Calixto García Íñiguez: táctico e intrépido en cada combate

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 4 agosto, 2025 |
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Calixto García Íñiguez nació el 4 de agosto de 1839 en la provincia de Holguín.

A 186 años de su natalicio, aun es considerado uno de los principales estrategas de las guerras de independencia cubanas, al participar en la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y la Guerra Necesaria.

Fue el jefe que más empleó la artillería, para la cual exigía dominar los conceptos técnicos y balísticos. Desarrolló el arte de rodear y ocupar ciudades y poblaciones, además de atacar a grandes columnas enemigas.

Tres días después del alzamiento el 10 de octubre de 1868, en La Demajagua, movimiento liderado por Carlos Manuel de Céspedes se levantó en armas en la finca Santa Teresa, Jiguaní, junto a Donato Mármol. Participó en la toma de Bayamo y su defensa.

En 1869 dirigió su primer combate en Loma de Piedra. En ese mes pasó a ser segundo jefe de la Brigada de Jiguaní, bajo el mando del mayor general Máximo Gómez, con grado de general de brigada.

Sustituyó a Gómez en la jefatura de la División Cuba, que abarcaba los distritos de Baracoa, Guantánamo, Santiago de Cuba y El Cobre, manteniendo el mando de la División de Holguín.

En 1874, se encontraba en San Antonio de Baja, lugar situado entre las inmediaciones de Bayamo y Manzanillo tratando de impedir que fuerzas españolas y cubanas dialogaran sobre la paz cuando es sorprendido por una columna enemiga.

Fue un encuentro disparejo, solo lo acompañaban pocos hombres y ante la disyuntiva de caer prisionero prefirió el suicidio y luego de gastar todos sus cartuchos se aplicó el llamado “tiro de la vianda”.

Se hizo un disparo en el paladar con su revólver sin poder lograr su objetivo, pues sobrevivió y gravemente herido fue apresado por las tropas españolas de Francisco Ariza Gómez. Lo trasladan al poblado de Veguitas, donde los médicos militares españoles le salvaron la vida y de ahí lo llevaron a Manzanillo. Luego a Santiago de Cuba, y a La Habana.

Después de ser hecho prisionero, las autoridades españolas, que mantenían bajo estricta vigilancia a su madre Lucía Íñiguez, le comunicaron que su hijo había sido hecho prisionero. Ante tal noticia, Lucía respondió: “¡Ese no es mi hijo!”, y al informarle que antes de ser apresado había intentado suicidarse para no caer prisionero, entonces respondió temblorosa, pero convencida: “¡Ah… ese sí es mi hijo!”.

Fue trasladado como prisionero político a España, donde estuvo desterrado hasta 1878, cuando recobró la libertad bajo la amnistía decretada por el general español Arsenio Martínez Campos.

En mayo de 1878 marchó a Nueva York, Estados Unidos, con el firme propósito de preparar una nueva guerra. Allí presidió desde septiembre de ese año, el Comité Revolucionario Cubano dándose a la tarea de organizar lo que se conoció como la Guerra Chiquita. Después de varios intentos frustrados, logró desembarcar por la Playa Cojímar, al oeste de Santiago de Cuba, el 7 de mayo.

El 28 de abril de 1896 es designado jefe del Departamento Oriental; estableció una región de operaciones que abarcaba Bayamo, Manzanillo, Las Tunas, Palma Soriano, Holguín y Niquero.

Protagonizó decenas de combates, entre los que se destacan, Baire, Buey Arriba, La Güira, Guisa, Jiguaní, entre muchos otros desarrollados en la región.

Viaja a Estados Unidos, enviado por la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana de Santa Cruz del Sur, presidiendo la comisión   que gestionaría el reconocimiento de ese órgano y obtener fondos para licenciar al Ejercito Libertador.

Durante las conversaciones, víctima de pulmonía muere en Washington. Luego su cadáver es trasladado a La Habana.

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