Dejar una huella musical

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Por Yelandi Milanés Guardia | 20 marzo, 2016 |
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Hugo Morales Socarrás/foto Luis Carlos Palacios
Hugo Morales Socarrás  / FOTO Luis Carlos Palacios

El ámbito de la cultura para algunas personas es tan necesario como el aire, por ello no conciben su existencia alejados de ese mundo. Emociona verlos desenvolverse en ese espacio con la naturalidad y alegría de quien se encuentra como pez en el agua.

Hugo Morales Socarrás es de ese tipo de seres humanos que no conciben la vida sin la música, pues lleva más de 40 años dedicados por entero a ese arte que le apasiona desde la adolescencia.

“Comencé en los grupos de aficionados que habían en Veguitas, los cuales se dedicaban a cantar temas de la década prodigiosa a finales de los sesenta. Tenía alrededor de 15 años cuando inicié.

“El ingreso al servicio militar me desvinculó por tres años y al retornar comienzo a trabajar en el plan cañero de La Jagua. Ahí surgió una oportunidad de ingresar en la escuela de instructores de arte que se fundó en el Caney de las Mercedes. En ese centro estudié dos años y luego seguí formándome en Bayamo.

“Íbamos a la capital provincial todos los martes y luego de ocho años logré licenciarme. Al inicio me ubican como instructor en Veguitas y sus zonas aledañas, las cuales se encuentran muy lejos, pero a pesar de eso no dejé de cumplir mi compromiso social.

“Entre mis primeras experiencias estuvo un coro que tenían las maestras Aida Álvarez e Inés Zamora. Después de pulirlo participamos en eventos nacionales y provinciales”.

Morales Socarrás confiesa que aunque no los domine a la perfección suele atreverse a hacer cosas con los instrumentos, y a eso le ha ayudado la base teórica. A pesar de su complejidad se atreve a tocarlos y dar lecciones para sacarles armoniosos sonidos. La experiencia le ha demostrado que el conocimiento ayuda a dar los primeros pasos y luego, sobre la marcha, se van corrigiendo hasta lograr una buena ejecución.

Aunque fue invitado a formar parte de algunos grupos musicales, la distancia y el amor por la enseñanza lo hicieron renunciar y quedarse en su pueblo, cultivándolo musicalmente. Un instructor para él es muy importante, porque es quien sienta las bases de alguien que quiere aprender y tiene un vivo interés.

Interrogado sobre sus ocupaciones actuales, expresa: “Me mantengo impartiendo clases de guitarra, tres, el cuatro venezolano, el bajo y la percusión. Tengo dúos, cuartetos, quintetos, un conjunto sonero, un grupo de cuerdas y voces y monto obras con los instructores más jóvenes”.

La tarea formativa le aporta mucho a este avezado instructor, quien no esconde las glorias y penas derivadas de su quehacer: “En mi misión de formador he aprendido que cada persona es tan peculiar como los instrumentos. Que nadie piensa igual y que la principal formación viene del hogar.

“He pasado momentos alegres y duros, estos últimos por insensibilidades de algunos padres y de profesores que inconscientemente lastran mi desempeño como formador, impidiendo el desarrollo musical de los niños y las niñas.

“Esta labor es sacrificada porque los instrumentos hace mucho tiempo que no se renuevan, tampoco llegan recursos para mantenerlos y así es muy difícil trabajar. Muchos de mis alumnos tienen porque son comprados por ellos y los conservan.

“Luchar contra esa desatención a veces no es fácil y se necesita mucho amor para no desfallecer. Pero es difícil no sobreponerse cuando los muchachos te buscan y quieren algo de ti. No te puedes negar a brindar tus conocimientos aunque haya carencias materiales”.

Sobre sus discípulos refiere: “Mi potencial artístico está integrado mayormente por niños y adolescentes, pero en ocasiones incluyo a mayores. He tratado de dar lo que he podido a todo el que ha necesitado algo de mi en el campo de la música.

“Tengo antiguos alumnos en diversas orquestas como Cándido Fabré y su banda, Fiverson, Yakaré y una cantante llamada Mayelín Naranjo, quien está realizando una exitosa carrera en España”.

“Ellos han pertenecido a un proyecto al cual llamo La Fuente Inagotable, que tiene alrededor de cuatro décadas y que siempre se renueva. Entran en cuarto grado y salen en noveno, pero enseguida se incorporan otros que garantizan el relevo.

“El proyecto me permite conocer y brindar cosas. He centrado parte de mi vida en su mantenimiento y en esta última etapa el apoyo de mi hija Mirelia Morales ha sido importante, aunque ahora está de misión en Venezuela, país al cual también fui a brindar mis conocimientos”.

Cuando Morales Socarrás estuvo en Venezuela pudo apreciar la riqueza de otra cultura con gran influencia indígena. Allí asesoró a personas que tocaban el cuatro, mantuvo un taller de guitarra y un grupo vocal instrumental.

A su loable desempeño en la hermana república se une la fecunda trayectoria desarrollada aquí, donde ha cosechado lauros como el premio y la medalla Raúl Gómez García, el galardón por el centenario de Juan Marinello, el reconocimiento por el XX aniversario de trabajo cultural, la distinción por los 10, 20, 25 y 30 años y la Del esfuerzo, la victoria.

Asimismo, ha recibido la condecoración por la cultura nacional y ha sido seleccionado durante 5 años como vanguardia nacional. Cuenta con más de un centenar de reconocimientos en diversos eventos culturales.

“Esos resultados –refiere- no son solo míos, en ellos han influido algunos padres y profesores que afortunadamente me han apoyado. Y, por supuesto, mis discípulos que son mi más grande obra.

“Para mi la cultura es la huella que va dejando el hombre al pasar por la tierra, y estoy tratando de ser consecuente con ello, además de aportar un grano de arena por el desarrollo de la música”.

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