Bendición de la bandera en Bayamo: Ejemplo de patriotismo y unidad revolucionaria

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Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 8 noviembre, 2024 |
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FOTO/ Luis Carlos Palacios

El líder de la Revolución cubana, general Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, estableció en Bayamo la jefatura del Ejército Libertador y el Gobierno Provisional Revolucionario desde el 20 de octubre de 1868, donde decretó la formación de las Milicias Cívicas, la apertura de escuelas gratuitas y obligatorias, costeadas por el Estado, academias de idiomas y el servicio militar obligatorio entre los 18 y 40 años de edad.

En la edición del 7 de noviembre de 1868  Carlos Manuel de Céspedes planteaba en el periódico insurrecto El Cubano Libre: “Es necesario que a la obra de la destrucción siga la de edificación; destruir sin edificar es preparar una ruina inevitable”.Y en otro párrafo precisaba con visión de futuro: “Derrocamos instituciones despóticas y aspiramos a gozar de la libertad; pues bien, procuremos educar a los hombres para ese régimen”.

El fin del estadista bayamés era llevar a la práctica los principios republicanos y democráticos que animaba el ideal de la independencia.

LA ORGANIZACIÓN DE LA CEREMONIA

Aunque la dirigencia revolucionaria estaba penetrada de un pensamiento librepensador y abanderada del laicismo y la libertad de credos, no afectaron sustancialmente las prerrogativas de la Iglesia católica. Más bien, en aras de la unidad, comenzaron a integrar al clero a la lucha emancipadora.

El cura Diego José Baptista fue nombrado vicario general, al tiempo que Emiliano Izaguirre y Juan Luis Soleliacrecibieron la condición de capellanes del Ejército Libertador.

Muchas familias bayamesas pidieron a los líderes de la Revolución la celebración de un Te Deum para festejar la victoria, en la Iglesia Parroquial Mayor, a cargo del vicario general Diego José Batista.

Elgeneral Carlos Manuel de Céspedes no solo la autorizó, sino que solicitó la presencia de las unidades militares patrióticas presentes en la ciudad. Muchos patriotas le pedían que una vez concluido el acto religioso, realizar un paseo a caballo por las principales calles de Bayamo, llevando a la cabeza la bandera tricolor y la banda de música del maestro musical Manuel Muñoz Cedeño.

Por su parte, el teniente general Pedro Felipe Figueredo (Perucho)quería cantar la marcha La Bayamesa por un coro de 12 muchachas.

Desde el vienes 6 de noviembre, Céspedes y Perucho Figueredo ordenaron a los jefes y oficiales del Ejército insurrecto concurrir con las tropas a la misa del domingo 8 de noviembre, donde sería bendecida la bandera tricolor destinada a la División La Bayamesa.

Se planteaba que una vez glorificado el pabellón tendría lugar una procesión cívica con la asistencia de las corporaciones políticas y militares del Gobierno Provisional Revolucionario.

Ese domingo, bien temprano, la Iglesia del Santísimo Salvador se llenó de una multitud que vestía con ropas de color azul, blanca y roja. En las solapas y hombros de las gentes podían distinguirse las escarapelas separatistas. Las campanas no dejaban de tañer.

En lo alto de la torre fue izada la bandera de La Demajagua, que había cosida por la bayamesa Candelaria Acosta (Cambula) y ya bendecida en el templo de Barrancas. Para la ocasión se utilizaría la bandera cosida por Felicia Marcé Castellano, grande y primorosa. Tenía diez metros de largo, por uno y medio de ancho.

En dos hileras formaron los integrantes de la División La Bayamesa y frente a ellos la banda de música del maestro Manuel Muñoz Cedeño.

DENTRO DEL TEMPLO MAYOR

A las10:00 de la mañana la multitud se aquietó y un murmullo recorrió las filas, porque había salido del ayuntamiento en dirección a la Iglesia Mayor Carlos Manuel de Céspedes, a quien el pueblo abría el paso.

Avanzaba acompañado de su Estado Mayor, dirigido por el general Perucho Figueredo. Antes de llegar al templo, el pueblo pretendió cargar a Carlos Manuel en hombros, pero los oficiales lo impidieron y le despejaron el trayecto hasta la puerta del templo.

La orquesta del maestro Muñoz irrumpió el espacio con los sonidos marciales del Himno de Bayamo, por lo que todos se pusieron en firme y con respeto escucharon la marcha patriótica. De seguido atronaron los gritos de ¡Viva Cuba independiente! ¡Viva Carlos Manuel de Céspedes!

A duras penas, Céspedes avanzó hasta el atrio, donde lo esperaba el padre Baptista, vestido con sus insignias sacras. A su lado izquierdo estaba el padre Izaguirre, quien sostenía el palio aún plegado, y a la derecha Candelaria Figueredo con la tricolor bandera insurrecta.

El vicario mayor lo invitó a entrar al interior de la iglesia, pasando ambos por debajo del pabellón patrio. En ese momento quedó el palio abierto, sostenido por los extremos por los padres Izaguirre y Soleliac.

El interior del templo estaba abarrotado de personas, las que ocupaban todos los bancos. El público, puesto de pie, contemplaba Céspedes en absoluto silencio, cobijado por el dosel pontífice.

El padre Batista lo condujo, siempre bajo el palio, al lugar destinado a los dignatarios que visitaban la iglesia como un auténtico jefe de Estado. Al llegar al altar Canducha Figueredo entregó la bandera al teniente general Luis Marcano, colocándose a la izquierda de Céspedes.

El máximo jefe revolucionario quedó de pie frente al altar. Su rostro severo, su gallardía, era el punto convergente de todas las miradas. De seguido el padre Batista extendió sus brazos para comenzar el Te Deum en obsequio de la Revolución.

En medio del más absoluto silencio comenzó el padre Batista la regia ceremonia eclesiástica, con rezos y peticiones al Creador para que aquella lucha terminara de manera victoriosa para los hijos de Cuba.

Concluida esta liturgia, se procedió a bendecir el pabellón libertario. Entonces Marcano entregó el estandarte al hombre de La Demajagua, quien lo sostuvo por el mástil con fuerza. El padre trazó con su mano delante de ella la señal de la cruz, mientras que de sus labios brotaban, enérgica y sonora, una oración de victoria y fortuna para que siempre resplandeciera como símbolo sagrado de la nación cubana.

Las campanas tocaron nuevamente con arrebato: había concluido la ceremonia religiosa.

DOCE VOCES CANTAN A LA PATRIA

De nuevo  Carlos Manuel de Céspedes, en todo momento bajo el sagrado dosel, guiado por el padre Baptista, salió hasta el atrio. Afuera la multitud gritaba enardecida: ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva Carlos Manuel de Céspedes! El Libertador adelantó unos pasos, contempló brevemente a sus compatriotas y gritó: “¡Bayameses: ¡Viva la Libertad!”

En medio del frenesí popular  avanzaron hasta Céspedes el general Perucho Figueredo, Felicia Marcé, Candelaria Figueredo y Adriana del Castillo, muchachas sobresalientes por su belleza y patriotismo. Ellas querían en nombre  de la juventud bayamesa entregar al presidente-general una escarapela, confeccionada primorosamente por Felicia para que la llevara entre sus prendas de vestir.

El noble gesto fue agradecido por Carlos Manuel y sólo pidió que se hicieran muchas más para ser entregarlas a los jefes y oficiales del Ejército Libertador. Entonces ofreció su pecho para que la escarapela formara parte de sus insignias. A Adriana correspondió prender el distintivo en su uniforme. En gratitud, Céspedes estrechó en sus brazos a las tres jóvenes y les deseo días venturosos para su vida.

El cura Soleliac comenzó a repartir a los combatientes escapularios y estampas de la Virgen de la Caridad. Con una de las estampas en la mano, Céspedes saludó a la muchedumbre y puso bajo la protección de la patrona, la virgen trigueña y cubana, al Ejército Libertador.

De seguido se coloraron frente al público las doce doncellas integrantes de un coro. Ellas eran Candelaria y Elisa Figueredo Vázquez, Adriana del Castillo, Ana y Victoria Rodríguez, Inés, Isabel y Ana Jerez, Catalina García, Amelia Montero, Caridad González y Ana Estrada.

Lo más sublime del momento era que la coral la formaban seis jóvenes blancas y seis negras, hermanadas por el ideal de la justicia que hacía gala aquella generación.

Ellas entonaron con bellísima voz el Himno de Bayamo, bajo la conducción del maestro Manuel Muñoz.

LA PROCESIÓN CÍVICA

A continuación se realizó la procesión cívica, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, Perucho Figueredo y Jorge Carlos Milanés, llevando a su lado a la abandera Canducha Figueredo.

A los acordes de la música y del himno de la patria recorrieron las principales calles de la ciudad, sumando un mar de pueblo patriótico y entusiasta.

Los festejos concluyeron con un discurso de Perucho Figueredo frente al ayuntamiento municipal, donde ponderó la dignidad, bravura y pasión de los bayameses por la independencia y la libertad.

Fuentes: Candelaria Figueredo: Autobiografía (1929); Carlos Manuel de Céspedes y Quesada: Las banderas de Yara y Bayamo (1929); José Maceo Verdecia: Bayamo (1936);  y Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo: Escritos (1982).

FOTO ANEXA

PIE 1Bendición de la bandera por el pintor Julio de Sangles, en la catedral del Santísimo Salvador Bayamo.

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