Esta singular fuerza de trabajo y resultados nació en los sitios costeros de Niquero y Campechuela hace unos pocos años.
Su devenir está íntimamente relacionado con la caña y con el azúcar, principalmente con aquellas brotadas de las plantaciones e ingenios Roberto Ramírez y Enidio Díaz Machado, de esa zona litoral granmense.
Esa fuerza surgió para las recuperaciones, habidas y por haber y para fomentar la amistad y el apoyo.
Reactivada cada vez que las circunstancias lo requieran como hace algunas jornadas cuando el huracán Irma estaba a muchos kilómetros de Cuba, las cinco brigadas de operadores de motosierras para la tala y poda de árboles y los dos pelotones de alzadoras para la recogida de escombros y saneamiento en general, estaban prestos para entrar en acción cuando y donde hiciera falta y con mayor énfasis al ser decretada la fase recuperativa.
No hubo que esperar mucho: cuando el meteoro azotó sin piedad la costa norte cubana, junto a importantes destinos turísticos, y desde Camagüey hasta Mayabeque ya la orden estaba reiterada: ayudar cuando y donde fuera y eso se hizo realidad en el amanecer de este lunes.
Entonces los agroazucareros se integraron a un contingente constituido por constructores, electricistas y trabajadores de Servicios comunales para restañar daños en tierra agramontina vulnerada en su parte norte por la furia ciega de Irma, ya tristemente célebre en todo el Caribe y también en la mayor de Las Antillas.
Hoy nuestros azucareros y esa nutrida tropa apoyan con cuerpo, alma y equipamiento a los camagüeyanos que los ven como a familiares queridos como ocurre siempre en estas acciones de solidaridad.
Muchos de ellos evocan como se sumaron compatriotas desde distintos puntos de la geografía quienes hicieron lo propio cuando su tierra costera fue golpeada por el torbellino llamado Dennis.
Ahora los nuestros corresponden la solidaridad de entonces fieles al ideario martiano: amor con amor se paga.