“Hace falta un motor pequeño que ayude a arrancar el motor grande”, manifestó Fidel Castro, jefe del movimiento de la Generación del Centenario ante las acciones que formaban parte de la estrategia concebida para iniciar la lucha armada contra el régimen de Fulgencio Batista.
El pequeño motor que desencadenaría la lucha sería el ataque por sorpresa al cuartel militar de la tiranía Moncada de Santiago de Cuba.
Fue este el lugar seleccionado por estar alejado de la capital, lo que dificultaría la llegada de refuerzos al ejército, además esta fortaleza estaba cerca de la Sierra Maestra, que facilitaría internarse rápidamente en las montañas e iniciar la lucha guerrillera en caso de ser necesario. Además había certeza de que el pueblo oriental tenía tradición de lucha y apoyaría la sublevación armada.
Para complementar esta acción también se planeó el ataque al cuartel de Bayamo y la voladura de los puentes sobre el rio Cauto, lo que iba a impedir la entrada de refuerzos que enviaría Batista.
La fecha escogida fue el domingo 26 de julio. Santiago de Cuba estaba en carnaval. Miles de personas desandarían sus calles en los festejos populares. Todo ello haría posible que pasara inadvertido el traslado de los revolucionarios desde La Habana, así como las armas que se utilizarían en la acción.
El patriotismo, la valentía y los ideales revolucionarios coincidían con la acción ejecutada en 1895 por los mambises aquel 24 de febrero.
El objetivo principal era el Cuartel Moncada, que tendría como puntos de apoyo el Hospital Saturnino Lora y el Palacio de Justicia. Los combatientes estarían divididos en tres grupos. Noventa hombres irían al Moncada con Fidel al frente. El hospital seria ocupado por 21 hombre comandados por Abel Santamaría, acompañado por el doctor Mario Muñoz Monroy y Melba y Haydee que harían las veces de enfermeras y tenían la misión de prestar asistencia médica a los heridos.
El tercer grupo lo dirigía Raúl Castro y ocuparían el Palacio de Justicia para desde allí impedir el uso de la ametralladora 50 instalada en la azotea del Club de Oficiales.
Después de explicar el plan, Fidel informa su decisión de designar a Abel Santamaría, el sustituto de la acción en caso de que él falleciera. Esa noche también se leyó el Manifiesto del Moncada, redactado bajo su orientación por Raúl Gómez García. Así comenzaba en sus inicios el documento…
“…Ante el cuadro patético y doloroso de una República sumida bajo la voluntad caprichosa de un solo hombre, se levanta el espíritu nacional desde lo más recóndito del alma de los hombres libres. Se levanta para proseguir la revolución inacabada que iniciara Céspedes en 1868, continuó Martí en 1895, y actualizaron Guiteras y Chibás en la época republicana. En la vergüenza de los hombres de Cuba se asienta el triunfo de la Revolución Cubana.
El Manifiesto del Moncada fue el primer documento donde se plasmaron los principios y objetivos antimperialistas y revolucionarios del nuevo movimiento de liberación nacional que comenzaba con la Generación del Centenario.
En medio de la emoción que se respiraba aquella noche del 25 de julio, Raúl Gómez García dio lectura a su ultimo poema: “Ya estamos en combate.”