
Decir Rosa La Bayamesa es evocar a la mujer cubana combatiente por la independencia del poder colonial de España, el vigor de la raza afro-cubana consagrada a la lucha por libertad, deslabonar con constancia las cadenas de los oprimidos, en fin, virtud y deber a la hora de guerrear por el bien superior de la nación.
Eso y mucho más es Rosa María Castellanos Castellanos, quien afianzó el nombre de Bayamo, su ciudad amada, como símbolo de rebeldía y grandeza patrias.
Después de llevar una vida fecunda en hechos heroicos, orgullos de la patria, Rosa La Bayamesa, falleció el 25 de septiembre de 1907, a los 67 años de edad, en la ciudad de Camagüey, a causa de una afección cardíaca.
En la larga contienda liberadora ganó el apreció de los generales Carlos Manuel de Céspedes, Modesto Díaz Álvarez, Ignacio Agramonte, Manuel Boza y Máximo Gómez Báez, entre muchos otros. Por sus méritos revolucionarios, alcanzó el grado de capitana del Ejército Libertador, un honor obtenido por pocas féminas de las miles que tomaron parte en la epopeya.
INCÓGNITAS DE SU NIÑEZ Y JUVENTUD
Nació Rosa María Castellanos en una hacienda cercana a Bayamo, en un barracón de esclavos, un día de 1840, sin saberse aún la fecha exacta.
La falta de datos históricos precisos sobre este aspecto ha llevado a confusiones sobre el momento puntual en que vino al mundo. Unos han señalado 1830 y otros el 24 de septiembre de 1834. Sin embargo, ella declaró en su testamento, redactado en mayo de 1907, que contaba con 67 años, lo que marca su nacimiento algunos años después.
Era hija de los esclavos de origen africano Matías Castellanos y Francisca Antonia Castellanos, los que asumieron los apellidos de sus amos.
Llevó una infancia sin bondades, ni muñecas, sino el duro trabajo en los cañaverales y la amenaza de un látigo sobre sus carnes.
Los que la conocieron cuentan que era alta y fuerte, de andar rápido y voz suave. Llevaba como único adorno en el pelo una flor de mariposa, como divisa de lucha y libertad.
Los padres lograron que fuera coartada, es decir, pagaron cientos de reales por su libertad. Entonces, la joven se estableció en el poblado de El Dátil, donde compartió su vida amorosa con José Florentino Varona Estrada, un antiguo esclavo negro.
EMANCIPACIÓN DE UNA NACIÓN Y UNA RAZA
Los esclavos bayameses vivieron el extraordinario regocijo, inédito hasta ese momento, de la proclamaron de la independencia de Cuba, el 10 de octubre de 1868, por los hacendados y terratenientes de la región, bajo las divisas de una patria libre y soberana y la abolición de la esclavitud.
Enseguida Rosa María Castellanos se sumó a la legión de libertadores, cumpliendo labores logísticas y la cura de los heridos en campaña.
Una vez llegado el serio dilema de prender fuego o no a la ciudad de Bayamo y a El Dátil, en enero de 1869, ante la fuerte ofensiva colonialista, la decisión de la mayoría de sus habitantes fue reducirlo todo a cenizas.
Llegó para Rosa María la vida la trashumante y heroica de los mambises. En las montañas de Guisa cooperó a la fundación de la ranchería de Las Mantecas, donde siguió su labor de cocinera, mensajera y enfermera.
La enfermería era casi la única existente para la atención a los enfermos y los heridos, siendo a la que más se consagró. Gracias a su talento natural, dominó un repertorio de plantas, hierbas y verduras para aliviar dolores y salvar vidas. En estas faenas fue que ganó la distinción de “La Bayamesa”.
En febrero de 1870, marchó para la región de Las Tunas con las tropas del mayor general Modesto Díaz, donde varias veces se le vio empuñar un fusil para enfrentar a los batallones enemigos en sus ataques a los campamentos de Cabaniguán y Santa Ana de Lleó.
En junio de 1871, se vio precisada a marchar a los campos de Camagüey. Por orden del general Ignacio Agramonte fundó un hospital en una cueva conocida como Loma del Polvorín, en la Sierra de Najasa. Por lo seguro de ese aparatado paraje pudo fomentar la crianza de gallinas y la siembra de hierbas con propiedades curativas.
Después de la Batalla de Las Guásimas, librada en marzo de 1874, el mayor general Máximo Gómez fue a visitarla en el rústico hospital de Najasa. La presentación estuvo cargada de simbolismo, porque el jefe de las fuerzas revolucionarias de Camagüey le dijo: “He venido a conocerte, de nombre ya no hay quien no te conozca por tus nobles acciones y los grandes servicios puestos a la patria”.
Ante estas palabras del bravo guerrero, Rosa María le respondió: “No general, yo hago bien poca cosa por la Patria. ¿Cómo no voy a cuidar de mis hermanos que pelean?, ¡pobrecitos! Ahí vienen luego que da grima verlos, con cada herida y con cada llaga, ¡y con más hambre, general!”.
Y, orgullosa, le agregó: “Yo cumplo con mi deber y de ahí no me saca nadie porque lo que se defiende se defiende, y yo aquí no tengo a ningún majá. ¡El que se cura se va a su batalla y andandito”.
LA CAPITANA DE SANIDAD
Por divisiones, regionalismo y caudillo feneció la gesta libertaria con el Pacto del Zanjón en febrero de 1878. Los camagüeyanos fueron los primeros en rendir las armas. Por eso, la ya famosa Rosa La Bayamesa, ligada a tantos bravos del Tínima, escogió la ciudad de Camagüey para residir.
Pero en su corazón seguía latiendo las ansias de la definitiva libertad. Por tanto, no es casual que tan pronto el general Gómez ejecutó la Campaña Circular, por los alrededores de Camagüey, en junio de 1895, entre los que salieron a acompáñalo a la pelea estuviera la hija de Bayamo.
Cuando el Generalísimo conoció de su viril gesto, desde su campamento en Jobo Dulce, Camagüey, mandó a buscar a Rosa La Bayamesa. Después de abrazarla, le pidió que como había hecho en la Guerra Larga organizara y dirigiera un hospital de sangre. Para la misión le orientó que escogiera 12 hombres de su confianza. Pero la valiente bayamesa le manifestó: “General, me basta con dos”.
De nuevo, se internó las lomas de Najasa y en Santa Rosa levantó el hospital con la ayuda de Juan Francisco Betancourt, Agustín Pacheco y José Soler. Para la protección de los enfermos y heridos, estableció cordones de vigilancias y mantenía listas las armas.
El 11de mayo de mayo de 1896, el general Máximo Gómez llegó hasta a la zona de Najasa, Una vez más la estrechó en sus brazos y elogió los buenos servicios que prestaba Rosa La Bayamesa a la Revolución.
Cinco meses después, el 10 de noviembre, encontrándose en La Yaya, el Generalísimo firmó el ascenso de Rosa Castellanos al grado de capitana del Cuerpo de Sanidad Militar del Ejército Libertador.
Frente a su Estado Mayor, el máximo jefe militar cubano realizó la observación siguiente: “Esta mujer abnegada prestó servicios excelentes en la guerra de los Diez Años, y en la revolución actual, desde sus comienzos ha permanecido al frente de un hospital, en el cual cumple sus deberes de cubana con ejemplar patriotismo”.
Como gran patriota y luchadora por la independencia absoluta de Cuba, hasta el último día de la contienda estuvo en su puesto de combate.
UNA EJEMPLAR CIUDADANA
Regresó a vivir en la ciudad de Camagüey, junto a su esposo, en una humilde casa, sita en calle San Isidro, número 22, al este de la urbe.
Fue de las oficiales del Ejército Libertador que rechazó la paga de 100 pesos a los mambises, con la famosa dádiva de los 3 millones que entregó el Gobierno de los Estados al Generalísimo Máximo Gómez. La ejemplar combatiente prefería vivir con humildad antes que recibir nada de los yanquis.
Por eso, siguió en sus labores sociales como comadrona y curando erisipelas y empachos.
Tras la llegada de la mediatizada República, instaurada el 20 de mayo de 1902, la capitana mambí criticó al gobierno de Tomás Estrada Palma por su servilismo a los Estados Unidos y la entrega de partes del territorio cubano a una potencia extranjera para establecer bases carboneras y navales.
TESTAMENTO Y MUERTE
Redactó su testamento, a las 2 de la tarde, del 4 de septiembre de 1907, ante el abogado y notario José Agustín Socarrás Recio, en la ciudad de Camagüey. Declaró que era soltera y no dejaba sucesión, es decir, no tuvo hijos. Designó como albacea y heredero universal de sus escasos bienes a Nicolás Guillén Urra, el padre del poeta Nicolás Guillén, un reconocido veterano y periodista.
El pueblo cubano sintió un hondo dolor con la muerte de Rosa María Castellanos, más conocida por Rosa La Bayamesa, considerada una de las grandes patriotas de Cuba, una mujer de vida íntegra, patriótica, valerosa y cívica.
Nicolás Guillén contribuyó con sus recuerdos de la combatiente bayamesa a sacar del olvido su nombre. En su libro Prosa de prisa (1962), divulgó su imagen de mujer guerrera: “… divulgar está clara vida para que Cuba no la ignore; fijar su recuerdo y entregarlo al respeto, al amor a la Patria agradecida que seguramente no ha querido olvidarla”.
FUENTES: Máximo Gómez Báez: Diario de campaña (1940); Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta: Patriotas cubanas (1952); Nicolás Guillén: Prosa de prisa (1962); Raúl Roa García: Aventuras, venturas y desventuras de un mambí (1970); Armando Caballero: La mujeres en el 95 (1989); Centro de Estudios Militares de las FAR: Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba (2004); Sara Beatriz Guardia (comp.): Las mujeres en la Independencia de América Latina (2010); y Teresa Fernández Soria: Mujeres de la patria. Contribución de la mujer a la independencia de Cuba (2014).