A nadie debe quedarle duda de que la niñez es la etapa más tierna, dulce e inocente de la existencia humana.
Ciertos grupos sociales creen que esa lapso debe encerrarse en una campana de cristal, pero ese no es el camino ideal. Indubitablemente, la candidez debe ser preservada a como dé lugar, pero siempre con un resquicio en el patrón educativo que otorgue a los pequeños la mejor herramienta para vislumbrar que la vida no es solo un terrón de azúcar o una pizca de sal, pues en todo su devenir pueden surgir sinsabores.
Por eso, es más objetivo preparar a los chicos, en lo posible, para sortear los escollos a cada paso. ¿Cuántas amenazas pueden hacer peligrar la inocencia?
Una muy recurrente es el desplazamiento forzado, provocado por guerras y conflictos de todo tipo, causados directa o indirectamente por la interacción humana. ¡Cuántas guerras suceden en este mismo instante en este convulso planeta! Unas breves, otras extensas; todas demoledoras. Cuánta pobreza extrema causada por el reparto desigual de las riquezas y por ese afán de devorar territorios enteros, por la geofagia de las otroras potencias coloniales, que hoy se repite exponencialmente por los continuados cambios geopolíticos.
Punto y aparte es el manejo de recursos peligrosos sin control, a despecho de los pueblos originarios en las antiguas colonias. De eso no hay mucho que comentar. Los protagonistas hoy hablan en los espacios de los medios de prensa (Rusia Today, Telesur…) ¿Y quién sufre más? La inocencia, la niñez, los pequeños que heredan, en muchos casos, un mundo que no pidieron.
También, en guerra o en paz, los bloqueos y las malas praxis de quienes deben decidir sobre ellos afectan a los niños.
¿Todo el mal que ataca a los niños se enmarca en alejados confines? No, mi estimado lector, puede estar incluso en el seno de los hogares o en su cercanía, tanto por negligencia como por maldad. Sí, porque los pequeños están expuestos diariamente a contenido sexual o violento, aunque algunos de sus mayores parezcan no darse cuenta del daño que hacen pantallas mal escogidas.
El bullying es otro factor que lacera a los niños, y es bueno decir que existió siempre; ahora, sobredimensionado por el ciberbullying. Es responsabilidad de nosotros, padres y abuelos, preparar a nuestros hijos para que no sean víctimas ni victimarios, fortalecerlos para identificar a los abusadores, aprovechar los consejos de especialistas en los medios masivos de comunicación y que, sin violencia, ellos y nosotros, como familia, consigamos contrarrestar ese mal implementado por seres acomplejados que proyectan sus frustraciones en los demás.
Otros flagelos son las separaciones familiares por diversos motivos, por ejemplo, el encarcelamiento de uno o ambos padres, la emigración…
Como apreciamos, el muestrario de peligros que acechan la candidez es muy grande.
Los niños y su inocencia evocan los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles que reseña el poeta español Antonio Machado en su poema Cantares y que popularizara el catalán Joan Manuel Serrat.
No dejemos que esos mundos infantiles estallen como pompas de jabón.