El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) fue creado el 24 de marzo de 1959, tres meses después del triunfo de la Revolución, mediante una ley que subrayaba que es el cine el más sugestivo medio de expresión artística y de divulgación, y el más directo y extendido vehículo de educación.
Dicha Ley definía, en su primer artículo, la misión de “organizar, establecer y desarrollar la Industria Cinematográfica, atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana, y en los fines de la Revolución…”. Su presidente fundador fue Alfredo Guevara.
La creación del ICAIC representó en su momento la importancia de una política cinematográfica para un país, y a lo largo de estos sesenta años ha servido de gran escuela para innumerables profesionales y técnicos del audiovisual en toda Iberoamérica, además de promover y facilitar la capacitación constante de los cineastas cubanos, hoy largamente reconocidos y premiados en todo el mundo.
El impacto fue inmediato: sólo en sus primeros diez años hizo posible la realización de obras maestras del audiovisual en el continente como El noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por Santiago Álvarez, primero de su tipo en el mundo y posteriormente declarado “Memoria del mundo” por la UNESCO, así como clásicos continentales como Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, o Lucía, de Humberto Solás.
El ICAIC también permitió un desarrollo más complejo de instancias cinematográficas —en este caso de visibilidad y punto de encuentro, a falta de mercados propiamente dichos— como el Festival de La Habana, y puso sus instalaciones y su personal técnico y profesional altamente calificados al servicio de cinematografías incipientes o menos desarrolladas.