
Este es, sin dudas, un verano diferente, escuché decir a una señora mientras compraba sus mandados del mes. ¡Óigame, que el año pasado no escampó entre calores y apagones! En estas vacaciones hemos tenido un gran respiro.
Ciertamente, en una zona tropical como la nuestra, la disponibilidad de energía eléctrica resulta indispensable para aplacar el sofocante calor en una etapa en la que se han roto récords de temperaturas altas.
Además de las medidas adoptadas nacionalmente, si hemos tenido menos interrupciones al servicio eléctrico, se debe a que a nivel provincial, el Consejo Energético ha dispuesto afectar mayormente al sector estatal, para que el residencial, donde se enmarca el 66 por ciento del consumo en Granma, pueda disponer del preciado servicio.
Sin embargo, los sobreconsumos del sector residencial empiezan a tener su peso. De hecho, comparado con igual período del pasado año, la provincia muestra un crecimiento de 17 mil 277 megawatts; al cierre de julio ya experimentaba un aumento de un 13 por ciento y agosto se comporta de manera similar.
Nada, que la situación en el sector residencial está “a punto de caramelo” y si no tomamos cartas en el asunto estaremos cocinándonos con este sofocante calor y conviviendo más cotidianamente con los apagones.
¿Qué hacer ante este escenario para disminuir el consumo del sector residencial? Podemos convertirnos en actores de ese cambio, desde nuestros hogares y negocios.
En primer lugar, podríamos hacer un uso eficiente de los equipos eléctricos en los hogares, donde convergen las diferentes formas de gestión no estatal (trabajadores por cuenta propia, mipymes…), dado que la mayor parte de sus negocios están instalados en las viviendas.
La idea, describe Olaidy Rodríguez Lara, directora de la Oficina Nacional para el control del uso racional de la energía (Onure) en Granma, es identificar a nivel de municipio cuáles de estos altos consumidores responden a lo netamente residencial o a una forma de gestión no estatal.
Se debe aprovechar la cercanía de las organizaciones políticas y de masas (CDR, FMC, CTC Anap, UJC), para hacer conciencia sobre la necesidad del uso racional de los equipos eléctricos, entre los que predominan splits, cocinas y hornos.
Además, por qué no, generalizar en los negocios y viviendas que lo permitan, experiencias positivas en algunos territorios en cuanto al uso de cocinas eficientes y biodigestores de pocas proporciones, que pudieran constituir alternativas para disminuir el consumo en el horario pico, sin restarle calidad de vida a la población.
En Cuba, recordemos, casi la totalidad de la generación se realiza con combustibles fósiles, cuyo costo para el país está influenciado por el precio del petróleo y el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos, de ahí la necesidad de ahorrar energía eléctrica e incentivar medidas que ayuden a ello en las viviendas.
Valdría la pena replantearnos qué hacer desde el desarrollo territorial para buscar en un futuro soberanía energética y conjugarlo con la soberanía alimentaria.
Esta pelea, como diría Rodríguez Lara, no la ganamos solos. “Si del lado de la demanda no hacemos el esfuerzo para disminuir el consumo, las afectaciones serán inevitables”.
Dicho en buen cubano: si deseamos seguir disfrutando de todas las comodidades necesarias en el hogar y no queremos volver a los molestos apagones, estamos obligados a ahorrar, no hay de otra.