Las luchas bayamesas de 1795

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Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 8 junio, 2025 |
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Bayamo, presente en la lucha por la libertad y la justicia social.

La conspiración que venía organizando en la villa San Salvador de Bayamo el pardo libre Nicolás Morales, a la cual había sumado esclavos, libertos y hacendados blancos de ideas progresistas, fue descubierta el 7 de junio de 1795, hace 230 años.

El pardo Pedro Calunga, miembro de la 4 compañía del batallón de pardos, la delató ante el teniente gobernador y capitán a guerra, el comandante de origen santiaguero Francisco Sánchez Griñán.

En el acto las autoridades detuvieron a una veintena de personas, pero, avisado a tiempo Nicolás Morales logró escapar hacia la comarca de Holguín.

Sin embargo, días después fue hecho prisionero por el hacendado bayamés don Luis de Silva y conducido fuertemente amarrado a la cárcel de Bayamo.

PRIMERAS INCITACIONES DEL CONATO

Nicolás Morales contaba con 50 años de edad y había nacido esclavo en una de las haciendas de Bayamo. Logró comprar su libertad y se dedicó a la labranza. Integró la compañía de milicias de pardos y morenos, donde por su dedicación y disciplina alcanzó la categoría de teniente.

El propósito inicial del conato era reclamar al teniente gobernador de la villa bayamesa la vigencia de la llamada “Célula de Gracias a Sacar”, firmada por rey de España, Carlos IV de Borbón, el 10 de febrero de ese año.

Esta pragmática era de mucha importancia para los mulatos y pardos, porque les permitía adquirir ciertas prebendas mediante un expediente para “blanquear” su nombre, es decir, mediante el pago de 800 reales de vellón, quedaban equiparados a la raza blanca. Les servía para canalizar los deseos reprimidos de los hijos de blancos con la gente de color, entre ellos, el disfrute de cargos públicos y la exacción de ciertos impuestos y tributos.

Además, los oficiales de alto rango podrían recibir salarios por sus servicios, siendo el de los mulatos de 40 pesos; y lograrían portar armas fuera de las actividades del servicio militar.

AUMENTO DE LA BASE SOCIAL DEL PROYECTO

Sin embargo, en su activa y reservada propaganda, el humilde labrador fue mucho más allá de pedir ascensos en la escala social. Quería suprimir las abusivas alcabalas y otros impuestos porque, a su decir, oprimían al pueblo, y que quedasen solamente como impuestos el diezmo y las primicias.

También decía que las tierras debían entregarse a los pobres porque todas las tenían los ricos y que los curas debían retirarse a predicar a los conventos.

En su lucha, pretendía preparar una exposición al monarca Borbón, con el objetivo de ponerlo al tanto de cada una de estas justas medidas.

Estas demandas encontraron eco en todos los sectores sociales de Bayamo, ya que debían pagar las alcabalas, un impuesto del 6 %  por todo tipo de compraventas. Por eso, la apoyaban los pequeños propietarios, los comerciantes, los hacendados y los azucareros y tabacaleros.

La alta esfera eclesiástica pintaba a los productores, cuando eludían pagar el diezmo, como hombres ansiosos de lucro, avaros, irreligiosos y esclavistas brutales.

Llegados a este punto, se revelan con más claridad los verdaderos intereses que defendían Nicolás Morales y sus seguidores. No eran los de la esclavitud, ni los de los grandes hateros. Eran, justamente, los intereses de los pardos y mulatos libres en su condición de campesinos pobres.

Estas medidas constituían un paso de progreso hacia la igualdad, la justicia y la libertad, especialmente en el momento histórico en que las banderas igualitarias de la Revolución francesa batían con fuerza en la fronda sudamericana.

Es sumamente interesante la búsqueda de la unión entre blancos, pardos y mulatos libres que aspiraran a un papel más protagónico en la vida económica, social, política y cultural de Bayamo. Expresa, claramente, el idilio de formar una sociedad más humana y más justa. En esta dirección, el repartimiento de la tierra y la revisión de los tributos podrían crear vías para la unidad de los factores heterogéneos y dispersos a integrarse en el nuevo cuerpo social.

El patriciado criollo de Bayamo quería gobernar la jurisdicción por sí mismos, a través de los alcaldes ordinarios. En varias ocasiones se levantaron indignados contra el nombramiento de funcionarios foráneos, especialmente de los tenientes gobernadores. Sin dudas, detrás de Morales, influía una mentalidad más suspicaz y más creadora.

LOS ROSTROS DE LOS IMPLICADOS

En su primera declaración Nicolás Morales señaló que en aquella lucha no estaba solo, porque algunos “caballeros blancos” formaban parte del plan, pero tuvo el cuidado de no revelar ningún nombre.

Fue en la confesión del estanciero Manuel Rodríguez que apareció el alarmante dato de que el teniente gobernador sería sustituido en el mando regional por el doctor en Leyes Manuel de Estrada, quien era el “protector” del pardo rebelde.

Así, empezaron a ser conocidos los dos primeros blancos envueltos en el complot: el abogado don Manuel José de Estrada y Oduardo y su primo, don Gabriel José de Estrada y Santiesteban. El primero había sido alcalde ordinario primero de la villa de Bayamo en 1782 y 1793 y desde 1794 se desempeñaba como regidor y alguacil mayor. El segundo, era hijo del capitán de milicias blancas don Andrés José de Estrada y Orellana y tenía la categoría de cadete en dicho cuerpo armado.

A la lista de los blancos detenidos y encerrados en la cárcel se sumaron Manuel Vejerano, Ramón Rodríguez Ávila, Juan Antonio Torres, Diego Matías Pérez, Diego Guerra, Miguel Ávalos, Diego Simón Hernández, Dámaso Moreno, Marcos Velázquez y don Felipe Santiago Rodríguez, entre otros.

La conspiración bayamesa inquietó mucho a las autoridades colonialistas, por tener como eje amplias miras sociales y tratar de resolverlas mediante una insurrección. El capitán general Luis de las Casas y Aragorri requería informes cons­tantes desde La Habana.

El 1 de septiembre de 1795, el capitán a guerra Francisco Sánchez comunicaba al general vasco de la prisión de Nicolás Morales y trasmitía su creencia de que era el principal promotor del conato. Hasta ese momento se había interrogado a doce cómplices y aseguraba que ya estaba cortada toda la sedición.

En una segunda declaración Morales confesó el perjurio cometido, por no haber expuesto desde el primer momento, que la conjura, sencillamente, se había tramado entre algunos milicianos y paisanos para reclamar la Real Cédula en la cual el Rey concedía la igualdad entre los mulatos y los blancos.

En los avisos confidenciales a la superioridad, el comandante Francisco Sánchez confesaba que, ciertamente, tuvo suspendida por algunos días la publicación de la Real Célula de la discordia. Señalaba que lo hizo porque podría traer conmociones como había sucedido en Santo Domingo. Tenía el temor que la dispensa del Rey fuese tomada por igualdad entre la gente.

CASTIGOS Y TRASCENDENCIA

El capitán general Luis de las Casas ordenó castigos severos para Morales y sus partidarios de color. El pardo agitador murió en la horca y los otros sufrieron prisiones y azotes.  El joven Gabriel José de Estrada fue desterrado a Puerto Príncipe. Los demás sospechosos fueron sometidos a estrecha vigilancia.

En el caso del jurista don Manuel José de Estrada no fue molestado en lo más mínimo, siguiendo disfrutando de su puesto de alguacil mayor de la villa.

El caso de Bayamo de 1795 fue cerrado casi sigilosamente, con muy pocas informaciones sobre el mismo.

No obstante, las autoridades españolas mantuvieron el temor de que la llama encendida por Nicolás Morales no pudiese ser extinguida del todo. Ante otra posible contingencia, el comandante Francisco Sánchez elaboró el llamado “Plan de Precauciones”, encaminado a mermar la influencia de los ricos criollos en la sociedad bayamesa.

No creía en la buena voluntad de los criollos tanto negros como blancos, porque lo que creó una compañía de unos 40 soldados peninsulares, al mando del subteniente Juan Francisco Sariol, comerciante de origen catalán. La mantuvo acuartelada y al cuidado permanentemente de los depósitos de armas de las milicias nativas.

Más que nunca vio la necesidad de realizar batidas sistemáticas por los campos, con los propósitos de limpiarlos de personas fuera de la ley y extrañas.

Igualmente, pedía el fraccionamiento de la jurisdicción en partidos pedáneos más pequeños, con el designio de mantener el buen orden y crear nuevos caseríos en la vasta comarca bayamesa.

El intento de rebelión de Nicolás Morales fue catalogado por los ricos bayameses como “revolución”, pues se inscribía en la era de los radicales procesos de cambios políticos que con la Revolución francesa estremecían el mundo.

La colonia no había vivido hasta ese momento un proyecto de este tipo. Todo había girado en torno a las reformas económicas pedidas por la clase oligárquica. Ahora, aparecía una amplia plataforma social formulada, principalmente, por las clases humildes.

De esta manera se fue abriendo camino un período de amplias luchas sociales en el valle del Cauto, con la integración de todas las clases y grupos de criollos. Los objetivos comunes los hermanaban en función de alcanzar el bien para todos.

FUENTES: Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba (1971); Juan Jerez Villareal: Oriente. Biografía de una provincia (1940); Colectivo de autores: Bayamo en el Crisol de la Nacionalidad Cubana (1996); Ludín B. Fonseca García: Bayamo: Oligarquía y poder 1796-1812 (2012); Aldo Daniel Naranjo: Carlos Manuel de Céspedes. El despertar de la patria (2021).

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