
Un análisis histórico y situacional a la misión encomendada a Francisco Vicente Aguilera en tierras norteñas, realizó este jueves Ludín Bernardo Fonseca, Historiador de la Ciudad de Bayamo, en la Casa de la Nacionalidad Cubana de la provincia de Granma.
El investigador se adentró en los inconvenientes que tuvo que desafiar el llamado Padre de la República para cumplir honrosamente la empresa que delegó Céspedes en él, que consistía en recaudar fondos para enviar expediciones cargadas de armamentos y suministros para apoyar la guerra de independencia en Cuba.
Aguilera tuvo que enfrentarse a una emigración fragmentada y a un feroz anexionismo, el cual detestaba a tal punto que en una ocasión cuando fue a comprar un barco, necesitaba la condición de ser ciudadano norteamericano, y declinó la oferta por mantener su condición de cubano, tarea que dejó en manos del tristemente célebre Miguel Aldama, quien al ser propietario, al final se adueñó descaradamente de la embarcación.
Este fue uno de los tantos sinsabores que vivió el nombrado por Martí como caballero intachable, con Miguel Aldama, un cubano que utilizó la emigración para fines personales y no para contribuir a la liberación del archipiélago, posición que creó graves desavenencias entre el ilustre bayamés y el acaudalado y oportunista habanero.
Su proceder con los fondos recaudados en los Estados Unidos fue inmaculado, muestra de ello fue una ocasión en la que teniendo una gran suma de dinero en sus manos, no asistió a una fiesta de los emigrados cubanos, porque era incapaz de coger un centavo para reponer el pantalón agujereado que tenía.
Pero lo que más sufrió fue no poder enviar una expedición con armas y pertrechos para la guerra de Cuba contra España, condición indispensable para volver a pisar su tierra, pues consideraba una deshonra no hacerlo con las armas que debían destronar a los ibéricos, por eso a pesar de las destituciones y despojado del poder cohesionador en la emigración, no cejó en su empeño de enviar una embarcación con lo que demandaban los mambises.
Lamentablemente, murió en la extrema pobreza, un hombre que antes de iniciar la guerra tenía una fortuna millonaria y amasó miles de dólares en los Estados Unidos, que a pesar de las infamias que levantaron en su contra, nunca se pudo demostrar un mal uso de las colectas recibidas de los cubanos del exterior.
Y así, olvidado por muchos que no le rindieron los honores más que merecidos, falleció desatendido por los médicos, desolado y con ninguna fortuna que legar a su familia, solo aquella emanada de su honradez.