
Vestida siempre de amanecer va la vida en estos años; ataviada de sol reta al tiempo. No ha dejado de soñar, pero sabe que es hora de empezar a construir esos anhelos, y lleva arcilla en las manos, y solo admite los moldes que le vienen del corazón.
¡Anda!, juventud de discreta paciencia, de emociones agolpadas en los ojos, anda y empina tus propias montañas de esperanza, y las montañas de esperanza que el mundo vislumbra en tu mañana. Comienzan a ser nítidas tus huellas, más seguras, más claras, como lo fueron otras antes que las tuyas, y otras antes de esas. Porque tienes una sangre y una historia que te arropa, y herencia de utopías conquistadas. No te olvides de la madre y del abuelo, del que labró la tierra para que tu semilla germinara, eres a la vez ellos y tú, y porque estás aquí respiran todavía.
No es perfecto el mundo que legaron para ti, pero es tuyo si lo quieres y, quién sabe, tal vez puedas hacerlo mejor. Que no te aplaste el peso del futuro aunque esté arraigado a tu espalda. El futuro será tu mayor acto de creación. Recuerda que tu presente alguna vez fue el futuro de alguien más, y sé de muchos que dejaron hasta la vida en el empeño, y de otros, que hasta el último minuto en esta tierra fueron fieles a la promesa de dejarte los más sólidos cimientos, para que levantaras sobre ellos las fortalezas de tu existencia.
Aunque abismos de banalidades y enajenantes desiertos de humanidad circunden acechando tus certezas, aférrate al divino tesoro de los años que ahora tienes, porque la juventud es como un soplo de aire fresco, para respirar a todo pulmón, para dejarse llevar, siempre y cuando tengas bien agarrado el timón de tus pasos. Hay veredas que seducen a ambos lados del camino, pero no hay peligro si llevas en sintonía las brújulas del corazón y el pensamiento.
Porque, aunque esta es una fecha convenida, cada día es la aventura de existir, y serán tus propósitos tan grandes y arriesgados como decidas. La juventud es la hora justa del destino, el instante idóneo del hacer, el momento puntual de decidir.
Si conoces a un joven que una vez decidió como ninguno, que hizo por millones, que desvió de un cauce injusto el curso de la historia, entonces sabrás que puedes.
Y aunque no llegues a ser como él, todo un país, sé al menos un buen hijo de tu tiempo, porque ser joven es también una actitud ante la vida, indisolublemente unida a ese sentimiento de conquistador eterno, buscando maravillas en cada rincón del mundo.