Lidia Doce nació el 27 de agosto de 1916, cerca de Holguín. Clodomira el 1 de febrero de 1936 en Cayayal, sitio del hoy municipio montañoso de Bartolomé Masó, en las estribaciones de la Sierra Maestra, Granma, nunca aprendió las letras por falta de escuelas.
Desde jóvenes, se unieron al Ejército Rebelde y trabajaron como mensajeras con el Che y Fidel.
Lidia demostró su rebeldía contra el gobierno del dictador Fulgencio Batista desde el mismo instante en que se produjo el golpe de estado del 10 de marzo de 1952; momento que aprovechó para sumarse a la lucha guerrillera siguiendo el mismo camino de su hijo Efrain.
Se traslada a La Habana y luego regresó al Oriente cubano, se instala en la localidad serrana de San Pablo del Yao, en la Sierra Maestra conoció al Comandante Ernesto Guevara de la Serna.
Sobre el encuentro, el Guerrillero Heroico escribiría: “Conocí a Lidia apenas a unos seis meses de iniciada la gesta revolucionaria. Estaba recién estrenado como Comandante de la Cuarta Columna y bajábamos, en una incursión relámpago, a buscar víveres al pueblecito de San Pablo del Yao… Una de las primeras casas de la población pertenecía a una familia de panaderos. Lidia, mujer de unos cuarenta y cinco años, era uno de los dueños de la panadería. Desde el primer momento… se unió entusiastamente y con una devoción ejemplar a los trabajos de la Revolución.”
Desde ese entonces Lidia se convirtió en emisaria del Ejército Rebelde, y cumplió con decisión las más difíciles encomiendas. Nació la capitana Lilí, querida y respetada por los guerrilleros. Como mensajera trasladó hasta la capital cubana todo tipo de informaciones comprometedoras.
Ella y la también combatiente rebelde Clodomira Acosta, eran los enlaces de mayor confianza, el lazo de los luchadores de la Sierra Maestra.
Clodomira Acosta, era una campesina manzanillera que nació el primero de febrero de 1936, en la Sierra Maestra. Tenía solo 20 años cuando se sumó al Ejército Rebelde, en junio de 1957, sirviendo de efectivo enlace entre la Columna Uno del Comandante en Jefe Fidel Castro y otras fuerzas que operaban en la Sierra Maestra y en el llano.
Una riesgosa misión confiada a ella por el alto mando del Ejército Rebelde las conduce por diferentes vías a La Habana, Lidia fue la primera en llegar, eran los días finales del mes de agosto de 1958.
El 11 de septiembre de 1958 las dos revolucionarias se encontraban en una casa del reparto Juanelo, donde se ocultaban cuatro jóvenes perseguidos por la tiranía batistiana.
En la madrugada del día 12 de septiembre de 1958 un grupo de sicarios de la tiranía batistiana, al mando del asesino Esteban Ventura Novo, rodeaba el edificio de la calle Rita, marcado con el número 271, en el Reparto Juanelo, de la capital cubana, donde radicaba una casa del Movimiento 26 de Julio, y donde estaban Alberto Álvarez Díaz, Onelio Dampiel, Leonardo Valdés y Reinaldo Cruz y ellas dos.
Los cuatro jóvenes fueron asesinados a mansalva mientras a Lidia y Clodomira las sacaron a empujones y fueron trasladadas por Ariel Lima y Eladio Caro a la Quinta Estación de la Policía, donde pese a ser salvajemente torturadas, no delataron a sus compañeros de lucha.
Ambos torturadores antes de ser fusilados en enero de 1959, se refirieron en forma similar a los últimos momentos de aquellas valientes mujeres. Eladio Caro dijo: “¿Ve usted está cicatriz? Me la hizo la bandolera esa de Clodomira clavándome los colmillos en el hombro.
Y continua confesando el crimen…”El día 13 de septiembre las mandó a buscar Ventura conmigo, y las trasladé a la Novena Estación. Al bajar al sótano Ariel Lima la empuja y Lidia cayó, casi no podía levantarse, por lo cual Ariel le dio con un palo en la cabeza y ella se dio un golpe con el contén, tan fuerte que casi se le saltaron los ojos.
“La mulata flaquita se me soltó y le fue arriba, arrancándole la camisa, mientras le clavaba las uñas en el rostro. Traté de quitársela y ella se viró saltando sobre mí, y en forma de horqueta se encajó sobre mi cintura y para que se soltara tuve que golpearla a palo limpio, hasta noquearla.
Así de manera burda y cruel cuentan todas y cada una de las torturas hechas a Lidia y Clodomira.
Varios compañeros visitaron el necrocomio y allí yacían los cadáveres de Reinaldo Cruz, cuyo cuerpo presentaba 52 perforaciones de bala y otras tantas sus compañeros, Alberto Álvarez, Onelio Dampier y Leonardo Valdés; pero no había ninguna fallecida.
Solo logrado el triunfo de enero se pudo saber la verdad sobre Lidia y Clodomira.
Del reparto Juanelo fueron llevadas a la Oncena Estación y allí se enseñaron salvajemente con ellas. Trataron de sacarle algunas palabras, pero no dijeron nada. En sacos con arena fueron lanzadas al mar.
Al referirse a ellas, Fidel dijo: “Mujeres heroicas… Clodomira era una joven humilde, de una inteligencia y una valentía a toda prueba, junto con Lidia torturada y asesinada, pero sin que revelaran un solo secreto ni dijeran una sola palabra al enemigo”.
El Comandante Ernesto Guevara, expresó su respeto por ambas mujeres:
«Sus cuerpos han desaparecido, están durmiendo su último sueño, Lidia y Clodomira, sin dudas, juntas, como juntas lucharon en los últimos días de la gran batalla por la libertad (…) Dentro del Ejército Rebelde, entre los que pelearon y se sacrificaron en aquellos días angustiosos, vivirá eternamente la memoria de las mujeres que hacían posible con su riesgo cotidiano las comunicaciones por toda la isla, y entre todas ellas, para nosotros, para los que estuvimos en el frente número uno, y personalmente para mí, Lidia ocupa un lugar de preferencia».