“No creas que mi aspiración es hacerme rico a expensas del prójimo. Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba. Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por verla como quiso Martí. Así expresó Rafael Trejo, el primer mártir estudiantil de la lucha contra Gerardo Machado.
Aquel 30 de septiembre de 1930 los estudiantes en manifestación, recorrían las calles reclamando justicia. Los soldados de la dictadura machadista se lanzaron sobre aquellos jóvenes indefensos y los golpearon a sin compasión. Allí estaba Trejo en primera fila. Allí fue herido de muerte. Cuba perdía un hombre indomable.
Al momento del crimen que acabó con su vida, era vicepresidente de la FEU en la Facultad de Derecho, en la Universidad de La Habana y uno de los dirigentes más activos y valientes.
Desde sus primeros tiempos en el centro de altos estudios, participó junto a otros alumnos en la lucha anti-machadista, hasta la creación del Directorio Estudiantil Universitario en 1930.
Formaba parte de aquella oleada de jóvenes dispuestos a dar todo por una Cuba digna, sin importar derramar su sangre. Ahí estaban Antonio Guiteras, Pablo de la Torriente Brau, Rubén Martínez Villena, Eduardo Chibás, Juan Marinello y esa generación de revolucionarios de la década de 1930 con convicciones seguras de lo que anhelaban.
La dirigencia estudiantil de la Universidad de La Habana convocó a marchar hasta el Palacio Presidencial para exigir la renuncia del dictador Gerardo Machado y la rehabilitación de los estudiantes expulsados por sus actividades revolucionarias.
Ese día Trejo manifestó que lo que más hacía falta era una víctima, cuando colocaba la hoja del almanaque de ese día en su peor sombrero de pajilla pintado de aluminio en apoyo a la huelga de los sombrereros.
Bromeando dijo… “Te voy a poner aquí: porque tú, 30 de septiembre, vas a entrar en la Historia de Cuba”, antes de bajar la escalinata para enfrentar una violenta carga policial en la esquina de San Lázaro e Infanta.
Raul Roa, recuerda cómo el 30 de septiembre de 1930 fue asesinado Rafael Trejo:
(…) Se respiraba una atmósfera de tragedia. No obstante las dramáticas perspectivas, los conjurados fueron concentrándose a la hora convenida (…) Pronto circuló la consigna: al parque Alfaro. De ahí partiríamos hacia el Palacio Presidencial, a demandarle a Machado la renuncia en su propia cara (…) La policía acuchilló la manifestación y cargó violentamente contra ella. (…)Rafael Trejo, en un corajudo arranque, se enredó en un cuerpo a cuerpo con un policía. Trató de arrebatarle el revólver. Sonó una descarga. Trejo se derrumba, chorreando sangre sobre el pavimento regado de casquillos y manifiestos (…)
Por su parte Pablo de la Torriente Brau dijo… Yo no podré olvidar jamás la sonrisa con que me saludó Rafael Trejo cuando lo subieron a la Sala de Urgencia del Hospital Municipal, sólo unos minutos después que a mí, y lo colocaron a mi lado. Yo estaba vomitando sangre y casi desvanecido de debilidad. Pero su sonrisa, con todo, me produjo una extraña sensación indefinible. […]
La muerte de Trejo se convirtió en una bandera de lucha hasta el Primero de enero de 1959 cuando Cuba aseguraba la victoria.