Lección de tenacidad y dignidad revolucionaria (+ audio)

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Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador) | 26 julio, 2025 |
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IMAGEN/ Litzary Zamora

El ataque al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en la ciudad de Bayamo, el 26 de julio de 1953, significó la confianza de Fidel Castro y sus hombres en la voluntad de lucha de los orientales y, en particular, de los bayameses.

Tierra de tradiciones mambisas y de luchas obreras y campesinas en busca de la libertad y la justicia social, donde muchas veces se enalteció a la patria, volvía a convertirse en centro del volcán libertario.

En la concepción política y militar diseñada por Fidel para derrotar la dictadura batistiana, las avanzadas debían estar junto al río Cauto, en la llanura indómita, poblada de hombres y mujeres de estirpe guerrera.

Sería una acción de apoyo al esfuerzo mayor contra el cuartel José Guillermo Moncada, en Santiago de Cuba, dirigido personalmente por Fidel. No obstante, en Bayamo, los sucesos tuvieron matices memorables que enaltecieron la historia patria y jalonaron un tiempo de contienda y libertades.

Es ineludible trazar algunas pinceladas sobre tan glorioso acontecimiento y realizar el correspondiente análisis crítico para que la proeza refulja con luz propia y su épica viva por siempre.

I LOS PREPARATIVOS

Durante la forja de los grupos revolucionarios antibatistianos, el joven abogado Fidel Castro explicaba que hacía falta echar a andar un motor pequeño que ayudara a arrancar el motor grande. Evidentemente, planeaba una acción militar inicial que pusiera en movimiento la fuerza motriz mayor del pueblo explotado y sufrido.

Ese motor pequeño fue el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, segunda fortaleza en importancia del país, y el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en la ciudad de Bayamo. Ambos puntos fueron escogidos por la tradición de patriotismo y rebeldía de los habitantes de Oriente, la lejanía de la capital y por estar relativamente cercanos a la Sierra Maestra, donde, si fuera necesario, se pasaría a la guerra irregular.

En Bayamo, el proyecto contemplaba la movilización de los mineros de Charco Redondo, con los que contactó primeramente Pedro Celestino Aguilera González, un dentista de Palma Soriano, quien prestaba sus servicios en las minas de manganeso de ese lugar.

Luego, el 4 de abril de 1953, el propio Fidel Castro llegó hasta allí. Los mineros tendrían la misión de volar los puentes de la comarca y las líneas ferroviarias, con lo que se evitaría el paso de los refuerzos batistianos desde Holguín, Manzanillo y Camagüey, una vez ocupado el cuartel de Bayamo.

II ¿CUÁNTOS COMBATIENTES SE MOVILIZARON PARA BAYAMO?

De los mil 200 hombres y mujeres que Fidel Castro convenció, reclutó y preparó para ejecutar las acciones en Oriente, llegaron 27 involucrados. De ellos, 23 lo hicieron en tres autos alquilados, manejados por los hermanos Raúl Inocente y Mario Pablo Martínez Arará y Pedro Celestino Aguilera. Los demás lo hicieron en tren, siendo los encargados de trasladar las armas y los uniformes.

Uno de los involucrados, Luciano González Camejo, primo de Hugo Camejo Valdés, no estaba comprometido en el Movimiento, sino que se montó en la máquina pensando que iban a disfrutar del carnaval en la ciudad de Santiago de Cuba.

Durante algunos años se creyó que los combatientes Raúl Rogelio de Aguiar Fernández, Armando del Valle López y Andrés Valdés Fuentes habían sido destinados a Bayamo. Así aparecía publicado en la revista Bohemia del 27 de julio de 1973. Después se demostró que tomaron parte en el ataque al Moncada, pero la misma revista sigue repitiendo el error en otras ediciones, incluyendo una del 2023.

La confusión sobre estos tres últimos combatientes surgió de la creencia de que habían sido asesinados el 29 de julio de 1953 en Barrancas, al oeste de Bayamo. Ellos fueron capturados en la estación ferroviaria de Alto Cedro y conducidos al cuartel de Palma Soriano. Los masacraron en  Barrancas, sitio ubicado cerca del río Cauto, en el municipio de Palma Soriano.

III ¿CUÁL ERA LA MISIÓN DE ELIO ROSETE?

Elio Rosete Cuesta, distribuidor de la marca Canadá Dry, fue el único de los confabulados que vivía en Bayamo y era conocido por algunos militares. Fidel lo vio como una figura clave para el éxito posible de la acción. Desde el 22 de julio llegó a La Habana, siendo instruido por el jefe revolucionario sobre su misión y puesto bajo la responsabilidad directa de Raúl Martínez.

Esta misión consistía en guiar a los hermanos Raúl y Mario Martínez hasta la posta principal del cuartel. Ellos irían uniformados como guardias rurales y convencerían a los de la posta de pasar el resto de la noche allí, porque en la mañana debían continuar para Santiago de Cuba a cuidar el carnaval.

Una vez dentro del cuartel, a la hora señalada, los hermanos Martínez procederían a neutralizar la mencionada posta y, de esta manera, facilitar la entrada del resto del comando.

En la edición de la revista Bohemia de julio del 2022 se escribió: “Él llevaría a los hermanos Raúl y Mario Martínez Arará hasta la posta y diría que eran guardias de su confianza, que iban para los carnavales de Santiago y necesitaban un sitio donde pasar la noche”.

Sin embargo, al llegar a Bayamo Elio pidió permiso para ir a su casa, ya que tenía la mujer embarazada. Pero no regresó más junto a sus compañeros.

Al ser entrevistado, en febrero de 1988, sobre estos hechos, por el historiador Antonio Rafael de la Cova, Elio Rosete declaró que su misión era poner a Raúl Martínez en contacto con “la gente revolucionaria de Bayamo”.

No solamente eludió su alta responsabilidad en el plan, sino que mintió descaradamente al decir que no fue al asalto “porque ellos no querían que yo fuera al ataque”. A este respecto explicó: “Ellos querían tenerme fuera, para contacto, para cualquier cosa. Parece que presentían lo que iba a pasar. Ellos querían que hubiera alguien que no estuviera en el problema ese para que ayudara a la gente después de pasada la cosa…”.

Nadie puede creer que Fidel compartimentara a Rosete durante varios días para, sencillamente, quedar fuera de la acción y señalar algunas figuras revolucionarias de Bayamo.

IV FIDEL EN EL HOSPEDAJE GRAN CASINO

El 25 de julio, a las 9:00 de la noche, a su paso para Santiago de Cuba, Fidel llegó al hospedaje Gran Casino, acompañado por Ernesto Tizol Aguilera. El local estaba en penumbras. A los leves toques abrió Raúl Martínez. Los llevó hasta la habitación del fondo. Las únicas bombillas encendidas eran las dos de la cocina.

En la reunión para ultimar los detalles solo participaron Raúl Martínez, Orlando Castro García y Ramiro Sánchez Domínguez. A ellos les detalló los pasos para ejecutar el asalto al cuartel y las medidas posteriores a poner en práctica. Se repasó, una y otra vez, el plan y orientó la forma y el momento de comunicar la primera parte de la acción y de distribuir los uniformes y armas.

Antes de marcharse, Fidel sincronizó su reloj de pulsera con el de Raúl Martínez, para que ambos asaltos fueran simultáneos, a las 5:15 de la madrugada del Día de Santa Ana.

Sin embargo, posteriormente se han escrito algunos datos equivocados. En primer lugar, que Fidel “se hospedó brevemente en el hotel Gran Casino”. En segundo, que en la reunión también participaron Pedro Celestino Aguilera, Gerardo Pérez-Puelles y Antonio López Fernández (Ñico).

En realidad, Aguilera estaba recorriendo la ciudad e, incluso, montó en coche; Pérez-Puelles disfrutaba una película dentro de un cine, con Juan Manuel Martínez; y Ñico López se hallaba en un restaurante en el poblado de Cauto Cristo.

El combatiente Calixto García Martínez, compañero de Ñico López, recordaba que llegaron el 25 de julio en la tarde, en una máquina manejada por Mario Martínez, y que por ser tan temprano Raúl Martínez les dijo: “Den una vuelta por ahí, simulando que están festejando, hasta las 9:00 de la noche”. Entonces se fueron para Cauto Cristo, donde comieron.

V LAS DESERCIONES

A partir de las 10:00 de la noche cada uno de los combatientes volvió al hotelito, menos el no comprometido Luciano González. Por eso, salieron a buscarlo su primo Hugo Camejo, su medio hermano Andrés García Díaz y Pedro Veliz Hernández. Ninguno de los tres volvió al hospedaje ni tomaron parte en el asalto.

A las 4:30 de la madrugada, Raúl Martínez pronunció una arenga, en la cual expuso el plan de ataque a la fortaleza bayamesa y que sería una acción simultánea con el asalto al cuartel Moncada. De esta forma, todos supieron a lo que habían llegado a Bayamo.

Seguidamente, habló acerca del carácter voluntario de la participación. Solo uno desechó intervenir en la operación, Pedro Sol Gómez. Entonces, como estaba previsto, se le entregó dinero para su retorno a La Habana.

En resumen, de las 27 personas implicadas, solo 21 quedaron dispuestas para la operación. Renunciaron a participar directamente en el ataque Elio Rosete, Luciano González, Hugo Camejo, Andrés García y Pedro Veliz.

VI ¿SONARON O LAS LATAS?

A la hora fijada, el grupo de combatientes avanzó en las máquinas hasta casi frente a la entrada del Acueductos municipal, a solo una cuadra y media del objetivo. Desde este punto adelantaron unos 300 metros a pie hasta el fondo del cuartel.

Para acceder al enclave militar había que atravesar dos cercas de alambre de púa, de tres y cinco pelos. Además, por ese lado estaban la caballeriza, la carpintería, una herrería, un monturero y un almacén de pienso.

A pesar de avanzar con sigilo, los de la vanguardia tropezaron con unas latas vacías en medio de la oscuridad. Este suceso ha sido contado por cada uno de los atacantes, porque echó abajo el factor sorpresa. Pedro Celestino Aguilera narraba:“…todo marcha bien hasta que uno de los nuestros tropezó con unas latas; el ruido alertó a un guardia que nos dio el alto… ” En uno de sus testimonios Ramiro Sánchez contaba: “En eso sonaron las latas y comenzó el combate”.

La misma contingencia la refería Antonio Darío López: “Nosotros avanzamos por la parte de atrás, donde estaba la caballeriza. Había unas cercas de alambre de púas que no nos dejaban mover con facilidad. Avanzábamos en el más absoluto silencio, pero ya cerca del objetivo, el sonido de las latas nos denunció”.

No obstante, han aparecido algunos historiadores que niegan de plano la existencia de las susodichas latas, alegando que por lo común las unidades militares se mantenían limpias y no podía concebirse un laterío detrás del cuartel de Bayamo.

La objetividad histórica no puede soslayar, por mucha que sea la disciplina de los militares de Batista, que al costado izquierdo de la carpintería, detrás de la primera cerca de púa, el personal del cuartel tiraba toda clase de desechos de la fortaleza. A ese vertedero iban a parar los retazos de la carpintería, el laterío de la cocina, hierbas y hojas secas de los árboles y plantas, entre otros.

Uno de los que frecuentaba este basurero era el hoy investigador histórico Nelson Sánchez Arrufa, quien en julio de1953 vivía cerca del cuartel y contaba con 11 años de edad. A pesar de los años transcurridos, Nelson recuerda con nitidez el túmulo de bazofia: “Yo era uno de los tantos muchachos que, a cada rato, rebuscaba en el basurero detrás del cuartel, lo revolvíamos en busca de alimentos, zapatos viejos y trozos de madera. Unas veces iba a eso nada más y otras veces cuando bajábamos con otros chicos a bañarnos al río Bayamo”.

Por su parte, el periodista Manuel Lauredo Román, quien tenía 12 años de edad en esos tiempos y vendía refrescos a los guardias en el mismo cuartel, rememoró: “Allí los guardias tiraban toda clase de cosas. Mucha gente pobre solía visitarlo con la esperanza de encontrar latas de carne, lentejas, sardinas, frijoles y de otros productos. El cocinero del cuartel, el soldado Antonio Blanco, tiraba todos los desechos allí, pues le quedaba relativamente cerca”.

Abundando sobre el tema recordaba: “A cada rato quemaban el montón de basura. Pero las latas vacías, un poco chamuscada por la candela, quedaban regadas por las orillas de la cerca de alambre y por el declive del terreno que mira hacia el río Bayamo”.

A no dudarlo, el sonido de las latas y la inquietud de los caballos en la caballeriza, dieron la alerta a la posta trasera sobre el avance del grupo de hombres.

VII ¿CUÁNTOS SOLDADOS HABÍA EN EL CUARTEL?

En la guarida militar solo había 10 uniformados. El cabo Indalecio Estrada Calderón estaba a cargo de la defensa del cuartel. La posta de la entrada la cubría el soldado Juan Gómez Ruiz y la del fondo el soldado Juan Pastor Navarro Medina. Los otros siete soldados dormían: Juan Francisco Cervantes, Francisco Delfín Figueredo, Dionisio Jorge García, Domingo Molina Figueroa, José Padrón y Romero, Juan F. Pérez y Castañeda, y Víctor Pastor.

Sin embargo, en su libro Moncada, la respuesta necesaria, Mario Mencía escribió: “La madrugada es serena para los 12 militares que integran la pequeña guarnición en esos momentos. Ocho duermen en la barraca. Uno prepara el desayuno. Dos vigilan y otro está a cargo de la guardia. El resto de los soldados de la jefatura del escuadrón está de pase fuera del cuartel”.

VIII ¿CON QUÉ ARMAS CONTABA EL ENEMIGO?

El soldado Juan Pastor Navarro al sentir los ruidos por la parte trasera y distinguir las siluetas humanas, dio la voz de alto y disparó al aire con un fusil Springfield. Enseguida se escuchó otro disparo del bando de los atacantes. El guardia sintió el dolor punzante en el brazo izquierdo.

El cabo Indalecio Estrada escuchó los disparos y acudió al área agredida, portando una subametralladora Thompson calibre 45. Ante la irrupción de varios hombres, ocupó posición en la cabeza del establo, construido con tablones de dos pulgadas. Dio el alto a los que avanzaban, pero le contestaron con fuego nutrido.

El militar batistiano puso rodilla en tierra y ripostó torpemente con la poderosa arma, aunque tenía fama de ser buen tirador. De esta primera fase del combate Indalecio Estrada relataba: “Yo creí que eran compañeros militares, pero como llegaban por la parte trasera del cuartel les grite:¡Alto! ¿Quién va? Me respondieron con una descarga, mientras decían: ¡Ríndete! ¡Viva la Revolución!”

Acerca del arma que portaba precisaba: “Era una subametralladora Thompson del tipo M1, de cañón largo y liso, fuego selectivo y equipado con cargador de 20 cartuchos. De inicio tiré tres ráfagas. Desde las ventanas de los dormitorios, los demás soldados empezaron a disparar con sus fusiles Springfield hacia el patio. Luego fui y busqué otros magazines y disparé otra ráfaga desde un jeep que estaba cerca del garaje, en un espacio que había entre este y el establo”.

Uno de los implicados, Andrés García, quien no tomó parte directa en la acción, posteriormente brindó testimonios como si hubiera combatido en Bayamo. Fue el primero que introdujo la tremenda mentira del uso de una ametralladora calibre 50 por parte de los guardias.

Desde entonces, se ha venido repitiendo acríticamente que los atacantes recibieron de frente “el fuego de la ametralladora de los uniformados batistianos”. Incluso algunos, un poco más atinados, han dicho que fue una ametralladora calibre 30 y otros que era una ametralladora Thompson.

Por cierto, Indalecio Estrada tenía la graduación de Cabo, pero los despistados que intrusamente intentan escribir historia lo presentan unas veces como “soldado” y otras como “sargento de primera”, grado al que ascendió posteriormente.

El barraje de fuego contrario detuvo el avance de los atacantes, los que buscaron parapetos detrás de unos bolos de madera para aserrar y una pila de leña.

Inclusive, falsamente, se ha dicho que en el fondo existía una “garita”, en el sentido de una torrecilla o caseta militar.

IX ¿LOS REVOLUCIONARIOS ENTRARON AL CUARTEL?

En la edición del periódico Granma del 27 de julio del 2020, apareció la entrevista realizada a Agustín Díaz Cartaya, a los 90 años de edad, quien rememoró lo acaecido en Bayamo. El destacado revolucionario narró:

“Éramos una veintena de jóvenes atrincherados en unas alambradas con pelos muy complicadas de cruzar, dada la situación hostil. Yo fui la única persona que pudo pasar esa trinchera, con solo una escopeta y un revólver, que se me quedaron pronto sin municiones. Cuando logré entrar al cuartel, me percaté de que no había un solo enemigo por todo aquello”.

Sin entrar en detalles, la periodista dio cuenta de que en las casas de los alrededores vivían oficiales del “Ejército” que, una vez que sintieron el tiroteo, se personaron enseguida en la pequeña fortaleza.  Señala que Agustín Díaz logró reunirse con otros cuatro combatientes. Solo entonces “se percatan de que los revolucionarios estaban dispersos y no había ningún otro objetivo que cumplir allí”.

A pesar de que por esos contornos no había un solo guardia “decidieron buscar un lugar seguro” y buscaron refugio en una casa contigua al cuartel, porque habría “pocas posibilidades de que los buscaran tan cerca”.

X ¿CUÁNTOS MUERTOS HUBO EN BAYAMO?

El dictador Batista decretó el estado de sitio en Oriente y la suspensión de las garantías constitucionales en todo el territorio nacional. Asimismo, ordenó al coronel Alberto del Río Chaviano, jefe del cuartel Moncada, asesinar a todos los prisioneros.

A la vez, Chaviano transmitió al teniente Antonio Roselló Pando, jefe del cuartel Céspedes, la orden de matar a 10 de aquellos “revoltosos” por cada baja causada al Ejército. Sin cuestionar la orden, el jefe militar de Bayamo instruyó capturar a todos los sospechosos.

Históricamente se ha sacado la cuenta de que los 10 combatientes asesinados luego de la acción de Bayamo cumplían fielmente con las bajas de la Guardia Rural. Pero este es dato mistificado, porque el enemigo tuvo tres bajas: muerto el sargento de la Policía Jerónimo Ramón Suárez y heridos los soldados rurales Juan Pastor Navarro, en el brazo izquierdo, y Antonio Blanco, a sedal en la boca y el cuello.

Epílogo

El Moncada enseñó a “convertir los reveses en victorias”, expresó en una ocasión el Líder de aquella jornada, Fidel Castro Ruz.

No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa del pueblo. Mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas. Además, dejó la lección permanente de la tenacidad y dignidad en los propósitos justos de las masas populares.

El mismo Fidel manifestó: “Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante”.

FUENTES: Centro de Estudio de Historia Militar de las FAR: Moncada: la acción (1981); Rubén Castillo Ramos: Las avanzadas del Cauto (1981); Mario Mencía Cobo: El grito del Moncada (1986) y Moncada, la respuesta necesaria (2006); Pedro Álvarez Tabío y José Manuel Leyva: Apuntes sobre El Moncada (2003); y Ángel Luis Beltrán Calunga: Después del asalto al muro (2008).

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