(Re)venta de cocinas

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Por Orlando Fombellida Claro | 20 octubre, 2015 |
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Al darse a conocer por los medios de difusión masiva que el lunes 19 de octubre iniciaría la venta de las cocinas de inducción y sus correspondientes menajes (utensilios), en lo lugares del país seleccionados para hacerlo en la primera etapa, funcionarios del Ministerio de Comercio Interior alertaron sobre la importancia de adoptar medidas para evitar la reventa de esos equipos.

Muy poco tiempo después del anuncio, en Bayamo se activaron las ya tradicionales fórmulas –y sus artífices- de organizar colas, unos con el nada censurable objetivo de adquirir dichos medios para sí, y otros para vender turnos e incluso dicho artículo.

Como por arte de magia, sin estar cerca Ampudia (reconocido mago local) , aparecieron los  “buenagente”, con sus lápices y hojas, hicieron la relación de aspirantes a comprar las cocinas parecidas a DVD y establecieron los horarios de pase de lista para “rectificar”, en realidad ratificar, la permanencia en esta.

El siguiente comentario publicado por la internauta Laly en La Demajagua Digital, ilustra lo sucedido:

“Qué contentos nos pusimos los trabajadores. Podríamos adquirir una cocina a un precio módico., Qué desilusión al llegar a esos lugares y encontrarnos que desde el sábado ya estaban hechas las listas  (…) lo más triste de todo es que había familias enteras de una misma casa que salía cada uno con fogón. Pero aun más, de regreso a nuestro trabajo nos encontramos en la Calle Martí vendiendo (en realidad revendiendo) los fogones a 900 pesos.

“Quienes estaban en la cola dando cañona, no eran trabajadores. ¿Porqué no lo hicieron con el Carné (de Identidad)  y la libreta de abastecimiento. Pienso que así podíamos haber alcanzado. Los trabajadores nos quedaremos como novias y novios abandonados ante el altar. ¿Por qué seguir dándole posibilidades a este grupo de personas que viven del sudor de los demás?”

La ahora limitada cantidad de cocinas a vender, la existencia de personas con posibilidades de adquirirlas –y disposición para hacerlo- incluso casi al doble de su precio, y de revendexplotadores dispuestos a hacer su carnaval, condicionan el fenómeno.

De cierta manera esos personajes lo mismo están en una esquina que detrás de cualquier carricoche cargado de viandas, hortalizas y granos; como negociando plumas, válvulas, latiguillos, piezas de bicicletas y otros productos comercializados por el Estado, fenómeno institucionalizado en este país.

Respecto a las cocinas de inducción, a quienes piensan destinar una parte de sus próximos salarios o solicitar un crédito bancario para comprarlas, les preocupa que los revendexplotadores influyan, de alguna manera, en que en un futuro les aumenten el precio a esos bien recibidos equipos. Con basamento o no, es una inquietud que el enfrentamiento efectivo a esa práctica debe eliminar.