El abrazo entre la Generación histórica de la Revolución y los guajiros se produjo mucho antes del 17 de Mayo de 1959 cuando Fidel entregó las tierras a los hombres y mujeres del surco en una Reforma agraria sin parangón al legalizar ese taller natural que da vida y verdor, a quienes derramaban sudor y esfuerzos para generar riquezas.
El estrechón paulatino e histórico ocurrió cuando el entonces joven y fogoso abogado y sus seguidores, se alistaron para eliminar los abusos de terratenientes criollos y geófagos extranjeros contra una masa humilde y desamparada.
En su magistral autodefensa conocida como La Historia me absolverá, Fidel denunció todos estos desmanes, entre los que descuella que el 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos pagaba renta y sufría la amenaza perenne del desalojo cuando, más de la mitad de las mejores tierras estaban en poder de compañías extranjeras, y una gran proporción de esa población era analfabeta.
Cinco meses después del Triunfo de enero, el 17 de Mayo de 1959, Fidel firmaba en la Plata, Sierra Maestra la Primer Ley Reforma Agraria, sin parangón en la historia, pues fue dar la tierra a quien la trabajara; otras legislaciones se encargarían de perfeccionar aquel hito histórico.
También es oportuno recordar que el primer auxilio que recibieron los expedicionarios del Granma, tras el desembarco, vino de familias de campo, en un apoyo apoyo que pervive y no cesará jamás.
El 17 de Mayo no solo es significativo para la gente rural, sino para todo el pueblo al honrar la memoria del líder agrario Niceto Pérez, asesinado en 1947 y el aniversario 57 de la constitución de la Asociación nacional de Agricultores Pequeños.
Hoy el campesinado cubano afronta nuevos retos y desarrolla consecuentes luchas y acciones, desde sus organizaciones de base, nueva estructura que vino para avanzar, perfecciona su quehacer para seguir con su ineludible misión de producir alimentos.
Para ello burla el férreo bloqueo norteamericano y torna su mirada cada vez más hacia lo natural, hay un despertar hacia la agroecología , para producir de manera sostenible, sin dañar a esa fuente sustanciosa que defiende a brazo partido.
Los anapistas cierran filas junto a sus hermanos de pueblos y ciudades, acrisolan la alianza obrero campesina como demostraron en los desfiles en barrios y comunidades previos a los de las grandes ciudades, donde también dijeron presente.
También habla de su apoyo irrestricto a la Revolución y sus líderes la defensa incuestionable de la continuidad del legado de Fidel, Raúl, toda la generación histórica y a la actual con Díaz Canel al frente; a sus propios líderes como Pepe Ramírez, Orlando Lugo, Félix González y a la actual dirección agraria en el país.
El campesinado ofrece un abrazo a la continuidad, imprime a su gestión mayor compromiso, una lucha frontal y sostenida por mejorar y aumentar producciones, base de la economía local y general, libra una lucha perenne contra las ilegalidades y el delito, junto a una cuidadosa contratación facilitadora de que los alimentos lleguen a sus legítimos destinatarios.
Por todas las promesas cumplidas, los guajiros ayer olvidados, hoy dignificados, nunca fallará a su Revolución.