Heredia, poeta y patriota cubano

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Por Luis Carlos Frómeta Agüero | 7 mayo, 2025 |
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El siete de mayo de 1839, en Ciudad México, se produjo el fallecimiento del poeta cubano José María Heredia, uno de los más relevantes creadores latinoamericanos de su tiempo.

Santiaguero de nacimiento, Heredia cursó estudios de gramática latina en la Universidad de Caracas, de entonces datan sus primeros poemas manuscritos conocidos.

En la de La Habana estudió leyes y, hacia 1819, actuó en Matanzas en representaciones de su obra Eduardo IV o El usurpador clemente y compone la tragedia Moctezuma y el sainete El campesino espantado.

Viajó a México donde colaboró en publicaciones periódicas y reunió sus composiciones poéticas iniciales en dos cuadernos manuscritos. Regresó a La Habana, donde obtiene el grado de Bachiller en Leyes. Funda la revista Biblioteca de Damas, estrena la tragedia Atreo, imitada del francés, en Matanzas (1822). En 1823 recibe el título de abogado en la Audiencia de Puerto Príncipe. De regreso a Matanzas, es denunciado por conspirar contra la dominación española y se dicta contra él auto de prisión el 5 de noviembre de 1823. Embarca clandestinamente el 14 de noviembre hacia Boston. Se traslada más tarde a Nueva York y visita distintos lugares de los Estados Unidos.

En 1825 llega a México, donde es designado funcionario de la Secretaría de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores en 1826. Durante algunos meses de ese mismo año fue coeditor de El Iris, las vicisitudes de su carrera administrativa corren parejas con las intensas agitaciones políticas del país. Funda Tlalpam Miscelánea, publica la revista Minerva además de colaborar en varias publicaciones de México. Viaja a La Habana en noviembre de 1836, tras una breve estancia regresa a Veracruz, en enero de 1837, donde se desempeña entonces como redactor del Diario del Gobierno.

El 7 de mayo de 1839 muere, víctima de la tuberculosis, en la ciudad de México, en la casa número 15 de la calle de Hospicios, a la edad de 35 años. Es enterrado ese mismo día en el panteón del Santuario de María Santísima de los Ángeles, trasladándose sus restos al cementerio de Santa Paula, a los cinco años, y posteriormente, por clausura de esta necrópolis, a la fosa común del cementerio de Tepellac.

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