
En el perfil de la gastronomía cubana destacan especialidades que identifican a sus territorios de origen: las guayabitas del Pinar, las rosquitas de Bayamo, los frijoles negros de La Habana, las bolas de Macabí, en Nuevitas… y las lisetas fritas de Manzanillo, tradición cultural registrada como la más añeja de esta urbe costera. Rostro identitario, que desde las últimas décadas del siglo XIX, atrapa el paladar de quien llega la ciudad del Guacanayabo.
EL ORÍGEN
En 1857, la Calle de la Liseta, hoy 12 de agosto, proporcionaba el expendio y consumo hogareño de esta delicia marina. Pronto el español Juan González Sánchez, apodado Juan Singandella, nacido en Villa Llanes, Oviedo, Asturias, en 1824, emigró a Cuba y se estableció en la calle de la Marina, hoy Primero de mayo, donde construyó un quiosco de dos plantas que semejaba una pagoda china, a escasos metros del puerto.
En la planta baja ofertaba liseta frita y en la alta, estableció su aposento, de manera que aquel puesto de venta pronto se convirtió en punto referencial para pasajeros y visitantes que entraban o salían de la ciudad por vía marítima.
Singandella, hombre ocurrente y dicharachero, comenzó a promocionar su producto insignia, con el acento propio de aquel trabajador peninsular:
-Llegue, llegue y pruebe/cómase la liseta/ que si come la cabeza/no se va de Manzanillo.
De tanto repetir la letra, los pobladores de la urbe la adoptaron como suya: el que come la cabeza de liseta frita se queda en Manzanillo, y aunque parecía poco elegante comerla con las manos, pocos resistían la tentación, y lejos de ser un mal hábito educativo, devino esencia de una tradición cultural que se mantiene.
Inspirado en la delicia de este pescado marino, el sonero Cándido Fabré, dejó para la posteridad el tema que la promociona:
Qué rica la langosta/qué sabroso el camarón/qué bonita la glorieta/ y qué cadencioso el son/La Pinilla qué buen ron/qué bueno el café del seis/Paulino con su pregón/Manzanillo si es mamey/Así pregonaba yo/hasta que llegué a una fiesta/y Matilde me pidió/que probara la liseta/al comérmela completa/ te lo juro mi compay/que le dije a aquella prieta/traiga 40 si hay…
PARTICULARIDADES
La liseta es de carne blanca y escasas espinas, algunas alcanzan hasta 35 cms de longitud, su cuerpo es plateado grisáceo y abunda en el Golfo de Guacanayabo.
La tradición plantea que originalmente se utilizaba aceite de oliva para freírla, pero actualmente es bienvenido cualquier tipo de aceite vegetal, acompañada con casabe remojado o tostones. También se aconseja prepararla con arroz amarillo y trozos del pescado. ¡Qh!, las huevas de este ejemplar: suaves y gustosas, son potencialmente afrodisíacas.
CAYO CONFITE
Con el paso del tiempo el antiguo local desapareció, para dar paso a otro más elegante y confortable, el restaurante Lisetera Cayo Confite, ubicado frente al litoral manzanillero.
En sus momentos de esplendor, ofertas y precios navegaron en aguas apacibles, como las del Guacanayabo. A bordo: visitantes y artistas nacionales, franceses, españoles, chinos, africanos, árabes… testificaron el placer de una expedición al paladar que, lamentablemente, ha caído en desabastecimiento.
LEGADO
El español Juan González Sánchez, apodado Juan Singandella falleció en Manzanillo en 1910, a los 85 años de edad. Al morir , dejó el quiosco a su empleado Higinio Coterón, y a la ciudad, le legó el dicho tan famoso de sus lisetas fritas, que ha perdurado a través de varias generaciones de manzanilleros.