Aquel día de nerviosismo y hospital

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Por Yasel Toledo Garnache | 17 febrero, 2016 |
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hospital celia sanchez, manzanilloIba con el temor a llegar tarde. No estuve en su primera operación, hace cinco años. Debía acompañarla ahora, de lo contrario yo mismo no me lo perdonaría. La imaginaba llorosa ante la puerta del salón. Nuestra madre estaría a su lado -Ella siempre está.

El camión se demoraba. El nerviosismo corría por mis venas para sembrar miedo. No podía hacer nada, solo esperar que los kilómetros pasaran y el tiempo se detuviera, que existiera un retraso en el hospital para poder estar unos minutos con mi hermana, para que pudiera abrazarla antes de ese momento.

Aquel infierno rodante me desesperaba. Miraba hacia fuera, luego a compañeros de viaje. Me detenía en rostros serios, con aparente tristeza. Deseaba que todos se callaran, que el silencio fuera ley. Por fin llegué a Manzanillo, en Granma.

La operación sería en la tercera planta del hospital Celia Sánchez Manduley. Imaginaba cuánta tensión tendrían mi hermanita y mami. Subí las escaleras con rapidez.

El olor a medicina me golpeaba el pecho. Ver a personas en la cola para consultas, operaciones o cualquier otro asunto médico, me lastimaba el alma. Si un niño lloraba, mis ojos se humedecían, o quizá lo hacían desde antes. Hice preguntas para llegar al lugar exacto. Allí estaban ellas.

Ili me volvió a sorprender. Lucía tranquila. Su sonrisa me tranquilizó. Leía páginas de la revista Muchacha. No hablaba de la operación ni del tormento de la espera.

La acompañé a cambiarse para entrar al salón. Ella se empeñaba en hacer chistes. Me dijo que le gustaban los zapatos, unos de tela verde que debía ponerse, que ojalá cuando saliera pudiera conservarlos. Sonreía. Sé que lo hace en momentos de nerviosismo. Lo ratifiqué cuando intentaba quitarse los aretes. El temblor de sus manos se lo impedía.

Mami y yo comenzamos a esperar en un cuarto pequeño. Casi no conversábamos, de qué podríamos hablar. Solo nos interesaba que todo saliera bien. Los minutos se alargaban hasta convertirse en horas. El calor aumentaba. Llamaban a familiares de otros pacientes.

Mami ni siquiera trataba de esconder su nerviosismo, yo intentaba tranquilizarla hasta que llamaron a los acompañantes de Iliana Toledo Garnache, mi hermanita.

Allí estaba ella con su sonrisa de siempre. ¿Su primera palabra? “Péinenme”. Quédate así mismo -le respondí-. “Quiero que me peinen”. También pedía espejo, y hubo que complacerla. Ese orgullo femenino que no muere ni en situaciones como esta. Y luego la frase que nos hizo sonreír: “tengo hambre”.

Ya todo parece estar bien. Los trabajadores del centro hospitalario demostraron profesionalidad, y cariño. El agradecimiento para ellos y demás trabajadores de Salud por devolverles la tranquilidad a familias de Cuba y de otras partes del mundo. Mi hermanita ya está bien, y cursa el quinto año de Licenciatura en Medicina.

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  1. Como siempre, nuestro Yasel logra entrar a nuestros corazones, sencillamente brillante.Me hizo viajar con él en el camión, humedecerse mis ojos ante el llanto de un niño que logré “escuchar” y sentir honda preocupación por la cirugía de su hermanita. Eso se llama hacer periodismo, no solo de calidad, sino desde el interior de una persona.