
Por las calles transita un anciano y parece igual a cualquier otro, solo lo diferencia el uso del bastón, la primera impresión dice que está cansado y por ello necesita apoyo, es cierto, pero Abel Pina Madrigal tiene una condición visual muy delicada, solo ve en un tres por ciento de uno de sus ojos, aun así, le gusta estar activo en la comunidad.
Llegada a Bayamo
“Me uní a las milicias por un llamado de Fidel y vine de Morón, donde vivía, en un tren hasta Bayamo, era la primera vez que llegaba a esta zona”.
Capítulo FAR
Después fuimos al cuartel, hoy Museo Ñico López, nos dieron una merienda y supe que en esta región le decían guineo al platanito. Una hora más tarde, a mi grupo lo ubicaron cerca de Guisa y nos orientaron sobre cómo llegar a la comunidad El Oro. Tenía 16 años y era el mes de junio de 1960.
Llegamos a las 10:00 de la noche, comimos y luego dormimos sobre piedras. Todo era nuevo, me dije –estamos alzaos-. Al día siguiente nos dieron uniformes, hamacas, mochilas y ya para el día 23, habíamos subido el primer pico.
Después, en Pinares de Mayarí una comisión evaluó mi desempeño y nivel de conocimientos, que era muy básico, solo tenía segundo grado, entonces entré al cuerpo de infantería en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Cuando Raúl Castro Ruz creó la frontera en Guantánamo estuve cinco años allá. Ascendí en grados de forma progresiva, fui Cabo, Teniente hasta llegar a Mayor. Fui asignado para ir a Angola, pero un accidente automovilístico me impidió la misión. A los diez meses recibí la baja FAR, aunque mantuve mis servicios en áreas asociadas.
Enfoque comunitario
Cerca de una década estuve frente al secretariado del Partido Comunista de Cuba en la comunidad el Nuevo Bayamo, en este período atendíamos las necesidades de los hogares de ancianos y las escuelas del entorno.
Aunque vivo en un tercer piso, mantengo limpio el jardín del edificio. Hace poco se mudó una vecina y me vio desyerbando, quiso pagarme, pero no acepté, así me siento bien.
El 3 por ciento
De sentir un malestar general pasé a la Casa del Diabético, donde aprendí a convivir con esta enfermedad. Aquí comenzaron a tratarme la vista, pero no terminé el proceso, llamé a mi hermano y viajé a Morón.
Allá el médico explicó que tenía desprendida la retina y no podría ver de ese ojo, y en el otro procedieron a operarme para colocar un lente, solo logré un tres por ciento de visión.
Al llegar a Bayamo fui a la sede de la ANCI, posteriormente a la consulta, y hoy estoy satisfecho de buscar ayuda en ese momento, tenía miedo hasta de bajar las escaleras. Después de las clases fui otro y pude ayudar a mis compañeros.
Exhorto a los jóvenes a socorrer a los ancianos cuando los vean enfrentarse a una dificultad, podemos caminar y valernos, pero siempre es bienvenida la ayuda.
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El trayecto, el cambio, la superación trajo consigo el crecimiento, un foráneo que hoy es hijo de nuestra ciudad. Una mirada a medias y de fondo el sacrificio incesante de un cubano común, Abel.