Amantes raros

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Por Granma | 9 octubre, 2025 |
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FOTO/ Granma

Al cierre de su mes de funciones de estreno en la reabierta Sala El Sótano, Un domingo llamado deseo se había afinado mucho; como es lógico en un proceso de trabajo escénico, aunque tomemos un término de la técnica musical. Yo había estado en el umbral de la temporada y volví a la penúltima función, algo ideal para el ejercicio crítico.

El texto de Norge Espinosa presenta a una celebrada actriz en la antesala de un homenaje que se le rendirá en ese propio teatro que, en lo adelante, llevará su nombre, y adonde ha llegado temprano porque quiere ensayar el texto que planea decir. Una coartada perfecta para un encuentro sobre las tablas. Entre ella y un veterano jefe de escena, sombra, ficción o espectro, pero síntesis de todos los amantes sin nombre del teatro. Y, después, entre ella y el joven presentador del acto.

La presencia de Verónica Lynn como protagonista le otorga una credibilidad absoluta a la historia. Ella fue inspiración del personaje y, a su vez, encarnación de un símbolo a quien rendimos pleitesía. La obra prefigura un deseo, y no solo de domingo: ver en el futuro un teatro cifrado con su crédito permanente.

Norge dramaturgo no huye de sus obsesiones: la poesía, la investigación, la memoria… materias en ebullición del magma del teatro. Entre recuerdos, y referencias a obras y personajes, repasa décadas de la escena nacional, pinta una época, en particular del periodo de la Revolución, con sus fundaciones y sus tropiezos, pero siempre hermosa.

Norge director confía en el teatro de la palabra, en la cultura de sus afinidades electivas, como esa vieja banda sonora de inolvidables melodías y, por supuesto, en la solidez del intercambio actoral. Conmueve ver a Verónica, a sus 94 años, con esa fuerza, conciencia y ductilidad sobre el escenario, soberana en sus matices y detalles llenos de vida. Por igual, a Carlos Pérez Peña, juvenil partenaire de 87 años, con su dicción de fuego y esa delicadeza y refinamiento con que trata los objetos.

Hacia la despedida, en un pasaje muy logrado, el presentador (Ernesto Pazos, entre otros), le confiesa cómo la descubrió y comenzó a admirarla, desde su terruño, a través de la televisión. Se cruzan ficción y vida. Algunas de las imágenes que la mente atesora sobre Verónica Lynn aparecen en pantalla. Pero ella ha venido esa noche a representar a Blanche DuBois, esa criatura única de Un tranvía llamado Deseo, de Tennessee Williams, quizá un anhelo porque nunca lo tuvo en su repertorio. Y ella cree que cada personaje es una nueva vida. Una liturgia de amantes raros.

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