Las acciones comenzaron a las 8:00 de la mañana, con el ataque a la patrulla militar que custodiaba una guagua de pasajeros de Guisa hacia Bayamo. En media hora de pelea, el enemigo fue diezmado y obligado a rendirse. Cuando se escucharon las voces de rendición de los batistianos, los rebeldes se abalanzaron sobre ellos para obtener sus armas y balas.
Entre los que bajaban rápidamente de la loma de El Martillo, estaba la joven bayamesa Ana Bella Acosta Pompa, quien, fervorosa, le arrebató el fusil San Cristóbal a uno de los derrotados.
De este momento, evocaba la muchacha: “Al ver que los guardias daban síntomas de rendición, nos tiramos para la carretera. Ya muchos levantaban las manos y entregaban las armas. Me le acerqué al hombre que había herido y lo encañoné con la pistola 38. Era un sargento, el que, al darse cuenta de que yo era una mujer, me apuntó a la vez con un fusil San Cristóbal. Pero, en el acto, Hipólito Prieto le encañonó con un Garand y le dijo que si me disparaba era hombre muerto. Entonces el sargento se dejó desarmar por mí. Así conseguí mi primer fusil en la guerra.”
Este no era un hecho aislado de la epopeya liberadora. En ese momento, el capitán Braulio Curuneaux tenía bajo su mando, en la loma de El Martillo, a la vista de Guisa, a cinco mujeres: Ana Bella Acosta, la jiguanisera Rita Rosa García Reyes, la campechuelera Ángela Antolín Escalona (Angelina), la yarense Flor Celeste Pérez Chávez y la boyarribense Eva Rodríguez Palma.
Ellas integraban el prestigioso pelotón femenino Mariana Grajales, creado por Fidel el 4 de septiembre de 1958, en la Comandancia General de La Plata. La exigencia de estar en los combates la patentizaron tres semanas después, en Cerro Pelado, el 27 de ese mes.
EN LA PRIMERA LÍNEA DE FUEGO
Ahora en Guisa, aquellas cinco leonas enfrentaron con valor y disciplina la tremenda violencia de acciones contra los sucesivos refuerzos que, a nivel de batallón y compañía, se enviaban desde Bayamo.
En la mañana del 21 de noviembre, en una junta de jefes, en Los Pitos, cerca de Hoyo de Pipa, el Comandante en Jefe le preguntó al capitán Curuneaux sobre la conducta de la escuadra de mujeres. El oficial le manifestó: “Se están portado bien, Comandante, excelentemente…” Entonces Fidel entregó al esforzado militar cuatro fusiles San Cristóbal, porque ya Ana Bella Acosta contaba con su propia arma.
El 27, mientras se luchaba contra dos batallones, un tanque Sherman disparó varios obuses contra las posiciones de El Martillo. Uno de ellos segó la vida del capitán Curuneaux y otro mató a Guillermo González y a Daniel Pompa. Las explosiones levantaron tanta tierra que casi sepultó a Eva y a Angelina, la última herida levemente en la rodilla derecha por una esquirla. Para salir de la trinchera, tuvieron que ser auxiliadas por varios combatientes, entre ellos Rafael Reyna y Eduardo Frau Marsal.
En el parte de guerra elaborado por Fidel al finalizar la batalla, con destino a Radio Rebelde, elogió el papel desempeñado por ellas: “Una escuadra del pelotón de mujeres Mariana Grajales combatió valerosamente también durante los 10 días que duró la acción soportando el bombardeo de los aviones y el ataque de la artillería enemiga”.
LA HEROÍNA CELIA SÁNCHEZ
Pero ellas no fueron las únicas féminas que asumieron posiciones de combate en los días de Guisa. La heroína Celia Sánchez Manduley, como integrante del Estado Mayor, cumplía funciones de aseguramiento logístico y secretaria del Jefe de la Revolución.
En todo momento acompañó a Fidel en sus movimientos por el teatro de operaciones, incluyendo la zona táctica principal, en la carretera Bayamo-Guisa.
En una carta que Celia escribió el 29 de noviembre al comandante Faustino Pérez Hernández, quien había quedado en la Comandancia de La Plata, le contaba: “Todos los días se ha sostenido combate con los refuerzos de Guisa, rechazándolos siempre aún los tanques y los camiones con minas… Con dinamita se han volado los puentes, uno inmenso que cuando lo vimos lo creíamos imposible”.
De las violentas acciones que tuvieron lugar 26 y 27 de noviembre, la Heroína narraba: “Comenzó el fuego a las doce menos cuarto de ese día hasta el otro día 27 a las 6 de la tarde que se fue en fuga el ejército. Un combate de fuego cerrado durante 30 horas. Esto es increíble. No hubo 2 minutos que se oyera el fuego más tenue. Nunca en la Sierra ha habido batalla más intensa. Es increíble que los muchachos resistieran…”
MÁS MUJERES COMBATIENTES
El pelotón del primer teniente Alcibíades Bermúdez tenía a la guerrillera Rosalín Labrada Oliva (Chela), que intervino en muchas acciones combativas por Loma de Piedra, La Villega y el cementerio de Guisa.
En la escuadra de morteros de 81 milímetros del primer teniente Emilio Aldana Rodríguez, militaba Julia Ange (Julita). Desde la noche del 19 de noviembre la pieza fue instalada en la falda norte de la loma de Juanico Martínez y a las 10:00 de la mañana fue accionada contra los primeros refuerzos enviados desde Bayamo.
Esta pieza desempeñó un papel muy importante, también, el 26 de noviembre, cuando a Loma de Piedra llegó un convoy batistiano en 14 camiones, con el apoyo de dos tanquetas ligeras. Los disparos de los obuses los dirigieron al centro del convoy, donde se creó un tremendo pánico.
En la tropa del teniente Desiderio Alarcón, sobresalía Evangelina Gómez, mientras en la escuadra de Sebastián Arteaga estaba la combatiente Ana Viña Pardo.
Esta última estuvo presente en la voladura del puente de Monjará, en la noche del 19 de noviembre. En ese momento, Sebastián se la presentó a Fidel, quien le dio la misión de observar bien y transmitir los movimientos de los casquitos por el camino de El Almirante.
A esta mujer, el 22 de noviembre, en la mañana, Fidel le orientó citar a una reunión a los arroceros de los contornos. Por eso, se desplazó hacia la zona de Monjará. Mientras conversaba con el cosechero Margarito Rodríguez (Barrueta), llegó una compañía batistiana al mando del capitán Pedro Morejón, por la ruta El Almirante-Monjará.
El dueño logró escapar por la parte trasera, dejando en la casa tres mujeres y dos niños. Pero, los uniformados querían saber de la presencia de los rebeldes en esa zona. Sin importar que fueran mujeres, Morejón empezó a bofetear a Ana Viña y a Rosa Licea y luego les pegó, con los puños cerrados, en el estómago.
De esta amarga experiencia, contaba Ana Viña: “Cada vez que nos golpeaba preguntaba: ¿De dónde eres? Le dije que era vecina de El Almirante. Con cinismo, inquirió: Y tú ¿qué haces por un lugar de tantos peligros? Le respondí que andaba visitando aquellas amistades. Me comentó: ¿Y tú no sientes los tiros? Contesté que sí sentía los tiros, porque estaban por todas partes, pero no sabía lo que estaba pasando. Me preguntó quién era mi marido y le dije que era soltera”.
En represalia, sacaron para el camino a las mujeres y a los niños. De seguido, le prendieron candela a la casa. Los vecinos de San Pedro y Monjará, temerosos de la represión, abandonaron sus hogares.
Cuando Fidel conoció de estos sucesos, le preguntó a Sebastián Arteaga por el estado físico de Ana Viña. Se le informó que estaba bastante afectada por la hinchazón del rostro y del estómago, pero había recibido atención médica en el hospitalito de El Corojo. Luego la condujeron para la casa de unas amistades, en Arroyo Azul, cerca de El Dátil.
Ante aquella barbaridad, Fidel comentó: “¡Qué monstruo ese Morejón! Mira que pegarles así a las mujeres ¿Por qué no siguió avanzando con su tropa? ¿Por qué no se enfrentó a la tropa de Ignacio Pérez? ¡Ay!, si hubiera sabido lo que es pelear de verdad y no contra tres mujeres y dos niños.”
LAS ENFERMERAS Y MENSAJERAS
En la batalla estuvieron presentes los prestigiosos médicos Eduardo Bernabé Ordaz, Raúl Trillo Gómez y Eduardo Sarría Vidal, quienes contaron en sus actividades con la asistencia de las enfermeras Leonor Ferrer (Leo) y Alba Acosta Herk (La Morita).
El primer hospital estuvo en Hoyo de Pipa, en el chalet de Ramón Corona, donde, los días 20 y 21 de noviembre, curaron a 11 heridos: cuatro rebeldes y siete de los prisioneros de la tiranía.
Al día siguiente, Ordaz y Trillo instalaron el hospital en la cueva de Santa Bárbara, mientras Sarría emplazó otro en El Corojo, para los heridos más graves.
De mensajeras actuaron Carmen Peña (Carmencita o Titina), Martha Pons Masó, Gladys Paján Magana, Georgina Almeida y Caridad Montejo (Cachita), entre otras.
En otras tareas de la comandancia trabajan Griselda y Acacia Sánchez Manduley, hermanas de Celia.
LA VICTORIA
En el parte de guerra de Guisa, Fidel rubricó: “A las cuatro de la tarde, mientras nuestras unidades combatían contra los refuerzos, la guarnición de Guisa abandonó el pueblo en precipitada retirada dejando atrás todo el parque y numerosas armas”.
Hombres y mujeres construyeron, en los 11 días de batalla, un monumento al valor y a la resistencia.
A las 9:00 de la noche, las fuerzas se reorganizaron en la carretera y penetraron en Guisa, encabezadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro y Celia Sánchez.
FUENTES: María Cristina Eduardo Vázquez (comp.): Guisa en tres tiempos (1982); Andrés Castillo Bernal: Tronaron lo fusiles Sierra abajo (1989); Pedro Álvarez Tabío: Celia. Ensayo p ara una biografía (2003); Fidel Castro Ruz: De la Sierra Maestra a Santiago de Cuba. La contraofensiva estratégica (2010), y Juan José Soto Valdespino: Guisa: estrategia y coraje (2013).