
Bartolomé Masó, Granma. – En las calles de Río Yara, todos lo conocen y lo saludan con cariño. No es necesario preguntar por Pablo Albir Mora Lario; basta con mencionar su apodo, “Nicaragua”, para que cualquier masoense señale con orgullo la casa de quien, aunque nació en el lejano barrio de La Luz en Managua, ha hecho de esta tierra granmense su hogar y su trinchera, por más de cuatro décadas.
Su historia es una de esas que se tejen con los hilos robustos del amor y la solidaridad internacionalista. Corría el año 1984 cuando Pablo, con 32 de edad, decidió que su camino estaba en Cuba. No era un viaje impulsivo, era el flechazo certero del amor por la cubana María Segura, una maestra que conoció mientras él servía como Policía Portuario en el puerto de Managua y ella cumplía con la heroica misión de alfabetizar al pueblo nicaragüense.
Fue el amor y las ansias de conocer otras naciones lo que me trajo hasta aquí, confiesa con una sonrisa. “Pero lo que encontré fue más que una familia —con la que tuve dos hijos, hoy uno militar en La Habana y el otro biólogo en Bayamo, ambos universitarios—, encontré, una patria que me acogió sin condiciones”.
La prueba de fuego: el Periodo Especial
Tan solo seis años después de su llegada, el mundo socialista de Europa del Este se derrumbó y Cuba se sumergió en un duro Periodo Especial. Muchos hubiesen emprendido la retirada, pero Pablo, no.
La pregunta de por qué se quedó la responde con la contundencia de quien ha visto la vida de frente. “Yo viví momentos peores en mi querida Nicaragua durante los largos años de la dictadura somocista, allá el pan se lo comía el más rico, la leche se la tomaba el más rico y los mejores servicios solo lo recibían los ricos”.
“Por eso me enrolé como combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional durante los últimos siete años de lucha insurreccional en mi país y aquí, aun en los tiempos más duros, supe que se luchaba por todos y para todos”.
“Esa convicción me dio fuerzas para echar raíces profundas en la tierra masoense”.
Un trabajador incansable al servicio de Cuba
Pablo “Nicaragua” no ha sido un espectador en su patria de adopción. Hombre de manos callosas y espíritu laborioso, inició su vida laboral en Comunales como jefe de brigada de Acueducto y Alcantarillado. Luego se desempeñó como Operario de Estación de Bombeo y, aprovechando sus vastos conocimientos militares, forjó una larga y destacada trayectoria como Agente de Seguridad.
Se jubiló en 2018, pero su compromiso era más fuerte que el merecido descanso, inmediatamente se reincorporó a labores similares, donde continúa hasta hoy, acumulando numerosos reconocimientos por su ejemplar dedicación y disciplina.
Con la patria en el corazón
A sus 75 años, Pablo mira hacia atrás con la satisfacción del deber cumplido y hacia adelante con un nuevo sueño que hacer realidad: visitar este año su natal Nicaragua, lo que no hace desde 1988.
No viaja con nostalgia, dice, sino con el orgullo de un hombre que ha honrado a sus dos patrias y que no teme que la muerte lo sorprenda en cualquiera de ellas. “Sé que mis restos descansarán en paz, tanto allá o como acá, porque en ambas he cumplido cabalmente con mi labor de patriota y revolucionario”.
Pablo “Nicaragua” Mora es, en esencia, la materialización viviente de los lazos de fraternidad que unen a dos pueblos hermanos. Un sandinista que, flechado por el amor, encontró en las montañas granmenses el lugar perfecto para ser, también, un cubano de corazón.