Hombre de acendrado e imperturbable valor, Pedro María de Céspedes hizo frente siempre con seriedad y firmeza a las más difíciles y complejas situaciones. Resuelto en el acometer, ajustaba sus actos al análisis y la deliberación. Entre otros rasgos de su carácter estuvieron la hombría, la intrepidez y el talento de organizador.
Contable, comerciante, hacendado, conspirador, general de división, gobernador civil de Oriente, agente especial en el exterior y mártir de la Revolución. Estas fueron las principales fases de su vida, la cual estuvo consagrada a la lucha por la independencia de Cuba.
En 1872 escribió unas memorias con el título de “Apuntes referidos a la Revolución de Cuba”, las que publicó en Jamaica. En ellas reflejaba el alto calor conspirativo en las zonas de Bayamo, Manzanillo y Jiguaní desde mediados del siglo XIX hasta la guerra de independencia.
A pesar de sus grandiosas obras por la redención nacional y poner a prueba su valor en muchísimos combates contra las tropas colonialistas españolas y en el cumplimiento de otras misiones del alto mando insurgente, su nombre es poco conocido.
EL ÚLTIMO HIJO DE DON CHUCHO
Pedro María de Céspedes y del Castillo nació el 31 de enero 1825 en la villa San Salvador de Bayamo, en el entonces denominado Departamento Oriental, en el seno de una familia rica. Fue el último hijo de don Jesús María de Céspedes y Luque (Don Chuco) y doña Francisca de Borja del Castillo de Aguilar. Le antecedieron Carlos Manuel, Francisco Javier, Ladislao y Francisca de Borja (Borjita).
Desde su infancia vivió con holgura y realizó estudios en los conventos locales de Santo Domingo y San Francisco. Aunque su deseo era estudiar abogacía, la familia estimó que ese honor correspondiera al primogénito Carlos Manuel de Céspedes, por lo que Pedro María realizó cursos de contador. De ahí que sus primeras actividades las desempeñara en un comercio familiar.
Fue parte de los principales acontecimientos de su época: las facultades omnímodas de los capitanes generales, la creación de la Sociedad Filarmónica de Bayamo por los ilustrados criollos, la vigilancia de las autoridades españolas contra los sospechados de desafección al gobierno y el grito redentor de 1868.
En junio de 1840 contrajo matrimonio en la Iglesia Parroquial Mayor con Ana María Tamayo y Tamayo, con quien procreó a Adolfina, Herminia, Jesús María, Carmen (Carmita y Leonardo.
La esposa murió en abril de 1846, en plena juventud, a consecuencia de una pulmonía. Los hijos permanecieron al cuidado de la abuela doña Francisca de Borja del Castillo y de la esclava Narcisa Tamayo (Cisa).
En su viudez, al año siguiente, mantuvo relaciones íntimas con la humilde joven Ana Joaquina Fajardo, con quien tuvo a Emilio, nacido el 23 de abril de 1848.
En septiembre de 1861contrajo nupcias con Joaquina Lastre, con la que pasó a vivir en la hacienda La Caridad de Macaca. De esta unión nacieron tres hijos: Alberto, Emelina y Estela.
Pedro María de Céspedes y sus hijos se entregaron sus sueños y esperanzas al ideal independentista y a la libertad de todos.
CONSPIRADOR CONTUMAZ
En la primavera de 1848 participó en la conspiración que alentaban sus hermanos Carlos Manuel y Francisco Javier de Céspedes, asociados a Francisco Vicente Aguilera, José María Izaguirre, Mariano Acosta Eugenio Oduardo y Tamayo y Luis Fernández de Castro. La inclinación hacia posiciones liberales radicales y democráticas fraguó en ellos aspiraciones comunes: una isla sin esclavos y el desarrollo de la ciencia y la técnica, capaz de promover el despliegue vertiginoso de la agricultura y de la industria.
En agosto de 1851 viajó a Camagüey y a Las Tunas con el objetivo de conocer a fondo los detalles del plan subversivo de Joaquín de Agüero. El hecho de que el líder servía de punta de lanza al aventurero general Narciso López lastró los lazos de los bayameses liberales y rebeldes. No obstante, según Pedro María de Céspedes, en los conspiradores de Bayamo estuvo presente el ánimo de “auxiliarlos en caso de sublevación”, es decir, mantuvieron un espíritu de colaboración para abatir la tiranía española.
La concepción revolucionaria de los bayameses rechazaba la posible absorción de Cuba por el Gobierno de los Estados Unidos y, mucho menos, luchar para entregarse en brazos de los furibundos esclavistas del sur.
En febrero de 1852 muchos conspiradores fueron detenidos, entre ellos Carlos Manuel de Céspedes, Lucas del Castillo y José Fornaris. En el caso de Pedro María marchó al feudo de Macana, donde fomentó las haciendas La Caridad y La Alegría para la crianza de ganado vacuno.
En 1854 volvieron a conspirar. El plan consistía en apoderarse de golpe de las principales poblaciones del Valle del Cauto, armar al pueblo y proclamar la independencia. El conspirador Pedro María de Céspedes, muy activo en esos días, señalaba que “hubo manifestaciones populares y proyectamos apoderarnos de Bayamo y Manzanillo, debiendo hacerlo de Bayamo Francisco y Lucas del Castillo, Francisco Vicente Aguilera y yo, y de Manzanillo mis hermanos Carlos Manuel y Francisco Javier y Joaquín Márquez”.
Este proyecto tampoco prosperó, porque Carlos Manuel de Céspedes y Joaquín Márquez fueron detenidos en marzo de 1855 y encerrados en prisiones en Santiago de Cuba.
A mediados de 1862 Carlos Manuel de Céspedes reactivó la conspiración en Manzanillo, aprovechando la sublevación de los patriotas dominicanos contra la anarquía creada por los gobernantes españoles y la Guerra Civil en los Estados Unidos.
La conspiración subió de temperatura el 27 de agosto de 1867, con la constitución del Comité Revolucionario de Manzanillo, con Carlos Manuel de Céspedes como presidente; secretario Francisco Javier de Céspedes; tesorero Bartolomé Masó; y vocales Isaías Masó y Jaime Santisteban. Su misión era aunar a todos los patriotas de Oriente y comenzar la lucha a la primera oportunidad. A Pedro María de Céspedes correspondió coordinar el alzamiento en el partido de Vicana.
El 16 de abril de 1868 estuvo entre los que constituyeron la logia Buena Fe, que eligió como su maestro venerable a Carlos Manuel de Céspedes.
Las juntas conspirativas se hicieron más frecuentes, acudieron Pedro María a la finca Ranchón de los Caletones y Rosario de Calix. En esta última, celebrada el 6 de octubre, se presentó el programa mínimo de la Revolución y el diseño de una bandera por parte de Carlos Manuel de Céspedes. En esta reunión se acordó realizar el alzamiento el 14 de ese mes.
EN PIE DE GUERRA
El 8 de octubre, el capitán general Francisco Lersundi tenía en sus manos los nombres de los principales conspiradores en Bayamo y Manzanillo, entre ellos Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Pedro Felipe Figueredo (Perucho) y Bartolomé Masó. Por eso, dispuso su inmediata prisión mediante un telegrama cifrado a Bayamo.
Decodificado el documento por Ismael de Céspedes, puso en aviso a los implicados en la terrible orden. La decisión de Carlos Manuel de Céspedes fue proclamar la insurrección el 10 de octubre.
Al recibir la orden de su hermano de adelantar el pronunciamiento, a través de su primo Francisco Estrada Céspedes, hombre entero y de resoluciones propias manifestó: “¿Y para qué esperar hasta mañana? ¡Que sea hoy mismo!” De inmediato reunió a unos 400 hombres en La Caridad de Macaca. Ante ellos enarboló la bandera. Poco después marchó en zafarrancho de combate contra la capitanía de Vicana, custodiada por un grupo de españoles y la guardia civil criolla. El intercambio de disparos fue breve, porque los contrarios se rindieron. Este es el mérito indiscutido de Pedro María de Céspedes: lanzó los primeros tiros de la Revolución de 1868.
Los alzados con Pedro María marcharon hacia la Sierra Maestra para unirse a las fuerzas de Carlos Manuel, en Nagua. El 14 de octubre, el general en jefe Céspedes y el jefe de operaciones Luis Marcano formaron la División de Vicana, compuesta por unos 800 efectivos, con los pronunciados en Gua, Vicana y Portillo. La pusieron a manos del brigadier general Pedro María de Céspedes y como segundo al coronel Francisco Marcano.
Esta unidad libró sistemáticos combates en Manzanillo, Vicana y Campechuela hasta abril de 1869. Con la nueva estructura civil establecida por la Constitución de Guáimaro Pedro María pasó a desempeñar el puesto de gobernador civil del Estado de Oriente.
En noviembre de 1871, salió en misión confidencial del Gobierno insurrecto hacia los Estados Unidos: poner al tanto al agente general en el exterior, Francisco Vicente Aguilera, sobre los planes de invasión a Occidente y organizar expediciones. En documentos cifrados iban los destinos de las expediciones armadas: Las Tunas, Camagüey, Las Villas y cerca de Pinar del Río. Además, conducía la bandera izada en La Demajagua para ser resguardada por Ana de Quesada, esposa del presidente Céspedes.
EL MÁRTIR DE LA PATRIA
Cuando regresaba a Cuba con una expedición en el vapor Virginius, en octubre de 1873, fue apresado por un cañonero español y conducido a la ciudad de Santiago de Cuba. El brigadier Pedro María de Céspedes rechazó la oferta que le hiciera el brigadier español Juan Nepomuceno Burriel, de escribir a Carlos Manuel comunicándole la oferta de perdonar la vida de todos los expedicionarios a cambio de que se entregara a las autoridades españolas.
Una vez juzgado recibió la condena de ser pasado por las armas. La sentencia se cumplió el 4 de noviembre de 1873.
El sentido patriótico de su vida lo expresó Carlos de Céspedes en carta de pésame a su viuda Joaquina Lastre: “Con sumo sentimiento tomo la pluma para expresarte el dolor que me cabe con la muerte de tu esposo y mi amado hermano Pedro… ha perdido la vida gloriosamente como un hombre, cumpliendo con su deber hacia su patria…”
FUENTES: Vidal Morales Morales: Iniciadores y primeros mártires de la Revolución Cubana (1963); Adolfina Cossío Esturo: El alzamiento del 9 de octubre en Macaca (1975); y Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo: Escritos (1982).