Asalto al Goicuría, ejemplo de voluntad y dignidad

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Por Gislania Tamayo Cedeño | 29 abril, 2024 |
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Era el domingo 29 de abril de 1956, cuando un grupo de jóvenes lleva a cabo una de las acciones revolucionarias más intrépidas durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. El Asalto al Cuartel Domingo Goicuría en la ciudad de Matanzas hace 68 años.

El Cuartel era la sede del Regimiento Plácido, y estaba dirigido por Pilar García, un connotado asesino apodado “La hiena”, que recibía órdenes de Fulgencio Batista. Allí fue designado como Jefe del Regimiento No. 4 de la Guardia Rural.

Pilar García cometió una de las masacres más horrendas de la historia de Cuba: un grupo de valiosos jóvenes fueron asesinados  cuando intentaron tomar el Cuartel Goicuría.

Reynold García, Mario Vázquez, Francisco Alonso, Carlos M. Álvarez, Jorge Armengol, Rolando Castillo, Nelson Hernández, Julio A. García, Marino Jaime, Gonzalo Quesada, César M. Rodríguez, Julián R. Rodríguez, Emilio Sabugüeiro, José Fosca y Marcos Veira, decidieron hacer justicia por su cuenta para liberar a Cuba de las garras de tan cruel régimen que oprimía al pueblo.

Reynold García como alma y guía de la acción, aglutinó un número destacado de combatientes, no sólo por sus relaciones personales y su propia vida revolucionaria, sino porque logró ganar voluntades para la justa causa que organizaban.

Con esta acción el grupo de 55 jóvenes miembros del Partido Auténtico pretendía apropiarse del armamento almacenado en el Cuartel para entregarlo al pueblo y demostrar que los cubanos estaban dispuestos a empuñar las armas y dar su vida en la lucha contra la dictadura.

Minuciosamente Reynold Garcia, preparo todo lo relativo al asalto. En la finca Las Tres Ceibas del campesino Teodoro Enrique Casado, se reunieron los combatientes, quien los apoyó y suministro armas y transporte, y otros pertrechos.

El grupo de jóvenes dispuesto a barrer con sistema de oprobio que se vivía en aquella época reunieron cinco ametralladoras, 14 fusiles, 109 granadas, algunas carabinas, escasos revólveres y pistolas.

En la madrugada del 29 de abril de 1956, Reynold García reunido con sus compañeros se refirió a lo desigual que sería la lucha, pero que su ejemplo sería como trofeo para que otros hombres se inspiraran y expulsaran de una vez a Batista, autor de tantos y tantos crímenes.

Poco después, un comando tomaba la mina Margot, donde se obtendrían los camiones y la dinamita necesarios para el asalto que se llevaría a cabo ese mediodía. El camión de Reynold García logró entrar al cuartel, pero recibió una avalancha de balas que segó las vidas de los valerosos revolucionarios, entre ellos la suya.

La acción no cumplió su intención. Los cinco camiones y la camioneta en la que iban los asaltantes al enrumbar a la fortaleza, comenzaron a disparar tiros sin esperar la orden de ataque. Al iniciar el fuego los que iban delante fueron agujereados por las balas de una ametralladora 50 en poder del enemigo.

Pilar García, ordenó que no quería heridos ni prisioneros.

Reynold, fue el primero en caer. Había iniciado su labor revolucionaria tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 cuando se enfrentó a un matón que cumplía mandatos del régimen batistiano. La intervención de unos amigos impidió que los esbirros lo acribillaran a balazos.

El crimen del Goucuria se registró en la historia con la causa No. 27 del año 1959. El mayor asesino Pilar García, no estuvo presente. Estados Unidos lo acogió como un héroe. Nunca pago por sus crímenes.

Fue un 29 de abril de 1960 que Cuba convirtió el Cuartel en la escuela Mártires del Goicuria para rendir tributo a quienes buscaban la libertad y la justica social que hoy tiene Cuba.

Fidel Castro, nuestro líder histórico señalo al conmemorarse un aniversario más de aquel sacrificio de un puñado de jóvenes, que fueron sacrificados aquí en este mismo sitio donde hoy nos reunimos, ninguna satisfacción mayor que este acto, ninguna obra mejor que esta escuela, ningún orgullo más grande, ningún momento más inolvidable, que esta fortaleza convertida en escuela (APLAUSOS). Ningún homenaje mayor, y ese será siempre el homenaje a los caídos: una obra buena.

En el manifiesto que los atacantes no pudieron leer al pueblo, decía: «Con la sangre de sus mejores hijos, la patria riega la semilla de la libertad».

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