Eduardo Torres-Cuevas, la virtud que no abandona

Share Button
Por Granma | 2 septiembre, 2025 |
0
FOTO/ Luis Jiménez Echevarría

Las voces se sienten muy bajas. Un libro de condolencias recoge un buen número de firmas, pues los que han llegado hasta la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz quieren escribir el sentimiento que les agita el pecho en esta tarde del 1ro. de septiembre, en que se despide a un intelectual mayor, el historiador y maestro Eduardo Torres-Cuevas, cubano ejemplar, fallecido el pasado domingo, a punto de cumplir sus 83 años.

Muchísimas ofrendas florales, que llegan desde las instituciones en las que el insigne martiano dejó su huella, desbordan el recinto, entre ellas las del General de Ejército Raúl Castro Ruz y de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República. Allí se encuentran los miembros del Buró Político del Partido Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular; Manuel Marrero Cruz, primer ministro; Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central; Salvador Valdés Mesa, vicepresidente de la República; Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, y José Amado Ricardo Guerra, secretario del Consejo de Ministros, junto a otros dirigentes del Partido y del Gobierno.

Se habla de él, se hacen anécdotas y corren algunas lágrimas.  El respeto y el dolor se respiran en un entorno al que han llegado intelectuales, familiares y amigos, pero también gente de pueblo que agradece la palabra sabia y orientadora de Torres-Cuevas, a quien no podía escuchársele sin admirarlo, sin reconocerle, junto al extraordinario conocimiento, su vocación de hombre de bien, de patriota entero.

En la despedida de duelo, a cargo de Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de las Américas, amigo y hermano de causa de Torres-Cuevas, supimos que «en su Testamento ante notario dejó fijado en la cláusula Décimo Tercera, que amó a Cuba por sobre todas las cosas, que le entregó lo mejor de sí, y que solo lamentaba abandonarla en tan difíciles circunstancias».

A él, a quien lejos de reprocharle alguna cosa, le acataremos cada una de sus recomendaciones, le decimos que no nos abandona, que no lo hace jamás quien cuenta con una virtud como la suya. Defender a Cuba y hacer por ella es de esas utilidades que nos legan sus grandes hijos, entre los que cuenta su íntegro nombre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *