¿Por qué lo hizo? “No pudo con la deuda”, exclamó un vecino. “No la dejaron salir”, dijo su compañera de aula. “Iba preso y no lo resistió”, comentó la madre. “El abuso en casa era insoportable”, expresó su hijo. Alrededor de alguien que eligió el suicidio rondan numerosas historias.
No somos ajenos al fenómeno, pero tampoco lo llamaríamos -común. Es un acontecimiento lamentable que se efectúa cuando la mente se nubla y nos derrota. Dentro de las causas de fallecimiento de una persona, esta alberga cierto misterio, porque lo usual no es quitarse la vida.
Rubén Martínez Villena, en su poema Canción del sainete póstumo manifestaba: Aunque la muerte es algo que diariamente pasa, un muerto inspira siempre cierta curiosidad. Y si acaba de forma intencional, nos interesamos más en ese asunto.
Dentro de los pensamientos suicidas convergen múltiples razones. Existe aquello a lo cual llamamos detonante, sin embargo, hay acciones, palabras, períodos que marcan y no dejan ver la salida. “Es un mal momento”, dicen algunos, pero la decisión no es remediable.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta es la cuarta causa de muerte en todo el mundo y se agudiza en casos de adolescentes. Para los expertos no existe una única raíz. Enfermedades como la ansiedad y la depresión se asocian al contexto.
La OMS con el interés de promover una salud mental favorable y al apoyo psicosocial, acordó que cada 10 de septiembre se celebraría el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Lejos de convertirlo en un tema tabú, se busca la visión social y el apoyo.
Como decisión personal que es, nadie tiene la culpa, aunque algo o alguien influya. Los intentos fallidos no son expresiones de rebeldía, por el contrario, buscan llamar la atención. Tengamos en cuenta la complejidad del proceso comunicacional en cada ser humano.
El suicidio no llega de golpe, previo al fin queda una estela de comportamientos como señales de alarma. Por ejemplo, el aislamiento, la mención del tema de forma desafiante, incluso en tono de amenaza; las despedidas, la persona inicia un reconocimiento de lo positivo que ve en su entorno y lo manifiesta, pero no se aparta de la soledad o la depresión. Algunos acuden en busca de especialista días u horas antes de proceder.
Vivimos momentos difíciles, libramos batallas internas que nadie conoce, tenemos heridas emocionales e inseguridades, porque somos humanos y es parte de nuestra humanidad. Por ello, seamos empáticos y practiquemos la cultura de la escucha cuando alguien lo necesite.
Mi abuela afirma que la vida es un regalo y por tanto, no debemos provocarnos la muerte. Tenemos momentos tristes y felices, personas que nos quieren o repudian, pero lo más importante es el amor propio, la visión de nosotros sobre nosotros mismos.
Ninguna situación se vuelve insuperable y con certeza me sumo al criterio de que -el tiempo todo lo cura-, o al menos lo hace menos doloroso. Irse sin despedida no es la solución. De todas las elecciones posibles, elije vivir.