
El bayamés Benjamín Muñoz Ginarte nació el 26 de mayo de 1869, fruto de un amor extramatrimonial de su padre, Manuel Muñoz Cedeño, músico y Maestro de capilla, que instrumentó el Himno de Perucho Figueredo, para una procesión del Corpus Christi.
En el afán de agenciarse medios de subsistencia menos intemporales, Benjamín pasó de aprendiz de barbero a primer violín de la orquesta que regenteaba su padre y, en breve, dominó magistralmente una docena de instrumentos musicales, asegurando contratos en los conjuntos bailables en boga.
RECORRIDOS
Gozaba de juventud, se sentía audaz, quería conocer otras tierras y viajó a Sudamérica, con su violín concertino en una compañía lírica, de ópera italiana. La empresa quiebra en el Perú y regresa a la patria sacándole a las cuerdas de su violín salvador el costo del retorno.
Desembarca en Santiago de Cuba, donde comienza el bachillerato en jornadas de estudio y trabajo. Se aventura nuevamente y marcha a La Habana, para continuar estudios. Eran tiempos de asegurar posibilidades económicas, con títulos, quería llegar a doctor, enfrentando una dura tarea, incluida la familiar: los hijos pasan de la media docena y los ingresos no cumplen sus expectativas en el hogar.
Consolida el trabajo en distintas formas: compone música; la liturgia y los graves acentos del canto gregoriano ocupan un lugar, con su violín, en los coros de los templos católicos y en las cantatas de las fiestas solemnes.
Reparte las horas del día entre ensayos, audiciones teatrales, el trabajo en la Banda Municipal, de La Habana, y en los estudios de la Segunda Enseñanza, en materia de economía.
Con los escasos aportes de la temporada de ópera y del carnaval, paga matrículas y libros, sostiene a la familia, viste y calza durante el año, ajustado a un plan de vida del que no tiene dinero, ni influencias.
Bajo esas circunstancias logra su título de Doctor en Ciencias Físico-Química e ingresa como ingeniero agrónomo en la Estación Agronómica de Santiago de las Vegas, en la que se destaca por sus conocimientos y amor al estudio. Pasa largas horas en la biblioteca, documentándose de todo lo referente a su especialidad, de forma tal que su autoridad en los conocimientos resultaban indiscutibles a nivel de país.
En 1917, inicia un curso de conferencias de extensión de la cultura agrícola, en unión del sabio agrónomo alemán, Doctor Alejandro Barthe, amenizando con oberturas de violín, las disertaciones prácticas acerca de sembradíos y cultivos convenientes, predicando la diversificación de la producción nacional, para no depender solamente de la industria azucarera.
En ese terreno, destaca su Tratado de agricultura cubana, que constituye, en este sector, una de las ramas del saber y contribución al acervo de la cultura nacional.
Su labor por los intrincados campos de Cuba no impidió la continuidad de estudios, como lo atestiguan sus conferencias sobre la Influencia de la Astronomía en el libre pensamiento y, particularmente, la que tituló: La Filosofía y la Guerra, en la que analiza al hombre desde el punto de vista monista, único sistema filosófico, a su modo ver, qué explica la guerra.
Aunque dedicado al cultivo de la Ciencia, es filósofo por temperamento, tocaba el violín todos los días, para soñar despierto. Excesivo en la modestia, era Mason y añoraba a su pueblo, muestra de ello es la Obertura a Bayamo, escrita por él y su hermano Rafael, partitura que aún se conserva.
LA TRASCENDENCIA
Este 26 de mayo se cumplen 156 años de haber nacido el bayamés Benjamín Muñoz Ginarte, quien estuvo, por asignación, junto a Albert Einstein, Premio Nobel de Física, en 1921, durante las horas de paso por Cuba, compartiendo con el eminente científico la modestia y su violín.
*Redactado con la colaboración de Yolanda De La Caridad Aguilera Iglesias