
Amelia Peláez con una vasta obra representativa de la Cultura cubana manifestó: “Siempre he tratado de captar la luz de Cuba, y en el trópico, lo cubano”.
A la edad de 72 años, el 8 de abril de 1968, fallecía una de las figuras más célebres de la plástica cubana del siglo XX: Amelia Peláez.
Habia nacido en Yaguajay, Las Villas, el 5 de enero de 1896 en el seno de una familia burguesa. En 1915, se mudan para la capital cubana y residen en una casa colonial en La Víbora.
A los 20 años ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, es discípula de Leopoldo Romañach.
Después viajó a Filadelfia y Nueva York, Estados Unidos; y más tarde continuó sus estudios en París, donde recibió clases de la pintora rusa Alexandra Exter.
Posteriormente se establece en París, y en la Galería Zak, expone figuras de mujer, paisajes y naturalezas muertas que muestran la variedad de direcciones a que dirige su obra durante su estancia europea.
En 1934 regresa a Cuba y organiza un taller en su casa de la Víbora, en donde trabajará hasta el final de su vida.
Hacia 1936 comienza a exponer los primeros óleos pintados tras su regreso a Cuba: “bodegones criollos” con flores y frutas, en los que se van introduciendo elementos del ambiente criollo.
Participa en la exposición El Arte en Cuba, en la Universidad de La Habana en 1940.
Colabora con dibujos en las revistas Espuela de plata, (1939-1941), Nadie parecía (1942- 1944) y Orígenes (1944-1956).
En 1935 ganó premio en el Salón Nacional y expuso, en el Lyceum, una muestra de la que formaban parte muchas de las obras realizadas en París.
José María Chacón y Calvo, ensayista, critico, profesor e intelectual de la república, escribió en el prefacio al catálogo: “Con el arte de Amelia Peláez vivimos en un ambiente de pureza absoluta. Pintura con los colores precisos. Pintura sin mancha”.
Otro grande de las artes plásticas cubanas, Rene Portocarrero dijo: “Ella fue la primera que supo recoger nuestro color local”
Alrededor de 1950 comienza a trabajar la cerámica en un modesto taller experimental de Santiago de las Vegas.
En 1964 hace una importante exposición personal en la Galería de La Habana, y tres años más tarde interviene en el mural colectivo pintado con motivo de la celebración del Salón de Mayo en La Habana.
Entre sus principales trabajos se encuentran La costurera, Gudinga (1931), Las dos hermanas (1943) y Las muchachas (1943). Es autora del mural exterior del Hotel Habana Libre, en La Rampa, efectuado en 1957. Representó a Cuba en la Bienal de Venecia y en la de São Paulo.