De la Batalla de Peralejo, librada el sábado 13 de julio de 1895, hace 130 años, se ha ponderado el talento táctico y la bravura del Mayor General Antonio Maceo, el valor y la disciplina de los esforzados jefes, oficiales y combatientes que le acompañaron ese glorioso día, y la derrota del mismísimo Capitán General español Arsenio Martínez Campos y Antón.
Mientras vivaqueaba en Valenzuela, al sur del poblado de Bueycito, Maceo Grajales conoció de un movimiento de fuerzas colonialistas desde Manzanillo hasta Bayamo, en la noche del 12 de julio. Según el informe, la agrupación ya se encontraba en Veguitas y la integraban “miles” de españoles, comandados por el General Fidel Alonso de Santocildes. Además, corría el rumor de que allí esperaban al Capitán General Arsenio Martínez Campos, llegado a Manzanillo tres días atrás.
El caudillo santiaguero contaba con 800 hombres armados (600 de infantería y 200 de la caballería) y una enorme impedimenta formada por reclutas que engrosaban diariamente, esperando la ocasión de coger un fusil. A pesar de la desventaja numérica, decidió enfrentar la poderosa división enemiga.
Por eso, desde la madrugada del 13 de julio emboscó a sus hombres en El Santísimo y El Tanteo, a lo largo de la sabana de Peralejo, a unos 20 kilómetros al oeste de Bayamo, entre los ríos Babatuaba y Mabay.
LAS EMBOSCADAS Y LOS ESPÍAS
La infantería la colocó junto al camino, ocultos entre los maniguazos y las cercas de alambres de púas, cubiertas de maya o cardón. A la derecha, las mandadas por el Brigadier Jesús Rabí, y a la izquierda, las del brigadier Quintín Bandera. La caballería, la situó en Las Caobas, formada por los regimientos Carlos Manuel de Céspedes y Luz de Yara, dirigidas por los coroneles Esteban Tamayo y Francisco Estrada, respectivamente. Un poco más atrás, en el camino de Solís, a la derecha de Las Caobas, quedaron los reclutas, al cuidado del brigadier Alfonso Goulet.
Alrededor de las 8:00 de la mañana, las tropas de Jesús Rabí apresaron a dos “vendedores ambulantes”, quienes habían observado detalladamente la disposición combativa de los cubanos. Rabí quería retener a esos extraños hasta después de terminado el combate, pero Maceo los dejó ir para que no perecieran en el desafío.
Esos vendedores, llamados Luis Estrada Perdomo y Manuel Silveira, eran dos espías al servicio de España, quienes, inmediatamente, se dirigieron a Veguitas, e informaron al Capitán General los pormenores de la emboscada insurrecta.
Estas noticias alertaron al mando español, de hecho la iniciativa estratégica pasaba a sus manos. Por tanto, Martínez Campos trazó un plan táctico-operativo para “sin margen al error”, derrotar a Maceo y sus hombres: Santocildes con unos mil 100 soldados daría un rodeo por el flanco derecho para atacar por el punto más débil, la impedimenta, mientras Martínez Campos con 500 efectivos cubriría el camino real de Peralejo.
Antes de llegar a Barrancas, el General Santocildes se separó de Martínez y tomó el camino de Solís. A las 11:00 de la mañana sorprendió a la pequeña tropa cubana.
PRIMER COMBATE
El Brigadier Goulet, con 40 hombres armados de fusiles, enfrentó con valor la avalancha española. A la pelea se sumaron otros con machetes y palos. Pero el plomo mataba y hería. En la lid encontró la muerte el bravo Goulet, hijo de El Cobre. Otro grande de la patria, que entregaba su vida demasiado joven, a los 30 años de edad.
Ante esta amarga realidad, que desbarataba el factor sorpresa, Maceo ordenó a los infantes de Rabí un movimiento por la derecha para que el fuego sobre el enemigo fuera convergente. Mientras que él, con la caballería, arremetió furiosamente contra los contrarios.
En uno de sus relatos de los sucesos de Peralejo, Maceo contaba: “Apenas habíamos llegado a la ‘Caoba’ uno de mis guardias anunció la presencia del enemigo que está detrás de la posición que intentó ocupar para batirlos, mandados a la carga con el regimiento de caballería Céspedes y escolta montada…”
El avance de los jinetes mambises fue tan impetuoso que penetró como un bólido hasta el centro de la vanguardia enemiga. Sin embargo, el cuatro español aguantó con firmeza. Maceo refirió que el adversario “empezó a resistir con heroicidad nuestro empuje cuya carga repetimos cuatro veces…” El caballo que montaba el caudillo recibió un bayonetazo, el cual hubo que sacarlo de la pelea.
Solo después de una larga y cruenta lucha, los colonialistas empezaron a sufrir numerosas bajas y dieron voces para “una retirada forzosa” dejando docenas de cadáveres en el campo de batalla.
En esos momentos, cuando la victoria parecía sonreírles a los libertadores, se escucharon múltiples disparos por el camino de Peralejo con la infantería de Bandera. Esto indicaba que la columna de Martínez iba en auxilio de Santocildes. Se avecinaba otro encarnizado desafío.
COMBATE EN LA SABANA DE PERALEJO
A pesar de todos los esfuerzos del Titán para que las dos columnas españolas no se unieran, estas lograron su objetivo. Sin embargo, ese movimiento, que implicó esquivar varios accidentes del terreno y atravesar prácticamente por el centro del fuego cubano, las llevó a acorralarse entre dos cercas de alambre de púas que se extendían hasta el río Mabay y tenían una separación entre sí de unos 90 metros.
Eso posibilitó que los insurrectos se desplazaran casi paralelamente a sus enemigos y así ocuparan las posiciones más ventajosas para la ofensiva. Mas, a las 3:00 de la tarde, el parque comenzó a escasear, por lo que ya era imposible continuar la pelea.
Pero en ese instante de desconcierto, aparecieron por el oeste tres escuadrones del Regimiento de Caballería de Guá, bajo la jefatura del Teniente Coronel José Alonso Rivero (Chongo), acompañado del Coronel Salvador Hernández Ríos. Hombres habituados al combate, apenas intercambiaron un simple saludo, tras el cual Chongo demandó su lugar en la acción: “General ¿Por dónde cargo?”
El oxígeno de la caballería de Manzanillo y Campechuela animó la pendencia, poniendo en serio aprieto a los jefes colonialistas, en primer lugar a Martínez Campos. La permanencia en Peralejo podría significar la liquidación total.
Los españoles trataron de cortar las cercas de alambres, pero todo fue inútil: muchos de ellos morían a causa de los disparos. En esta fase pereció el General Santocildes, quien recibió tres impactos mortales de los infantes de Bandera.
“El terror -contaba Maceo- se apoderó del jefe español (Martínez Campos) aturdido por las muertes de tantos jefes y oficiales, caídos bajo el plomo de nuestro ejército”.
En un último intento por salvarse, el General segoviano movilizó sus unidades, bastante deshechas, hasta el río Mabay. Ya en sus cercanías, sobre las 5:00 de la tarde, logró destruir una talanquera e irse hacia los montes de La Juanita y El Gurugú y correr hacía la ciudad de Bayamo.
En su parte de guerra, Maceo señalaba: “El General Campos emprendió precipitadamente huida por los montes, logrando escaparse con algunos que en la dispersión que se produjo en sus fuerzas llegó ya de noche a casa de una familia cubana que lo amparó…”
IMPRESIONANTE VICTORIA CUBANA
La victoria de los cubanos en Peralejo patentizó la pujanza de la Revolución, capaz de diezmar una división élite española, mandada por el Capitán General Arsenio Martínez Campos.
Esta derrota llevó al ánimo de los españoles un presagio del carácter ofensivo del Ejército Libertador y los grandes infortunios que traería la extensión de la guerra a todo el país.
En narraciones de los sucesos de la batalla, Martínez Campos remarcaba tres aspectos esenciales: los grandes peligros que tuvo de morir o caer prisionero; una vez muerto el Brigadier Santocildes, se vio obligado a tomar el mando de la columna; y la numerosa caballería insurrecta, mandada por Maceo que, a su decir, ascendía a tres mil hombres.
En su parte de guerra los colonialistas apuntaron que sufrieron 126 bajas: 28 muertos y 98 heridos. Al respecto opinó Maceo: “Los prisioneros que cogimos dijeron que los españoles llevaban 400 bajas”. Solamente el médico insurrecto José Nicolás Ferrer curó a 26, entre ellos, a Miguel Primo de Rivera, 30 años después dictador en España. Además, en la acción perdieron numerosas armas y municiones.
Por su parte, los independentistas tuvieron 36 muertos y 82 heridos. Entre los primeros, el Brigadier Goulet y el Comandante Narciso Moncada, hermano del general José Guillermo Moncada. En algunos textos, se menciona erróneamente al Coronel Carlos Suárez, natural de Santa Rita, Jiguaní, quien realmente cayó en el combate de El Cacao, el 10 de agosto de 1895.
MAMBISES FRENTE A BAYAMO
Al día siguiente, Maceo realizó un despliegue militar frente a la ciudad de Bayamo con banderas y banda de música, tocando el Himno de la libertad.
Para la defensa, ante un posible ataque, Martínez Campos ordenó colocar barricadas defendidas por la artillería. Durante una hora, ejecutaron disparos de cañones contra los insurrectos, pero sin resultado alguno.
El General Maceo envió una carta a su antagonista de Baraguá para que fuera a recoger los 26 heridos, abandonados y ya curados por el médico Ferrer.
Sobre las 9:00 de la mañana el Brigadier Rabí efectuó disparos contra el fuerte España, situado al este, mientras el Brigadier Bandera atacaba con fuego esporádico el fuente de la Sabana, al norte.
Pero Maceo no llevó a cabo un ataque a fondo a las posiciones colonialistas. Su objetivo era mantenerlos amedrentados. Por eso, ordenó a Rabí proceder a atacar al enemigo en Baire y al Coronel Esteban Tamayo encender fogatas en las noches en los alrededores de Bayamo. En tanto, él salió hacia la comarca de Holguín para los preparativos de la invasión a Occidente.
En carta a su esposa María Cabrales, en Costa Rica, Maceo le contaba que en el parte militar de Peralejo, redactado por Martínez Campos, “omite el ataque que le hice a la ciudad de Bayamo, lugar donde se encontraba él con 2 000 hombres, los que pudo salvar de la derrota”. Y le agregaba: “Ese gallo tuvo que pedir 8 000 hombres más…”
En carta a Tomás Estrada Palma, delegado del Partido Revolucionario Cubano, a fines de agosto de ese año, Maceo le decía: “Las columnas españolas muy rara vez salen de sus atrincheramientos y líneas férreas, circunstancias que hace que no se repitan batallas como la de Peralejo o Valenzuela…”
La Batalla de Peralejo ocupa un lugar cimero entre las grandes libradas por el Ejército Libertador. Entre sus múltiples aspectos sobresale el tremendísimo coraje de Maceo y sus hombres. Aquella fue una proeza que jamás debemos olvidar.
FUENTES: José Miró Argenter: Cuba. Crónicas de la guerra (1899 y 1970); Manuel Piedra Martel: Memorias de un mambí (1868) y Mis primeros 30 años (1979); José Luciano Franco: Antonio Maceo: Apuntes para una historia de su vida (1973 y 1975); Bernardo Callejas (comp.): Batallas mambisas famosas (1979); Antonio Maceo: Ideología política. Cartas y documentos (1998); y Centro de Estudios Militares de las FAR: Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba. Primera parte 1510-1898 (2006).