?
– Vivimos tiempos muy convulsos en que muchas personas, por descuido o urgencia, al abordar el transporte, han dejado mochilas con alimentos, sombrillas, ventiladores, potes de helados…, una situación reiterada en los puntos donde he trabajado.
-¿Qué experimenta al devolver esos artículos?
-Una alegría mayor que quien los recibe.
-¿Y con los choferes que no paran?
-Bueno… al que no quiere caldo, se le dan tres tazas”.
En ese punto de embarque de pasajeros, un salvavidas del transporte público también lleva en sus genes la auténtica sensibilidad del cubano.