
Transcurría la primera década de las series nacionales del béisbol cubano, cuando el lenguaje popular bautizó al pitcher Manuel Alarcón como el “Dios” de la lomita de los Orientales.
Aquel hombre, nacido en las faldas masoenses de la Sierra Maestra, dejaba para la posteridad su ejemplo beisbolero y el mensaje a los santiagueros, anticipando la victoria sobre Industriales: “Cierren la Trocha y que salga el Cocuyé”.
Distintivo de este serpentinero, resultó también el apego a la música, que luego heredó su hijo riocautense Manuel Alarcón Quintana, protagonista de la presente historia.
“Recién concluía mis estudios de Dirección Coral, en la escuela de instructores de arte de El Yarey. En el año 1979 y llegaba a mi pueblo para cumplir el servicio social.
“Pretendía crear un conjunto musical de cuerdas y voces para niños. El trabajo fructificó y, a los nueve meses, junto al colega Julio César Ochoa, alcanzamos el primer premio en un festival nacional de pioneros aficionados al arte.
“Paralelamente, atendía a otros aficionados, de las FAR, el Ejército Juvenil del Trabajo, solistas de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales, organizaba bandas rítmicas y acudía a certámenes de instructores, en el teatro Principal, de Camagüey; en el Terry, de Cienfuegos; el Mella, de La Habana…
“Como autor musical, comencé a principios de la década de los años 90 del siglo precedente, desempolvando la obra Patito travieso, popularizada en el Festival nacional Reparador de sueños, que me estimuló a continuar por el sendero autoral de música cubana: sones, canciones, congas, sucu-sucu, guajiras…
“Exclusividad infantil resultaron los ritmos pilón y mozambique, nunca antes abordados en el evento Cantándole al sol, que me avalaron el Reconocimiento de la Uneac, entre los seis autores infantiles más destacados de Granma, y el derecho de asistencia, como delegado, al Primer encuentro nacional de instructores de arte, Villa Clara 1986. Empezaba a materializar mis empeños.
“Acudía al evento internacional Pedagogía ‘93, la Uneac me confirió su premio en el concurso provincial de música infantil Reparador de sueños 1995, tres años después, conquistaba el primer lugar en el referido evento, al que siguieron varios premios de la popularidad y de interpretación musical a diferentes niveles.
“En el 2000, la fundación Fernando Ortiz acreditó mi contribución al patrimonio azucarero, y visibilizaba proyectos socioculturales en eventos científicos, entre ellos, las Parrandas azucareras, Blancavida, Boleros del Río, El Cauto azteca, e investigaciones sobre el desarrollo de la música de órgano en el territorio.
“Me enorgullece sentirme creador del grupo Los Cálidos, de la llamada música de la Década Prodigiosa, en nuestro municipio, y cantarle post mortem al Presidente venezolano Hugo Chávez Frías, en el Cuartel de la Montaña, mientras cumplía la misión Barrio Adentro, desde finales de 2011 a 2014”.
Con la mirada futurista, Alarcón Quintana, director artístico de espectáculos y desfiles de carnavales, maestro de ceremonias, corresponsal voluntario de Radio Bayamo… disfruta a plena capacidad sus 44 años de trabajo, como instructor de arte.
Frente al average me detengo, observo al catcher, medito sobre la lomita de los orientales aquella icónica frase: Veinte años no es nada, del compositor argentino Alfredo Le Pera, en su tango Volver. No hay duda para el lanzamiento. Tiene la razón.