
Ante el reto de no dejarse vencer por la adversidad y en medio de la carencia de material asfáltico para el mantenimiento de sus viales, las autoridades del municipio granmense de Bartolomé Masó, han decidido apostar por el “cascajo”, material rocoso que abunda en el territorio y que ofrece una solución viable a tal problemática.
De ahí que por estos días se ha hecho habitual la presencia de varios promontorios de este recurso en la ruta Masó – Caney, los que más tarde una motoniveladora esparce por la carretera y el resto de los vehículos que transitan se encargan de su total aplanado y compactación.
La idea es loable, más su ejecución deja ver detalles cuestionables, toda vez que los cánones para el arreglo con tierra establecen que estas labores no deben realizarse en época de lluvia, sabido que muchas veces estas complican aún más la situación, no solo por el arrastre del material sino por el fango con que inundan la vía.
No obstante, Ricardo Núñez Núñez, Intendente de Viales del municipio, destacó que, la decisión de ejecutar ahora y no luego, obedece a una cuestión de disponibilidad de fuerza constructora, pues la Unidad de Caminos de Montaña, ubicada en Las Mercedes, a cargo de estas labores no cuenta con otro momento para hacerlo en virtud de sus compromisos del encargo estatal contraído.
“Esta ejecución está valorada en unos 300 mil pesos y está a tono con la calidad y recursos con que se lleva a efecto, una retroexcavadora en la cantera, un camión de volteo y una niveladora, componen el arsenal, a lo que también se suma el combustible”.
Este enfoque alternativo resulta interesante al reflejar una búsqueda de soluciones creativas ante la escasez, plantea Orlando Álvarez Benítez, uno de los clientes habituales de este vial. “Antes no podía transitar más que en segunda por la cantidad de baches, ahora lo hago en tercera y aunque quedan algunos, la máquina ya no sufre tanto”.
Rafael Ceruto Blanco, chofer de la base de Transporte Escolar, señala que hay tramos que han quedado mejor que otros, pero indudablemente la mejora es notable. “Desarmabas la guagua si acelerabas un poco, sobre todo en la parte de El Cerro y El Desvío, que ahora son de las mejorcitas”.
Estas opiniones las sostienen la mayoría de los asiduos del vial más transitado de Bartolomé Masó, aunque para peatones y bicicleteros la tarea se complica, fundamentalmente cuando llueve, tal y como plantea Humberto Leyva Pineda, quien diariamente tiene que hacer el doble trayecto Masó – Caney, ida y vuelta en su bici.
Con un presupuesto anual de 13 millones de pesos, que hasta el momento no emplean ni al 50% por falta de fuerza ejecutante, la situación se presenta como una disyuntiva para la Intendencia de Viales masoense: se aprovecha ahora o vuelve a pasar otro año sin ninguna obra significativa en el tramo.
En un contexto donde cada recurso cuenta, las autoridades locales están llamadas a encontrar el equilibrio entre innovación y efectividad para asegurar que sus esfuerzos no se vean frustrados por las condiciones que solo impone la caprichosa naturaleza, pero que son conocidas de antemano.
A medida que en Bartolomé Masó se avanza en esta nueva estrategia, la comunidad observa con interés los resultados, con la esperanza de que, con ingenio y determinación, se puedan transformar los desafíos en oportunidades y mejorar la calidad de vida a través de un sistema vial más funcional y atractivo.