
Manuel Navarro Luna, el menor de los hermanos, nació un 29 de agosto en el poblado matancero de Jovellanos, hace 130 años atrás y a su llegada a Manzanillo, presuntamente a finales de 1895, su familia se instaló en una pequeña vivienda, con techo de guano, ubicada en el reparto Barrio de Oro.
Desde muy niño desempeñó diversos oficios, mientras estudiaba en la escuelita particular de su progenitora, doña Martina. Al dejar la adolescencia, fue limpiabotas, buzo, vendedor de periódicos, mandadero y barbero…
A los trece años de edad, aprendió a tocar el bombardino y el violonchelo e integró la banda infantil de la ciudad y posteriormente la Municipal de Conciertos.
Sus inicios en la poesía los hace en las revistas manzanilleras Penacho y Orto y es uno de los craadores del Grupo Literario de la ciudad. Ingresa al Partido Socialista, fundado en la ciudad por Martinillo, en 1906, y a los veintiún años es encarcelado por primera vez.
Corría el año 1919 cuando publicó su primer libro titulado Ritmos dolientes, en la Editorial El Arte, de Manzanillo. En 1922 da a conocer Corazón adentro y en 1927 Refugio, bello poemario de amor dedicado a la compañera de toda su vida, Guillermina Lauten Zayas. En 1928 el poeta rompe violentamente con la línea intimista y nos entrega su poemario Surco, considerado como el único libro vanguardista publicado en Cuba, el cual vino a fijar un hito importantísimo en la historia de nuestra poesía contemporánea.
La etapa siguiente, fue de intensa labor: En 1929 publica Siluetas aldeanas e ingresa en Defensa Obrera Internacional y al alborear el próximo año promociona Cartas de la Ciénaga ambos en prosa que revelan una nueva arista en la personalidad literaria de su autor, integrado ahora a las filas del Partido Comunista de Cuba,
Es noticia en La Habana su libro Pulso y onda (1932) que lo consagra definitivamente como uno de los grandes escritores de Hispanoamérica, en tanto La tierra herida,(1936) le representar un nuevo y resonante triunfo dentro y fuera de Cuba.
Derrotada la dictadura de Gerardo Machado (1934) y mediatizada de nuevo nuestra soberanía, vuelve a prisión en la cárcel provincial de Santiago de Cuba, esta vez por seis meses. Tiene la salud maltrecha, pero se reincorpora con renovados bríos a las luchas de su partido.
En el año 1940 es elegido Francisco Rosales Benítez, para ocupar la Alcaldía de Manzanillo y Navarro, desde el Departamento de Cultura abierto por Paquito, renovó las inquietudes literarias locales y se acercó a los más notables exponentes de la intelectualidad cubana y en 1943 aparece una primera versión de Poemas mambises.
La Guerra Civil española primero, y luego la Segunda Guerra Mundial, encuentran a Navarro Luna en su puesto militante y entregado a la lucha contra la amenaza nazifascista.
Al iniciar la etapa insurreccional, en la Sierra Maestra, trabaja nuevamente en la clandestinidad y sus poemas devienen clarinada de combate llamando a la rebeldía.
Después del triunfo de enero de 1959, no obstante su avanzada edad y maltrecha salud, renunció a la jubilación y enfrentó la nueva experiencia histórica con júbilo y energía juveniles.
En medio de esa coyuntura el poeta chileno Pablo Neruda, arriba a Cuba y protagoniza, la noche del miércoles 21 de diciembre de 1960 en el Teatro Manzanillo, un majestuoso recital de poesía junto a Nicolás Guillén.
En julio de 1962 Navarro integra la delegación cubana al Congreso Mundial por el Desarme General y la Paz, que tuvo por sede la Unión Soviética. Cuatro años después y a pesar de su doble isquemia cardiaca, continuaba sus charlas de profundo contenido ideológico en los más apartados centros de trabajo. No dejaba de escribir versos militantes, ni de colaborar asiduamente en todas las publicaciones revolucionarias de nuestra tierra.
La muerte de su madre, en abril de 1951, representa el acontecimiento más dramático y estremecedor de su vida. Con ese motivo publica su hermosa elegía Doña Martina y en 1953 cuando, en medio de aquel desvaído centenario de José Martí, organizado por la dictadura de Fulgencio Batista, escribió su célebre poema Padre nuestro, única señal de dignidad en aquella conmemoración oficial envilecida por la hipocresía y el entreguismo.
La Limpia del Escambray, Playa Girón y la Crisis de Octubre, le inspiran sus Odas milicianas (1961-1962) que lee a los combatientes revolucionarios en las trincheras, salvaguardas de la joven Revolución.
Cuando la muerte lo sorprende en La Habana, justo a las 10:45 de la mañana, del 15 de junio de 1966, producto de una afección cardiovascular. Trabajaba para el pueblo y su proyecto social, a quienes dedicó todas las energías.
La noticia sacudió al panorama todo de la nación. Del Poeta dijo su amigo Nicolás Guillén: Navarro Luna fue un poeta que supo tener alas cuando ellas fueron útiles, y plomo en los pies cuando hubo que andarse con paso firme por un camino lleno de asechanzas. Por eso es un poeta de cuya obra fluye la vida que se halló en los caminos de la patria y que su poesía nos devuelve como la tibia leche de una ubre. Navarro no está con nosotros, sino en nosotros”.