Más de un año dedicó Fulgencio Batista a organizar el golpe del 10 de marzo de 1952 rodeándose de militares retirados que mantenían contacto con personal en activo dentro del ejército para preparar las condiciones del golpe pues estaba consciente de que su triunfo electoral no era posible el Primero de junio de 1952.
Para lograr su objetivo Batista contaba con el apoyo del mismo ejército que tiempos atrás lo secundó durante 11 años en el poder, el mismo que defendió siempre los intereses imperialistas.
Una vez planificada la estrategia contando con el respaldo de las guarniciones militares habaneras y del interior del país, Batista puso en marcha su última fase: El golpe militar.
Mientras la población habanera descansaba después de una noche de fiestas carnavalescas, un grupo de hombres se reunía en la finca Cuquine, en las afueras de la capital, allí se daban los toques finales del plan. Aproximadamente a las dos de la madrugada partieron rumbo a Columbia, hoy Ciudad Escolar Libertad para la estocada final.
El golpe del 10 de marzo de 1952 dirigido por Fulgencio Batista contra el electo constitucionalmente presidente Carlos Prío Socarrás derogó la Constitución de la República vigente desde 1940 y estableció una dictadura feroz.
Para justificar su acción lanzo una proclama que decía:
“Asumo la Jefatura del Estado y declaro cesadas en sus cargos a las personas que ejercían el Poder Ejecutivo. Este poder se ejercerá mientras dure la actual situación (…) por un Consejo de Ministros, en el que el Primer Ministro asumirá la Jefatura de Estado y del Gobierno, con todas las facultades que le están atribuidas al Presidente de la Republica por la Constitución y por las leyes.”
Este documento tenía carácter antidemocrático. Por la fuerza se autonombraba Jefe de Estado, disolvía las instituciones que representaban el gobierno y nombraba nuevos funcionarios gubernamentales.
El 27 de marzo de 1952, Estados Unidos reconoció oficialmente al régimen de Batista. el embajador estadounidense en La Habana expresó:
Las declaraciones del general Batista respecto al capital privado fueron excelentes. Fueron muy bien recibidas y yo sabía sin duda posible que el mundo de los negocios formaba parte de los más entusiastas partidarios del nuevo régimen.
Los rumores corrían de boca en boca. Las escuelas suspendieron las clases, los bancos no prestaron servicio y las oficinas impedían la entrada de sus empleados. Varios locales fueron ocupados militarmente entre ellos las emisoras de radio que solo transmitían programas musicales que eran interrumpidos para dar a conocer que su salida al aire se veía afectada por razones ajenas a su voluntad.
A partir de entonces en el pueblo reinaba el descontento. Necesitaban un hombre que respondiera a sus intereses y para ello había puesto sus esperanzas en las elecciones que se avecinaban. Con Batista no había esperanzas de progreso.
El momento exige la movilización urgente del pueblo.
Fidel Castro, joven revolucionario con una vasta preparación política puso al desnudo las verdaderas intenciones de la asonada, denunció sin rodeos a su cabecilla y encontró el camino justo para combatir con éxito a la tiranía: desencadenar la insurrección armada popular.
“Su golpe es (…) injustificable, no se basa en ninguna razón moral seria ni en doctrina social o política de ninguna clase. (…) Su mayoría está en el Ejército, jamás en el pueblo. Sus votos son los fusiles, jamás las voluntades; con ellos puede ganar un cuartelazo, nunca unas elecciones limpias…”, expresó Fidel públicamente en un manifiesto escrito pocas horas después del cuartelazo.
El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 significó el surgimiento de una generación política con un nuevo líder, Fidel Castro echaba sus anclas a navegar con proa segura.
Con la lucha armada Fidel trazó su estrategia; tenía bien definido que: ni pueblo sin armas, ni armas sin pueblo. El pueblo es el alma de la Revolución.
Fidel Castro había escrito “¡Revolución no, Zarpazo! Patriotas no, liberticidas, usurpadores, retrógrados, aventureros sedientos de oro y poder.
No fue un cuartelazo contra el Presidente Prio, abúlico, indolente: fue un cuartelazo contra el pueblo, vísperas de elecciones cuyo resultado se conocía de antemano.
Más de adelante señaló…No llame Revolución a ese ultraje, a ese golpe perturbador e inoportuno, a esa puñalada trapera que acaba de clavar en la espalda de la Republica.
Setenta y tres años han transcurrido de aquel acontecimiento que cercenó el ritmo constitucional en el país, multiplicándose la persecución, la tortura y el crimen.
Esta dictadura fue derrocada el Primero de enero de 1959 con el Triunfo Revolucionario del pueblo cubano en una lucha encabezada por Fidel Castro.