Después de la excarcelación de los moncadistas Fidel Castro decide ir a México en calidad de exiliado, y desde alli se propuso llevar a Cuba una expedición armada para combatir la dictadura de Fulgencio Batista, acabar con la desconfianza y las tendencias políticas que tenían bajo su bota feroz al pueblo cubano.
Para cumplir tal empeño Fidel Castro necesitaba de una embarcación que resistiera la carga para trasladarse a Cuba, cumpliendo con el empeño de vencer o morir en la contienda bélica.
La orden de comprar un navío que cumpliera con ese requerimiento se le dio a Antonio del Conde, conocido también como El Cuate o Tony, un comerciante y técnico industrial mexicano.
Del Conde compró el yate Granma en el puerto de Tuxpan el que se utilizaría para navegación de altura y también como embarcación de recreo. Tiene 66 pies y dos motores diésel, con capacidad para 25 personas.
Hubo que cambiar ambos motores, ajustar los tanques de agua y de combustible e instalarle una planta eléctrica para poder enfrentar la travesía.
En el espacio para 25 personas, entraron 82, una verdadera proeza la de aquellos hombres que estaban decididos a vencer o morir.
Fidel lo examinó y decidió utilizarlo en la expedición que vendría a Cuba cargada de sueños y esperanzas.
El joven abogado Fidel Castro Ruz, sale el 25 de noviembre, hace 69 años desafiando el mal tiempo, desde el puerto mexicano de Tuxpan rumbo a las costas cubanas.
Bajo la lluvia y con las luces apagadas el yate comenzó a navegar burlando la vigilancia del faro y del puesto naval de la marina mexicana en la salida al mar abierto.
Los fuertes vientos y la lluvia le dan bandazos al yate. Muchos hombres comienzan a sentir mareos y a vomitar.
Ernesto Che Guevara, el médico de la expedición narra aquellos momentos:
“(…) el barco presentaba un aspecto ridículamente trágico: hombres con la angustia reflejada en el rostro, agarrándose el estómago. Unos con la cabeza metida dentro de un cubo y otros tumbados en las más extrañas posiciones, inmóviles y con las ropas sucias por el vómito.
Fue la primera prueba de fuego para los expedicionarios. La voluntad se imponía. Se alejan de las costas mexicanas, se encienden las luces y comienza a entonar las notas del Himno Nacional de Cuba y la Marcha del 26 de julio, ambas armonías acompañados de consignas revolucionarias.
Del 25 al 27 de noviembre los expedicionarios navegaron por el Golfo de México. El 28 entran al mar Caribe y el 29 avizoran dos naves y se alistan para el combate, sin embargo no hubo enfrentamiento.
La travesía continua, pero el mal tiempo impidió llegar el 30 como estaba previsto para coincidir con el levantamiento de Santiago de Cuba y de esta manera distraer a la policía.
Había llegado la hora de poner en práctica los dos puntos finales del juramento que había hecho Fidel poco antes de la salida de la expedición:
Dos días después de lo previsto llega el Granma. El primero de diciembre se avistan las luces del faro de Cabo cruz. Enfilan el yate al canal de Niquero, disminuyen la velocidad y cambian el rumbo. Fidel decide acercarse a las costas y desembarcar.
El fango, los mosquitos y un terreño enredado de caminar por las entretejidas raíces de los manglares les dan la bienvenida a estos muchachos que habían jurado junto a su líder Fidel: “Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo”.
Llegaron, entraron y triunfaron con la victoria en sus corazones.
