
Cuando las nubes bañan y alimentan a Santo Domingo, Dania Martínez Perdomo sabe con exactitud cuánta lluvia dejaron caer en ese barrio asentado entre empinadas montañas de la Sierra Maestra, en el municipio de Bartolomé Masó.
Cerca de su casa hay un pluviómetro, en el cual ella mide con una regla hecha de madera de guácima, la cantidad de agua en él acumulada, lo anota en un libro y a final de cada mes reporta esos datos, mediante un teléfono público. “Pero cuando llueve mucho, lo informo todos los días”, aclara.
Dania es observadora voluntaria del ciclo hidrológico. Su desinteresada labor, junto con la de otras 24 mujeres y 54 hombres que la realizan en Granma, satisfacen necesidades del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, en lo referente a planificación, diseño, construcción y administración de proyectos hidráulicos, y a sectores de la economía nacional necesitados de datos frescos sobre el comportamiento de las diferentes variables del ciclo hidrológico.
Precisamente, la precipitación es una variable aleatoria que depende de varios factores y es muy difícil de pronosticar con exactitud en tiempo y espacio, por lo que su estudio requiere de una red de observación.
Dania es obrera de la Empresa de Flora y Fauna y desempeña, en su zona de residencia, el control de acceso de personas y vehículos a las áreas de esa entidad, lo cual no le impide llevar, desde hace ochos años, la vigilancia de las precipitaciones en Santo Domingo.
En fecha reciente asistió a un encuentro, en Bayamo, de directivos de Recursos Hidráulicos en la provincia, con una nutrida representación de los hombres y mujeres que diseminados en la geografía granmense, incluida la zona montañosa, simultanean el faenar que los sustenta, con vigilar la irrigación por parte de las nubes.
El motivo de la cita fue, como en las 14 ocasiones anteriores, recocerles su valiosa y desinteresada labor, por eso los más destacados recibieron certificados, y todos, olorosas azucenas.