
Sube el telón y las luces revelan un rostro. Allí está la actriz, sobre las tablas. En su lugar favorito. No importa si lleva el maquillaje de payasa ni peluca azul, si viste los atuendos de los personajes interpretados a lo largo de sus 20 años de vida artística.
Es Ailed María Mendoza Albo, directora del proyecto teatral Gia y directora artística general del grupo profesional Ategua de Manzanillo. Si es que pudiera serlo sencillamente, porque le es imposible desprenderse de la mezcla instintiva de Talía y Melpómenes, como nacida de la dramaturgia.
–¿Qué es el teatro para Ailed?
“El teatro para mí es una forma de vida. Yo creo que si no lo hubiera estudiado, si no hubiera optado por esta profesión, mi vida no sería igual. De ser una niña introvertida, decidir a los 14 años ir a Casa de Cultura, optar por la Escuela de Instructores de Arte, formarme en tres semanas junto a Onay Matos y aprobar el examen me cambió la vida”.
–¿Cómo fue esa inserción en el mundo artístico?
-Me gradué como instructora. Con 18 años uno sale con unas ansias de comerse el mundo. Quieres hacer, crear, y no entiendes el por qué no te lo reconocen. Trabajé inicialmente con la instructora Kirenia Núñez. Teníamos un grupo que llegó a ser de categoría nacional por el sistema de Casa de Cultura. Pero enfocada en que quería ser actriz, profesional.
“Yo sentía que no lo iba a lograr. Con los años, madurez y experiencia comprendí que hay un camino por recorrer, obligatorio para toda persona. Todos tienen que sacrificarse para llegar a la meta. Ha sido un largo recorrido en el que ahora siento empiezo a dar mis primeros pasos luego de 20 años como instructora”.
–¿Cuáles son las señales que te permiten afirmar que vas por la senda correcta?
-GIA, el proyecto teatral que creamos un grupo de instructores de arte en medio de la Covid-19, para quebrantar el miedo y la soledad y llegar a los hospitales, las escuelas, las comunidades, señala ese rumbo certero. Surgió sin muchas expectativas, pero el mismo público fue quien nos dio un lugar dentro de las artes escénicas, dentro del movimiento de aficionados en Manzanillo, y también profesional al adentrarnos en Ategua, el único grupo de esta categoría en el municipio.
Arenas de soledades prendió las luces del bregar histriónico; y para su presentación en el festival de Teatro en tierra buena, en Tacajó, Holguín, rompieron los esquemas.
“No había transporte y nos fuimos, y llegamos. Eso nos marcó para siempre, fue el inicio de un ejercicio constante de romper barreras, abrir puertas, de saltar por las ventanas si estas se cerraban.
“Desde ese momento comenzamos a pensar diferente, desde un modo más profesional, con mayor compromiso y ha sido una experiencia maravillosa, que nos ha permitido, entre tantos, participar en noviembre último en el Festival Nacional de Teatro Camagüey 2024, por invitación de Freddy Núñez Estenoz.
Con pasos hilarantes la Familia L realizó el “trabajo comunitario en todos los municipios de Camagüey, dos y tres funciones diarias, de escuela en escuela. Además, tuvimos la oportunidad de ver excelentes puestas en escena de puntales de las artes escénicas en Cuba.
“Juntos hemos crecido, es un proceso de retroalimentación y yo he aprendido de los muchachos, porque cada día me aportan algo nuevo. Su constancia, compromiso y disciplina me obliga a duplicarlas, y a permanecer sobre el escenario aún fuera de él, a estudiar, investigar, a crecer como actriz y directora”.
Y ahora el reto Ategua…
“Los cuatro años de GIA, en los que se ha visualizado nuestra estética, permitieron que el Consejo Provincial de Artes Escénicas en Granma depositaran en mí la confianza, y en sus actores para dentro de dos años optar por la evaluación individual profesional. Es un compromiso enorme porque ahora defendemos el teatro profesional de Manzanillo y de Granma”.
-¿Qué es lo más placentero de las tablas?
-Allí soy un manojo de nervios, y como tengo guión, texto y movimientos en mi cabeza hay momentos en los que vuelo y me voy con el personaje, y luego regreso. Agradezco a las tablas la posibilidad de conocer tantos seres humanos, porque cada personaje es un universo.
“Vivo el teatro más que mi propia vida. En lo cotidiano ando repasando textos, desvelada, diseñando giros, creando para esa otra mitad, nuestra razón de ser: el público. Sin este no hay hecho artístico, es como el punto final de la oración. En tiempo de competencia con las tecnologías, su aceptación vale más que un dictamen técnico.
“Por eso estamos conscientes que la cultura es un arma poderosa que tenemos los artistas a nuestro favor, del país y de lo que queremos transmitir a nuestro público. Es aliciente espiritual que las personas necesitan, que alivia el alma y es indispensable en la Cuba de hoy.
“La pasión por el arte nos saca de la cotidianidad, compensa. Con certeza, este soñar teatral me salva”.
Las luces menguan. Cae el telón. La actriz, que una vez fue pájaro, libera sus alas y hecha las penas a nadar. En perenne concepción escénica continúa, porque las tablas van en su corazón.