Remembranza de una epopeya (+fotos)

El 22 de diciembre se cumplen 63 años de que cuba se declarara territorio libre de analfabetismo, fenómeno cultural más importante ocurrido en América Latina en la segunda mitad del siglo XX. Un sueño de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro hecho realidad.
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Por Bella Nieve Ledea Brizuela (Alfabetizadora y Licenciada en Historia y Ciencias Sociales) | 22 diciembre, 2024 |
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Al llamado del Comandante en Jefe Fidel Castro, dije presente. Todo joven que se sintiera revolucionario podía incorporarse a las zonas más intrincadas de Cuba y preparar las condiciones para la Campaña de Alfabetización.

Fui ubicada en El Helechal, a ocho kilómetros de Playa Girón, en casa de la familia de Julio y Antonia. Su vivienda era un vara en tierra, con un saco de yute como puerta. Allí conocí la precaria situación del campesino cienaguero y su lucha tenaz por la supervivencia.

Me sorprendió la invasión mercenaria y, con las personas del lugar, pasé momentos difíciles. Nos escondimos en sitios inhóspitos, para protegernos de los bombardeos y la metralla enemiga. Fueron tres días de sufrimiento y desvelos, pero siempre tuve mucho cuidado y cariño de todos los campesinos, en el refugio.

Después de la invasión, alfabeticé, además, en Playa Girón, en el cuartón Jocuma y, en la recta final, en Aguada de Pasajeros, ya que en este territorio peligraba el cumplimiento de la Campaña.

Aún recuerdo las imágenes de los bohíos, las camas de cuje con la yerba seca como colchón, cocinar con cuatro piedras, debajo de los árboles, bañarse y hacer las necesidades fisiológicas en el monte, ingerir el agua salobre de la ciénaga, vivir entre plagas, insectos, cangrejos, majaes, curarse las enfermedades y mordidas de cocodrilos con las yerbas de la zona.

Los pobladores jamás habían visto médicos ni maestros. Con ellos, aprendí a hacer carbón y a alimentarme de animales asados o hervidos, como jicotea, anguila, majaes, palomas.

Lo más importante que aprendí fue la sensibilidad humana, la admiración profunda por esta gente humilde, sincera, solidaria, abandonada por los gobiernos de turno antes del triunfo de enero de 1959.

Al reflexionar, con el tiempo, pienso: ¡qué acertada idea la del Comandante en Jefe de realizar la primera cena, después del triunfo de la Revolución, con los campesinos cienagueros!

Como a mí, a muchos otros la Campaña de Alfabetización iluminó nuestro sendero en la vida.

DESPERTAR EL RECUERDO

Yolanda Morales Mariscal, brigadista Conrado Benítez, maestra Makarenco, licenciada en Español y Literatura, siente el paso del tiempo, pero “aún dentro de mí quedan las más bellas experiencias adquiridas en el tan lejano, pero tan cerca, 1961.

“¡Qué insondable regocijo sentimos los jóvenes de esa generación, cuando con lápiz, cartilla, manual, nos lanzamos hasta los puntos más remotos de nuestro verde caimán del Caribe, a llevar la luz de la enseñanza a los que estuvieron olvidados y formaban parte del alma de la Patria, nuestros queridos campesinos!”

Como alfabetizadora en Manga Larga, Villa Clara, ser parte de aquellos campesinos le dio a Yolanda un gran conocimiento de las cosas bellas de la vida.

“Con ellos aprendí que la tierra amada y cultivada nos daba todo para vivir, aprendí sobre el amor a esos animales que embellecían el entorno, pero que a su vez todos nos daban el alimento, desde la gallinita “Pinta”, la vaquita “Dulzura” y el puerquito “Colorín”.

“Hay sentimientos que con el decursar de los años jamás se borrarán. Amor, amistad, nobleza, trabajo, familia, honradez y algo inolvidable, el olor de la tierra fecunda, el sentimiento de amor al terruño, que todo esto sintetiza: Patria. Yo los alfabeticé y ellos me alfabetizaron en el gran río que es la vida y envolverme para siempre en el eterno abrazo del agradecimiento”.

EL VALOR DEL SACRIFICIO

La maestra bayamesa Marta Burquet Arias alfabetizó en el Cuartón de Rojas, Cauto Embarcadero. Albergada en la vivienda de Jesús Núñez (Chucho), se trasladaba hacia la granja Fernando Hechenique, para enseñar a los obreros.

 

“Tenía que caminar diariamente dos kilómetros, pero lo realizaba con mucho amor, porque sabía que ellos me esperaban después de realizar largas jornadas en el campo, venían extenuados, pero con muchos deseos de aprender, a veces se dormían en el aula improvisada. Me sentía útil y aprendí con ellos a valorar el sacrificio que se hace para cumplir una tarea.

“La Campaña fue para mí una gran escuela, vino a completar mi convicción e identidad como cubana, a amar y defender mi Patria. Digo completar, pues ya había escalado el Pico Turquino como joven rebelde y cursado una escuela política; por eso haber integrado este hermoso ejército fue la consolidación de mi conciencia para formarme como una cubana digna”.

SAPIENSA NATURAL

Remigio y Olga acogieron como a una hija a la adolescente jiguanicera Vilma Ledea Brizuela, quien llegó a Ventas de Casanova, Contramaestre, llena de ilusiones, como parte de la brigada Conrado Benítez.

“Los campesinos me cuidaban y saludaban con mucho cariño. De ellos bebí su sapiencia natural sobre la tierra como sustento fundamental, la trabajaban con amor y mucha destreza recibida de sus ancestros.

 

“Con el señor de la casa (Bolo), aprendí a ordeñar vacas. Salíamos al amanecer, el rocío impregnado en la yerba y arbustos mojaban mis botas, el rostro. Ese frescor y la salida del sol en el horizonte, jamás los he olvidado.

Recuerdo que mis alumnos me esperaban ansiosos por leer cada palabra de la cartilla, y cuando lo lograban, sus ojos se iluminaban como una estrella en el firmamento.

“La Campaña de Alfabetización fue un despertar de mi conciencia como cubana, jamás olvidaré esa hermosa etapa de mi vida. En aquel lugar me celebraron mis quince a la usanza campesina. ¡Qué emoción! Hoy, con más de siete décadas, los recuerdos están tan frescos como el rocío del amanecer”.

LA MADUREZ DEL FERVOR REVOLUCIONARIO

“Yo aún jugaba a las muñecas o a las casitas. Tenía sólo diez años, pero ya me invadía el fervor de los jóvenes de aquellos tiempos y ante el llamado de la Revolución, por la educación familiar brindada, sin esperar nada a cambio, me desempeñé como Alfabetizadora Popular,  en el entorno del barrio La Maboa, en Jiguaní”.

Daysi Diéguez Frómeta alfabetizó a dos miembros de la familia Valero: María y Rosario, los cuales le acogieron con mucho amor. “Con una madurez inexplicable,  cumplí orgullosamente la tarea. Además, luego tuve el privilegio de haber enseñado a leer y escribir a mi madre, acción que dibujó una página más en la historia de una niña que no fue la única, otros formaron parte de la lista interminable de un magisterio en embrión que años después conformó una acabada profesión, porque, al decir del Apóstol, “me hice maestro, que es hacerme creador”.

CONSAGRADO COMUNISTA

Merecedor de la condición de Educador Destacado del siglo XX y la medalla Frank País, Manuel Salvador Cedeño aprendió de su participación en la Campaña de Alfabetización, primero, a vivir sin el amparo de sus padres. “Así conocí la unidad y cuánto vale el compañerismo y la solidaridad con los demás”, afirma.

“Enseñaba a milicianos artilleros, tan pobres y humildes como yo, que me instruyeron en el manejo de las armas para defender la Patria. Dormíamos en hamacas, en medio del monte, abrigados por la oscuridad. Eso me enseñó a compartir lo poco que tenía y brindar mis esfuerzos sin pedir nada a cambio.

“Me convirtió en un revolucionario y a ser lo que soy hoy: un consagrado fidelista comunista”.

CAMINO AL MAGISTERIO

La jiguanisera María Catalina Rosabal Santiesteban narra que, al principio, una familia la rechazó por ser negra. “En aquellos tiempos el racismo estaba muy arraigado. Alfabeticé en Puerto Esperanza, Pinar del Río, en otro hogar, donde me acogieron con mucho cariño y me sentí parte de ellos.

“Aprendí de sus buenas cualidades, como el amor al trabajo, a la familia, a la Patria, y me apropié de sus costumbres. Esto me conllevó a decidirme por emprender el hermoso y decoroso camino hacia el magisterio”.

EL MAESTRO

A los 15 años, Efrén Evelio Rodríguez Ricardo salió de su barrio natal rural, en Holguín, en marzo de 1961, con el propósito de formarse como maestro de montaña, en San Lorenzo, Sierra Maestra.

En el Centro vocacional para maestros primarios, tuvo la doble condición de estudiante y alfabetizador. Dormían  en unas hamacas enormes, el baño era en los ríos y, por supuesto, solo había letrinas. La vida era bien distinta a la de ciu­dades y pueblos.

Se pidió que los futuros maes­tros de montaña enseñaran a leer y a escribir a los analfabetos de la zona y así fue como Efrén llegó a la casa de Alberto y Nila.

“De esa familia, el que era analfabeto total era el hombre, la esposa dominaba el abecedario, lo cual fue una fortaleza para cumplir la tarea en tiempo”.

En 1961, la mayor de las Antillas se convirtió en un volcán en erupción, desde la punta de Maisí al Cabo de San Antonio era un ir y venir de gente armada para participar en una batalla, los pertrechos de guerra: lápiz, libreta, cartilla, manual y el grito de guerra era: “Si sabes enseña y si no sabes aprende”.

 

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