Merecen más que aplausos. ¿Quiénes? Esos hombres y mujeres que en tiempos de apagón derrochan virtudes, para devolvernos el beneficio de la energía eléctrica. Tal vez usted no lo reconozca, pero en circunstancias como las que hemos vivido en los últimos días ellos visten trajes de héroes y heroínas.
Viéndoles en plena faena, aunque unos dicen: “Es su trabajo”, comprendes la dimensión de la entrega. Ojos vidriados con visibles horas de sueño guardadas en el anhelo, voces agotadas, overoles con rastros de quehaceres entre combustibles, aceites, herramientas; manos y uñas impregnadas de residuos, porque “no queda apenas tiempo para dejar una tarea y comenzar otra”, son señales que por sí solas hablan.
La decisión de “no me muevo de aquí hasta que termine la contingencia”, la añoranza de sentir el cariño de un pequeñuelo a horcajadas, la responsabilidad de casa en pausa obligatoria “por el deber”, el enfoque de precisión para que nada falle, y si sucediera, la destreza para “arrancar de cero, cueste lo que cueste, pero levantar el sistema y generar”, modelan su estatura.
Entre potencias, voltajes, frecuencias, energías, kilowatts, órdenes de despacho, y un pueblo sin electricidad, no queda tiempo para descansos ni dudas. Solo hay lugar para respuestas ágiles, decisiones certeras, permanente vigilancia, trabajos exactos y coordinados. Sólo hay espacio para la voluntad de restituir y dar un impulso energético a miles y millones de familias que necesitan la electricidad para lo indispensable.
Démosles aplausos, sí, y el respeto y la admiración por el desvelo que, según la ciencia, el cuerpo no podrá recuperar. Agradezcámosles la pasión con que se sumergen en sus ocupaciones, a pesar del riesgo, y el uso de orejeras para no escuchar los ruidos que se interponen entre el inmovilismo y el protagonismo por la colectividad.
Gratifiquemos la disposición de dejar la tranquilidad de sus hogares para levantar postes y tendidos eléctricos, y contribuir a la recuperación de las zonas donde el viento de huracanes o intereses imperialistas pretenden sembrar oscuridad, mas ellos imponen la luz de su generosidad y su sacrificio.
Pero correspondamos también a su abnegación con el ahorro. Aunque le parezca absurdo, después de la incomodidad de pasar entre 13 y 72 horas sin corriente.
Con el consumo de lo necesario, de lo imprescindible para cocinar, refrigerar alimentos, cargar equipos que utilizará cuando no haya electricidad, abastecerse de agua, hacemos honor a quienes han hecho posible, en poco tiempo y con baja disponibilidad de recursos, la reconexión del Sistema Electroenergético Nacional desde pequeñas islas o microsistemas.
Ahorrar, no desde la mirada de privarse de lo útil, sino a partir de la conciencia de que un equipo de climatización, incluso una lámpara encendida innecesariamente, resta oportunidad a otros de recibir el servicio y disminuye el tiempo para disfrutar de sus bondades.
Retribuyamos con el ahorro a estos héroes. ¡Atesoremos su dignidad y la energía!